Qu¨ªmica al servicio de la guerra
El uso de venenos, o de las enfermedades y su contagio, para atacar al enemigo ha sido un recurso militar frecuente a lo largo de la historia
En el Kurdist¨¢n iraqu¨ª hay una ciudad que se ha convertido en el paradigma de la capacidad letal y destructiva que tienen las armas qu¨ªmicas. El crimen tuvo lugar en la fase final de la guerra de Irak contra Ir¨¢n en los a?os 80. Tal fue su devastaci¨®n que la llamaban la 'Gernika' kurda. Se trata de Halabja, una ciudad de unos 70.000 habitantes que el 16 de marzo de 1988 vio como le llov¨ªa del cielo un c¨®ctel qu¨ªmico a base de gas mostaza y gas sar¨ªn lanzado por la aviaci¨®n del ej¨¦rcito de su propio pa¨ªs. Unas 5.000 personas, la mayor¨ªa mujeres y ni?os, murieron a consecuencia del ataque qu¨ªmico que formaba parte de la campa?a Al Anfal, todo un plan de exterminio con el que Sadam pretend¨ªa castigar a los kurdos por, seg¨²n ¨¦l, colaborar con el enemigo iran¨ª cuando ¨¦ste abri¨® en ese momento un frente de guerra en el Kurdist¨¢n.
Halabja es el antecedente directo de la matanza que se produjo el pasado 21 de agosto en Ghuta, un suburbio a las afueras de Damasco, que cost¨® la vida a 1.421 civiles, otra vez con el gas sar¨ªn como arma qu¨ªmica utilizada para cometer el crimen, en una guerra civil que ya ha costado m¨¢s de 100.000 muertos y dos millones de refugiados. EE UU y Francia afirman poseer las pruebas de que el ataque proced¨ªa de la zona controlada por el ej¨¦rcito de Bachar el Asad y han amenazado con no dejar impune la masacre usando represalias militares contra el r¨¦gimen baazista. El informe de los inspectores de la ONU determina el empleo del gas nervioso y de cohetes de artiller¨ªa pero no determina la autor¨ªa.
La Primera Guerra Mundial
El uso de venenos, o de las enfermedades y su contagio, para atacar al enemigo ha sido un recurso militar frecuente a lo largo de la historia y cuando a principios del siglo XX se estaba en disposici¨®n de fabricar masivamente armas con agentes qu¨ªmicos, los Estados europeos decidieron probarlas sobre el terreno. Esto sucedi¨® durante la Primera Guerra Mundial. Despu¨¦s de alg¨²n ensayo previo de ambos bandos, el ej¨¦rcito alem¨¢n us¨® en la primera batalla de Ypr¨¦s, en abril de 1915, gases de cloro en cantidades suficientes para cubrir una cortina de 10 kil¨®metros de frente de batalla. La Convenci¨®n de La Haya de 1899 prohib¨ªa usar estas armas y el bando alem¨¢n se justific¨® alegando burdamente que las balas de los rifles franceses liberaban algo de gas al impactar.
El procedimiento se basaba en la colocaci¨®n de cilindros que liberaban el gas aprovechando rachas de viento favorables. Los ingleses tardaron poco en responder, en Loos en septiembre de ese a?o, con gases de fosgeno y cloro con un resultado inesperado y estremecedor: los militares tuvieron que obedecer las ¨®rdenes de abrir las espitas de los cilindros con el viento en contra. Durante el resto del conflicto ambos bandos siguieron usando estas armas (el gas mostaza o iperita fue el m¨¢s letal) y perfeccionando la tecnolog¨ªa, con el coste final de 100.000 muertos y un mill¨®n de enfermos. La sociedad europea qued¨® tan horrorizada con los gases venenosos que en 1925 se firm¨® el Protocolo de Ginebra, que prohib¨ªa el uso de las armas qu¨ªmicas, aunque no su fabricaci¨®n y almacenamiento.
Los europeos, que sufrieron en sus carnes el horror de este tipo de armas, renunciaron de manera t¨¢cita a volver a emplearlas en su suelo, pero a pesar de los acuerdos de Ginebra, los territorios coloniales no tuvieron tanta suerte. Tres ejemplos de este tipo de conflictos fueron la revuelta kurda en el norte de Irak contra los ingleses en 1919-1920 (parece una triste casualidad hist¨®rica que los kurdos iraqu¨ªes sean v¨ªctimas habituales de estas armas). El segundo fue la Guerra del Rif en el actual Marruecos en 1923-1926, en la que la poblaci¨®n rife?a fue sometida a bombardeos desde el aire con gas mostaza por parte del ej¨¦rcito espa?ol. El tercer ejemplo fue la segunda guerra ?talo-et¨ªope, provocada por Mussolini con el prop¨®sito de engrandecer los dominios coloniales de Italia y que evidenci¨® un exhaustivo programa previo de fabricaci¨®n de armas qu¨ªmicas y la log¨ªstica necesaria para su uso en Etiop¨ªa.
