El agradecimiento
Le debo mucho a 'Las corrupciones', de Jes¨²s Torbado. Lo m¨¢s raro de escribir es el lugar que uno puede ocupar en la vida de otro
Ahora que ha muerto Jes¨²s Torbado me conforta pensar que tuve la oportunidad de manifestarle la deuda de gratitud que ten¨ªa con ¨¦l. Una novela de Torbado, Las corrupciones, inund¨® mi vida, mi manera de pensar, mis expectativas, mis rebeld¨ªas, mi vocaci¨®n, cuando ten¨ªa 16 y 17 a?os. Los libros llegaban entonces a m¨ª por azar, porque no ten¨ªa a nadie que me orientara. Hasta unos pocos a?os antes mi mayor influencia hab¨ªa sido Julio Verne, sobre todo sus dos novelas prodigiosas sobre el capit¨¢n Nemo, 20.000 leguas de viaje submarino y La isla misteriosa. El C¨ªrculo de Lectores y la biblioteca municipal de mi ciudad natal me prove¨ªan oportunidades de descubrimiento: Garc¨ªa Lorca, Neruda, B¨¦cquer. Tambi¨¦n libros de mucho ¨¦xito comercial que devoraba con entusiasmo id¨¦ntico: Papillon, recuerdo, El retorno de los brujos. Le¨ªa cualquier libro prometedor que cayera en mis manos y a veces lo compart¨ªa con mis amigos. Le¨ªa Sinuh¨¦, el egipcio, buscando, como todo el mundo, los pasajes er¨®ticos; le¨ªa Diario de Daniel, un bodrio de catolicismo existencial para adolescentes angustiados.
En aquel mundo con tan pocos libros, cada tres meses aparec¨ªa el vendedor a domicilio del C¨ªrculo de Lectores, con su revista llena de novedades excitantes y su bolet¨ªn de pedido. Lo rellenaba uno con dos o tres t¨ªtulos y al cabo de muy poco tiempo el hombre del C¨ªrculo regresaba con los libros bajo el brazo, con su solidez alemana de encuadernaci¨®n y dise?o. Yo no ten¨ªa ning¨²n criterio: pod¨ªa adquirir al mismo tiempo Crimen y castigo y Las sandalias del pescador, y leer el uno tras el otro, con apetito de omn¨ªvoro, sin notar mucha diferencia. Cuando lleg¨® la gran expansi¨®n lectora de los a?os ochenta en Espa?a, que habr¨ªa sido m¨¢s amplia y sostenida si a alg¨²n Gobierno le hubiera importado de verdad la instrucci¨®n p¨²blica, estoy seguro de que una parte decisiva de aquel impulso vino del C¨ªrculo de Lectores. De qu¨¦ otro modo pod¨ªan llegar a un lector, a una lectora aislada en una provincia espa?ola, Cien a?os de soledad, La casa verde, los cuentos de Onetti o de Borges.
A todos ellos los empec¨¦ yo a leer en el C¨ªrculo. En su colecci¨®n de novela contempor¨¢nea espa?ola descubr¨ª??ltimas tardes con Teresa, sin saber nada de Juan Mars¨¦, que entonces era un escritor de treinta y tantos a?os. Fue leyendo a Mars¨¦ como supe por primera vez que las novelas pod¨ªan tratar de gente com¨²n y del mismo mundo real en el que yo viv¨ªa. Poco despu¨¦s, leyendo Las corrupciones, la influencia que recib¨ª iba m¨¢s all¨¢ de la literatura: en parte porque se conectaba con algo que me importaba entonces tanto como los libros, que era la m¨²sica pop; en parte porque constitu¨ªa una invitaci¨®n directa a vivir otra vida.
