La imaginaci¨®n creadora
Vivimos una era comandada por m¨¢quinas cuyo previsible comportamiento empieza a no ser tan previsible
Vivimos en la era del algoritmo y la abstracci¨®n. Una era comandada por m¨¢quinas, ya sean de guerra o financieras, cuyo previsible comportamiento empieza a no ser tan previsible. Pero no nos enga?emos, la ceguera de las m¨¢quinas no es ¡°neutral¡± o meramente instrumental, depende de ciertas pasiones humanas, demasiado humanas, que no es necesario enumerar. Al mismo tiempo, vivimos en la sociedad del entretenimiento, el follet¨ªn de Dickens lo sirve ahora por entregas Netflix o HBO, donde ej¨¦rcitos de guionistas aspiran a recrearnos y a suplir nuestras carencias imaginativas.
La necesidad de utilizar la imaginaci¨®n como medio de conocimiento es tan antigua como la filosof¨ªa. Se encuentra en estado embrionario en un libro de madurez de Arist¨®teles, donde se dice que todo pensamiento es al mismo tiempo contemplaci¨®n de un fantasma. El rastro de esa idea puede seguirse en las tradiciones, suf¨ªes y cabal¨ªsticas, en Dante y los vasallos de Amor, en la Florencia de Ficino y Pico della Mirandola y en m¨ªsticos y visionarios como B?hme y Swedenborg. En todos ellos la imaginaci¨®n es ¡°¨®rgano¡± del alma y permite el acceso a lo imaginal. Un mundo intermedio entre el mundo inmaterial de los valores y el mundo material de la experiencia sensible. Coleridge distingui¨® la imaginaci¨®n de la fantas¨ªa, en unos p¨¢rrafos deliberadamente ambiguos. Mientras la fantas¨ªa expresar¨ªa la creatividad del alma art¨ªstica, para el rom¨¢ntico ingl¨¦s aficionado al opio, la imaginaci¨®n era la condici¨®n para participar cognitivamente en un universo sacramental, una idea donde resonaba la imaginatio vera de los alquimistas.
Para Arist¨®teles figurarse cosas es tarea esencial del pensamiento, que ¡°conjura¡± im¨¢genes aun cuando no se hallen presentes, haciendo posible el apetito, tanto animal como humano. Esos fantasmas son los que le permiten pensar y, aunque no tengan la corporeidad de las sensaciones, gozan de una mayor libertad (que se dispara en los sue?os) y resultan m¨¢s creativos. Para su maestro, sin embargo, supon¨ªan una influencia desorientadora, por constituir meras sombras o reflejos de lo verdadero. El Plat¨®n m¨¢s pitag¨®rico ve en el sofista un ¡°forjador de fantas¨ªas¡±, cosa que ¨¦l mismo hizo divinamente. La fantas¨ªa era una manifestaci¨®n de la ¡°opini¨®n¡± (en esto era moderno), de cuyo ruido conviene huir (en esto era antiguo), engendra simples ¡°im¨¢genes¡± en vez de producir ¡°ideas¡±.
Hoy, la imaginaci¨®n no es solo una cuesti¨®n est¨¦tica: se ha convertido en una cuesti¨®n vital.
Ibn Arab¨ª seguir¨¢ a Arist¨®teles, cuyo legado se preserva en Persia y Al Andalus. La imaginaci¨®n es eje del mundo y el pa¨ªs de las almas. El octavo clima de Suhrawardi y su mundo imaginal. Seg¨²n los suf¨ªes, sin imaginaci¨®n no hay vida y de ella emana todo lo vivo, desde el sue?o de las plantas a la aspiraci¨®n del ni?o, que proyecta lo que no es y acaba si¨¦ndolo. En la Bhagavad Gita, la imaginaci¨®n es encuentro de dos principios eternos, uno contemplativo y otro creativo. En la budista permite a los budas erigir la tierra pura, ¨¢mbitos donde es m¨¢s accesible el despertar. El Libro tibetano de los muertos aborda los espect¨¢culos que nos aguardan despu¨¦s de la muerte (no muy diferentes de los que la imaginaci¨®n, en su continua configuraci¨®n del paisaje, haya dado en vida). La Comedia de Dante replica el viaje nocturno de la literatura cor¨¢nica. Obras todas ellas fieles a la actividad concreadora de la mente.
Hoy, la imaginaci¨®n no es solo una cuesti¨®n est¨¦tica: se ha convertido en una cuesti¨®n vital. Los pilares imaginativos de la tierra se desmoronan. Pese a los sue?os del 68, la imaginaci¨®n nunca lleg¨® al poder, y la contracultura qued¨® absorbida y banalizada por los gigantes del comercio internacional. Hoy la imaginaci¨®n juega un papel ambiguo en la vanguardia del conocimiento. Einstein pose¨ªa una genuina imaginaci¨®n y, en su ¨¦poca, los f¨ªsicos la reverenciaron. De esa devoci¨®n surgi¨® la f¨ªsica cu¨¢ntica y sus ¡°experimentos con fantasmas¡±. Pero la biolog¨ªa, m¨¢s materialista que la f¨ªsica, ha seguido siendo escasamente imaginativa: y lo mismo puede decirse de las neurociencias. Ambas comparten el viejo prejuicio plat¨®nico seg¨²n el cual la imaginaci¨®n pertenece al mundo de las opiniones, un mundo inferior al de las ideas.
Joseph Campbell propuso un remedio contra esa decadencia. La imaginaci¨®n tiene sus caminos trillados. Hay im¨¢genes que se proyectan en nosotros, ya sea consciente o inconscientemente, que act¨²an como liberadoras de energ¨ªa ps¨ªquica y como rectoras de nuestras vidas. Otras nos encadenan. Todas ellas provienen de un ¨²nico fondo de motivos, sacralizados e interpretados de formas muy diversas a lo largo de la historia. Camp?bell narr¨® esa cr¨®nica y encontr¨® en todas las culturas los mismos motivos: el diluvio universal, el nacimiento virginal, el robo del fuego, el camino de los muertos, la resurrecci¨®n del h¨¦roe. Segu¨ªa el consejo de Hume: la cr¨®nica de nuestra especie parece el destino autoimpuesto por el mundo imaginal. La imaginaci¨®n manda sobre todas nuestras ideas, permite crear representaciones, pero tambi¨¦n combinarlas y abstraerlas para formar conceptos. Ella, m¨¢s que los ¨¢tomos, hace posible materializar la energ¨ªa ps¨ªquica de nuestras vivencias y configurar el mundo en que vivimos.
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