Elogio de la ciudad prodigiosa
Barcelona es capaz de superar los traumas y las tensiones para disfrutar de los placeres de la vida: desde caminar por solitarias callejuelas hasta el mar a vivir el bullicio de las fiestas de sus barrios
Y sin embargo una ciudad feliz. O al menos una ciudad en la que se encuentran muchas oportunidades para ser feliz. Es un hecho que a pesar de los grandes sobresaltos de los ¨²ltimos tiempos y de la tragedia del atentado de la Rambla, y las cicatrices de la crisis, la mayor¨ªa de los barceloneses seguimos queriendo profundamente a nuestra ciudad y creyendo en ella, y no nos ir¨ªamos a vivir, de poder evitarlo, a ning¨²n otro sitio, ni siquiera a Shangri-La (donde, es sabido, se vive bien y largo). Y eso que ?vaya temporada llevamos!: el terrible aldabonazo del 17-A que nos situ¨® en la realidad de que tambi¨¦n estamos en la diana del terrorismo isl¨¢mico; y el barullo del proc¨¦s, que nos tiene, pienses como pienses y te sit¨²es donde te sit¨²es del espectro pol¨ªtico, en un continuo sin vivir. Y eso no es todo: hemos tenido la bronca de los taxis, con la flota negroamarilla convertida en un avispero y bloqueando la ciudad por la tremenda, y la de los manteros, que se han extendido tanto que casi puedes ir desde plaza de Catalunya al puerto pisando sus surtidos pa?os (si te atreves), y las campa?as antiturismo, con la ¨²ltima ocurrencia, esos tan cabrones carteles y pintadas de ¡°Dear tourist: balconing is fun!¡±. Y no hablemos de las obras. Adem¨¢s parece que nos peleemos fratricidamente por todo: los carriles bici, los toros, el Airbnb, la Sagrada Familia, el zoo, el tranv¨ªa, el pipic¨¢n...
Pero se trata precisamente aqu¨ª de mirar por encima, o por debajo, de todo eso, de romper una lanza por el optimismo y la joie de vivre y de reivindicar una Barcelona capaz de superar los traumas, los problemas, las tensiones y como dir¨ªa el pr¨ªncipe dan¨¦s (turista por tanto) todas las flechas de la insultante Fortuna, que no las de Karina. A expensas de parecer ingenuos o habernos tomado algo (habr¨ªa que ser Eduardo Mendoza, Juan Mars¨¦, Javier P¨¦rez And¨²jar o el a?orado Agust¨ª Fancelli para salir con bien de esto), vamos a elevar una oda a la Barcelona que merece la pena, la que nos hace querer continuar siendo sus habitantes o sus visitantes. Una Barcelona de j¨²bilo, de belleza y de placeres (del esp¨ªritu mayormente, tampoco nos pasemos). Tambi¨¦n una Barcelona de baj¨ªsima criminalidad en relaci¨®n con su tama?o, en la que es f¨¢cil moverse y orientarse y que encuentra su sentido en la amistad, la amabilidad y la solidaridad (hacemos nuestras todas las causas: la ¨²ltima la de lucha contra la mutilaci¨®n femenina, con campa?a omnipresente). Hasta hay una gran tienda oficial de merchandising del Real Madrid en la calle Ferran muy cerquita de la neur¨¢lgica y pol¨ªticamente tan caliente plaza Sant Jaume. Que se sepa.
Un buen punto de partida es lo de Bar-Cel-Ona, el mundialmente c¨¦lebre acr¨®stico de Mariscal, acu?ado en 1979, incluso antes de que naciera (en 1988) el Gambrinus, su cigala monumental (con perd¨®n), pero siempre vigente, y tan tonificante ahora. Bares, qu¨¦ lugares, hay por todos lados, eso que no falte, pero cielo y ola se disfrutan especialmente en las playas. Un paseo por ellas te demuestra que pese a todos los pesares la vida sigue llena de alegr¨ªa, de felicidad y hasta de cuerpos de bandera. Un d¨ªa cualquiera de verano, ayer sin ir m¨¢s lejos, ?esto es Santa M¨®nica (California), se?ores! Solo nos faltan el Muelle con atracciones y los pel¨ªcanos.