Jes¨²s Torbado cultivaba un g¨¦nero que aqu¨ª no exist¨ªa, porque tampoco exist¨ªa la cultura beat que lo ?hab¨ªa originado. En Espa?a, a mediados y finales de los sesenta, no hab¨ªa novelas que se parecieran a On The Road o a The Dharma Bums, y no solo por falta de escritores como Jack Kerouac, sino hasta de carreteras adecuadas sobre las que proyectar aquellos sue?os de viajes. Un compa?ero del instituto hab¨ªa empezado a leer a Kerouac en la biblioteca de ?beda (todav¨ªa me pregunto por qu¨¦ caminos habr¨ªa llegado all¨ª), y queriendo seguir su ejemplo nos convenci¨® a otro amigo y a m¨ª para que emprendi¨¦ramos un viaje de aventura en ?autostop. Dadas las circunstancias, nuestro viaje de beatniks de pueblo y vagabundos del Dharma nos llev¨® hasta Baeza, que est¨¢ a ocho kil¨®metros de ?beda. Ten¨ªamos la m¨²sica, pero nos faltaba la letra. Ten¨ªamos un impulso visceral de rebeld¨ªa, pero nuestra penuria y nuestro entorno social reduc¨ªan nuestras expectativas impacientes a la escucha de unos cuantos discos que irradiaban un fulgor de explosiones estelares remotas ¡ª?Abbey Road, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin¡ª y a la lectura igual de reiterada de Las corrupciones.
El efecto de la novela era tan inmediato, tan contempor¨¢neo como el de la m¨²sica. Nunca hab¨ªamos le¨ªdo nada semejante. El protagonista se nos parec¨ªa como un hermano mayor que nos hubiera tomado la delantera: un seminarista que abandona los h¨¢bitos poco antes de ordenarse y se lanza al mundo, con muy poco equipaje y sin ning¨²n plan, dej¨¢ndose llevar por el azar de los ?automovilistas que lo recogen en los arcenes de las carreteras. La trama de la novela es tan abierta como el porvenir de su protagonista fugitivo. La lengua en la que est¨¢ escrita tiene la naturalidad urgente del habla y de la inmediatez de lo vivido, no los resabios culturales de la literatura. En la literatura espa?ola de esa ¨¦poca no hab¨ªa hippies, ni mujeres j¨®venes que viajaran solas por Europa y compartieran amores carnales y fugaces con desconocidos, ni capitales extranjeras a las que llegar con una mochila al hombro y en las que encontrarse sin ning¨²n esfuerzo con otros vagabundos de aquella fraternidad internacional que probablemente era sobre todo un bello espejismo, ¡°la Europa de los j¨®venes¡±, seg¨²n la llamaba el propio Torbado en otro libro suyo de viajes que tambi¨¦n le¨ª una y otra vez.
Algunos de nosotros empezaban a comprometerse en las severidades arriesgadas de la militancia antifranquista. Jes¨²s Torbado nos ofrec¨ªa el ejemplo, la tentaci¨®n, el sue?o, de una rebeld¨ªa m¨¢s tangible y tal vez m¨¢s liberadora, porque calaba m¨¢s hondo que las abstracciones ideol¨®gicas a las que se entregaban nuestros amigos m¨¢s politizados. Yo quer¨ªa irme cuanto antes y vivir a salto de mata por las capitales de Europa viendo mundo y enamor¨¢ndome de n¨®rdicas rubias parecidas a las que enamoraban al protagonista de Torbado. Yo quer¨ªa vivir todo aquello y al mismo tiempo contarlo en una novela. Y como era muy joven y muy pobre y no pod¨ªa irme, me conformaba escribiendo en mi casa bocetos de novelas futuras que se parec¨ªan a Las corrupciones.
En la adolescencia parece que el porvenir no va a llegar nunca. Muchos a?os despu¨¦s conoc¨ª a Jes¨²s Torbado y tuve la alegr¨ªa de darle las gracias por todo lo que le deb¨ªa a aquella novela, tan lejana ya para ¨¦l y para m¨ª. Lo m¨¢s raro de escribir un libro es el lugar que uno puede ocupar sin saberlo en la vida de un desconocido.
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