Uso irrestricto en las colonias
Solo la ca¨ªda del bloque comunista posibilit¨® que en 1993 se firmase el Tratado para la Prohibici¨®n de las Armas Qu¨ªmicas
Las razones que se dieron para que los miitares usaran los gases t¨®xicos ten¨ªan una dimensi¨®n puramente racista. Winston Churchill afirm¨® que estaba ¡°totalmente a favor del uso de gas venenoso contra tribus incivilizadas¡±. Mussolini se arrogaba el derecho de ¡°llevar la civilizaci¨®n occidental a un pa¨ªs medieval¡± y el rey Alfonso XIII no tuvo reparo en decir que ¡°lo importante es exterminar, como se hace con las malas bestias, a los Beni Urriaguel y a las tribus m¨¢s pr¨®ximas a Abdelkrim¡±. En el caso marroqu¨ª encontramos la situaci¨®n parad¨®jica de la v¨ªctima que pasa a convertirse en victimario. En 1958 se produjo un levantamiento en esta regi¨®n que el pr¨ªncipe marroqu¨ª Muley Hassan, futuro Hassan II, decidi¨® sofocar bombardeando las aldeas rife?as con napalm. El mismo destino (¨¦sta vez a?adiendo bombas de f¨®sforo blanco) les esperaba a los civiles saharauis que hu¨ªan hacia Argelia cuando en noviembre de 1975 Espa?a pact¨® la entrega del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania. El napalm y el f¨®sforo blanco no son armas qu¨ªmicas como tales pero s¨ª son armas incendiarias que cuando explotan, generan procesos qu¨ªmicos que aumentan su potencial destructor. Las consecuencias mort¨ªferas de su uso han motivado que los organismos internacionales humanitarios reclamen su desaparici¨®n.
La Guerra Fr¨ªa provoc¨® la proliferaci¨®n y desarrollo de programas de fabricaci¨®n de armas qu¨ªmicas por parte de las dos superpotencias. En 1982, el presidente Reagan autorizaba la puesta en marcha de un programa que pretend¨ªa acabar con la ¡°supremac¨ªa sovi¨¦tica¡± en este tipo de guerra y que tendr¨ªa su desarrollo log¨ªstico en Europa. La opini¨®n p¨²blica occidental lo rechazaba frontalmente porque el espectro de la Primera Guerra Mundial segu¨ªa presente. La tensi¨®n diplom¨¢tica de esta ¨¦poca y la pol¨ªtica irreconciliable de Estados Unidos y la URSS hizo imposible que se lograse la distensi¨®n necesaria para hacer desaparecer estas armas. Solo la ca¨ªda del bloque comunista posibilit¨® que en 1993 se firmase el Tratado para la Prohibici¨®n de las Armas Qu¨ªmicas (OPCW) que postula la verificaci¨®n y destrucci¨®n de todos los arsenales qu¨ªmicos. En 1997 entr¨® en funcionamiento y a d¨ªa de hoy solo 5 pa¨ªses no lo hab¨ªan suscrito.
El Agente Naranja
el ej¨¦rcito americano arroj¨® 80 millones de litros?de este herbicida para combatir? a la guerrilla del Vietcong
Durante la segunda mitad del siglo XX se conocieron bastantes casos de empleo de estas armas en los diferentes conflictos regionales en que rusos y americanos dirim¨ªan sus diferencias. De entre ellos, destaca la guerra de Vietnam por las consecuencias que con el paso del tiempo tuvo la utilizaci¨®n de un producto qu¨ªmico que, en principio, no deb¨ªa haber atacado a las personas: el Agente Naranja. Desde 1961 hasta 1971, el ej¨¦rcito americano arroj¨® 80 millones de litros de este herbicida con la idea de que la guerrilla del Vietcong careciese de cobijo natural en los bosques tropicales en su lucha contra el ej¨¦rcito americano. Desde los a?os noventa se comenz¨® a sospechar del Agente Naranja como causante del alarmante n¨²mero de c¨¢nceres, abortos y malformaciones gen¨¦ticas con que nacen miles de ni?os en las zonas de Vietnam expuestas a la acci¨®n del defoliante. Adem¨¢s se comprob¨® que las partidas enviadas a Vietnam llevaban una proporci¨®n de dioxina 55 veces m¨¢s elevada de lo normal. Los veteranos americanos afectados han llegado a acuerdos extrajudiciales por los que han sido indemnizados por empresas como Monsanto y Dow Chemical, pero los vietnamitas, que ya tienen a cuatro generaciones afectadas y han llevado el caso ante la justicia estadounidense, siguen sin ser reconocidos como v¨ªctimas del pesticida mortal. Estados Unidos solo ha aceptado colaborar para limpiar las zonas contaminadas e insiste en que no hay pruebas cient¨ªficas suficientes que demuestren que las dioxinas son la causa del tormento que sufre un mill¨®n de vietnamitas.
Las guerras tradicionales entre dos Estados son un escenario cada vez m¨¢s escaso pero eso no significa que el mundo sea m¨¢s estable. Su lugar lo han ocupado los conflictos asim¨¦tricos, con un actor fuerte (un Estado) y un actor d¨¦bil (un grupo terrorista, por ejemplo). Las caracter¨ªsticas de la globalizaci¨®n, con su opacidad financiera, acceso a nuevas tecnolog¨ªas, las facilidades para la circulaci¨®n de bienes y personas, etc¨¦tera, dan nuevas herramientas al ¡®actor d¨¦bil¡¯, entre otras, la posibilidad de conseguir o desarrollar armas qu¨ªmicas. El ejemplo lo tenemos en el atentado con gas sar¨ªn que la secta La Verdad Suprema perpetr¨® en el Metro de Tokyo en marzo de 1995, y que caus¨® la muerte a 13 personas y m¨¢s de 5.000 heridos. La pregunta que nos debemos hacer es si, tras este peligroso aviso, la comunidad internacional ha creado las condiciones para que no conozcamos nuevos casos en el futuro.
Babelia
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