Se trata precisamente aqu¨ª de mirar por encima, o por debajo, de todo eso, de romper una lanza por el optimismo y la 'joie de vivre'
Caminar del Port Ol¨ªmpic y nuestras torres gemelas del hotel Arts y la Mapfre, en direcci¨®n este, por ejemplo, nos lleva a las playas de Nova Ic¨¢ria, Bogatell, Mar Bella, Nova Mar Bella y Llevant, para llegar hasta el F¨°rum. Una ciudad con semejante promenade no puede ser desgraciada, oigan. Deambulando por el paseo sobre la l¨ªnea playera te cruzas, te adelantan o adelantas paseantes, ba?istas, turistas de cien naciones, locales de otras tantas, beldades y bellezos, gente guapa, vamos, y fea, claro; ciclistas en abundancia que ni el Tour, familias enteras en segways, la humanidad m¨¢s normal y tambi¨¦n alguna extravagante, polic¨ªa en pantal¨®n corto y en rid¨ªculos cochecitos como de golf que para s¨ª hubiera querido el inefable Ludovic Cruchot (el gendarme de Saint-Tropez), vendedores, m¨²sicos, malabaristas y carteristas.
En el paseo est¨¢s flanqueado a un lado por los restaurantes de playa, la moderna trasmutaci¨®n de los merenderos preol¨ªmpicos, con nombres de referencia como el Escrib¨¤ (el otro d¨ªa se lo recomend¨¦ a Arturo P¨¦rez-Reverte: no me ha enviado a sus padrinos, as¨ª que debe haber ido bien) y otros que se abren paso como el m¨¢s asequible Xiroi (de Ca la Nuri), en el que flamea el lema -que hacemos nuestro- ¡°Passa-t¡¯ho b¨¦¡±. Al otro lado tienes la playa y el mar hasta el horizonte y el cielo. Un continuum de esparcimiento y regocijo que empieza donde te quemas los pies y te sacudes la arena cosquilleante, sigue en las promiscuas duchas al aire libre que ofrecen tanto espect¨¢culo, los chiringuitos (pocos: Colau los ha diezmado, como las hamacas y toldos de alquiler, en aras del espacio p¨²blico, pero no estamos hoy de cr¨ªtica), las pistas de voley, el bosque de sombrillas y el alborotado borde del mar. Luego vienen los ba?istas propiamente dichos, tangas y topless en coexistencia con hijab y muslim swimsuit, igual que conviven gaviotas y cormoranes; las olas (?Ona!), la franja de los deportes mar¨ªtimos y las embarcaciones, desde el padle surf y el wind surf en primer plano al crucero y el gigantesco portacontenedores que se siluetean al fondo pasando por los veleros, el catamar¨¢n de recreo, el barco pirata y las nuevas Golondrinas. Yendo en una direcci¨®n y en la contraria, heterog¨¦neo libro abierto de la navegaci¨®n que extiende sus p¨¢ginas sobre un mar refulgente y un cielo infinito.
Una ciudad con semejante 'promenade' no puede ser desgraciada, oigan.
Hay muchas m¨¢s barcelonas. Multitudinarias, ruidosas y euforizantes en sus fiestas (Gr¨¤cia, la Merc¨¦, Sant Jordi), ferias (Salones del C¨®mic, autom¨®vil, mar¨ªtimo, Mobile, 080) y festivales de m¨²sica, el S¨®nar, el Primavera, Cruilla, o en el vertiginoso y l¨²dico G¨®lgota del Tibidabo... ?ntimas y silenciosas, en las callejuelas historiadas del barrio g¨®tico o del Born o en las mestizas del Raval o las serratianas del Poble Sec. Suena t¨®pico mencionar eso, ya lo s¨¦, pero, a ver, ?qui¨¦n no atesora momentos de felicidad en los Jardines del Hospital, o junto a la columna romana del Caf¨¦ d¡¯Estiu del Museo Mar¨¦s, o paseando bajo las g¨¢rgolas de la catedral, o robando un beso a los pies de la muralla? Visitar la peque?a bas¨ªlica (de origen visigodo) de Sant Just i Pastor y encender una velita y acercarse luego a tomar uno de los mejores gin tonics de la ciudad en el rec¨®ndito El Ascensor, uno de los bares de siempre, es algo que no falla. Como tampoco la luna llena en el Macba, o subir a la Fundaci¨®n Mir¨® y disfrutar del arte y las vistas y la paz que se respira, y descender paseando por los jardines de Laribal hasta el Teatre Grec. M¨¢s arriba, el castillo de Montju?c, hoy tan desarmado (no sea que a alguien se le ocurra volver a bombardearnos), es una rom¨¢ntica atalaya sobre la ciudad y el mar llena de espacios en los que perderse y de sorpresas hist¨®ricas, y de memorias de infancia. Es lo que tiene el zoo tambi¨¦n; les cuesta entenderlo a los animalistas: los leones y los elefantes son los padres.
Barcelona es una ciudad deportiva. Aunque, con sus grandes desniveles, seg¨²n d¨®nde vivas exige echarle fondo, y nuestro Central Park est¨¢ un poco descentrado: Collserola o Montju?c. Produce muchas endomorfinas el deporte, aunque la mayor felicidad dir¨ªase que en Barcelona no est¨¢ en practicarlo sino en verlo, sobre todo en el Camp Nou. Ya puede caer de todo que si gana el Bar?a...
Algo que crea un sentimiento especial con la ciudad es ser consciente de su calidad de pentimento
Tambi¨¦n es una ciudad de teatros y qu¨¦ inmensas felicidad y emoci¨®n nos deparan el Lliure, el Romea, el Vict¨°ria, el Teatre Nacional, el Mercat de les Flors...: siempre puedes confiar en ellos. Y los cines, los Verdis, la Filmoteca....Y el Liceo (que reconstruimos ejemplarmente cuando se nos quem¨®) y el Palau de la M¨²sica, y el Auditorio. Qu¨¦ decir de las librer¨ªas, de las que tenemos muchas que justifican por si solas no irse a vivir a ning¨²n otro sitio (excepto quiz¨¢ a Portland, pero no te vas a ir a Portland solo porque tienen Powell¡¯s): las dos de La Central, Laie, ese templo de la m¨¢s fant¨¢stica felicidad que es Gigamesh y el de los viajes que es Alta?r. Entre los museos cu¨¢nta alegr¨ªa da la contemplaci¨®n de la belleza que exhiben el Museo Nacional, el Picasso, CaixaForum, el de las Culturas del Mundo con sus canoas de proa de cocodrilo, sus t¨®tems y sus m¨¢scaras. En dos extremos de la ciudad, Cosmocaixa y el Museo NAT de Ciencias Naturales nos brindan todo el excitante misterio del cosmos y la vida. La gastronom¨ªa, de los grandes restaurantes a las granjas de Petritxol, y las compras, del Mercadillo de Portaferrisa al Zadig & Voltaire de paseo de Gr¨¤cia, son otras grandes y obvias fuentes de felicidad que cada uno se permite seg¨²n sus posibilidades.
Algo que crea un sentimiento especial con la ciudad es ser consciente de su calidad de pentimento. Como todas las urbes pero quiz¨¢ m¨¢s especialmente por su gran vitalidad y constante cambio, Barcelona se va agregando capas una tras otra. Pasear es as¨ª recordar los lugares que amaste (y donde amaste) y han ido desapareciendo, sustituidos por otros. Hay una dulce melancol¨ªa en ese ejercicio de memoria, muy caro a todos nosotros. Es cierto que hay asimismo nombres que perduran, guardando toda su carga emocional (El Glaciar, Sidecar, Jamboree, Flash-Flash...)
Parafraseando a Isak Dinesen, Barcelona es una ciudad de inigualable nobleza, hecha para la libertad y que te llena de ligereza de coraz¨®n. Nuestra ciudad, y la de todos ustedes. Una ciudad en la que al despertar cada ma?ana, la miras y te dices: ¡°Estoy donde querr¨ªa estar¡±.
Babelia
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