Extra?os compa?eros de viaje
Entre las cosas que se van perdiendo figura la antigua costumbre de intimar con desconocidos durante el curso de un largo desplazamiento
1. Volviendo
A menudo un fortuito compa?ero de viaje constituye una aut¨¦ntica sorpresa que hace m¨¢s llevadera la ansiedad del retorno. Entre las cosas que se van perdiendo figura la antigua costumbre de intimar con desconocidos durante el curso de un largo viaje, a los que, inopinadamente, se conf¨ªan pensamientos y recuerdos que quiz¨¢s ignoren hasta nuestros m¨¢s ¨ªntimos amigos; peque?os o grandes secretos que, m¨¢s tarde, uno se sorprende de haber compartido con alguien a quien, probablemente, no volver¨¢ a ver jam¨¢s. La ¨²ltima vez que me ha sucedido fue hace unas semanas, volviendo de Estados Unidos. En el asiento de mi derecha se sent¨® una mujer ya entrada en a?os, pero de aspecto juvenil, rostro bronceado y brillantes ojos azules surcados de arrugas a cuyo interior el sol no hab¨ªa llegado, lo que confer¨ªa a su mirada una extra?a vivacidad. Tras el breve y habitual forcejeo de codos por obtener, a costa del brazo que separa los asientos, algo m¨¢s del exiguo territorio que ofrecen a sus usuarios las compa?¨ªas a¨¦reas, y cuando el avi¨®n ya hab¨ªa alcanzado su altura y velocidad de crucero, la dama se puso a leer un ejemplar de la revista Time emitiendo a media voz comentarios que denotaban asombro o indignaci¨®n, al tiempo que ¡ªcomo pude observar por el rabillo del ojo¡ª tachaba con un bol¨ªgrafo los rostros de personajes en ella fotografiados, y entre los que, cuando m¨¢s tarde me dej¨® la revista, comprob¨¦ que estaban el del cardenal Wuerl, implicado en el esc¨¢ndalo de pedofilia de la Iglesia cat¨®lica estadounidense, y el del presidente sirio Bachar el Asad. Cuando en el curso de la posterior conversaci¨®n con la dama ¡ªcuando nos presentamos me dijo que era canadiense y se llamaba Kim¡ª me atrev¨ª a preguntar el motivo de su irritaci¨®n y de las tachaduras, no tuvo ning¨²n empacho en confesarme que era su forma incruenta de ajusticiar a quienes, en su opini¨®n, ejerc¨ªan el mal. Mientras el resto de la cabina dormitaba a oscuras y nosotros charl¨¢bamos a la luz de las lamparillas de mantenimiento, Kim, vieja feminista y avezada lectora que, por cierto, me ponder¨® con entusiasmo Prestigio ¡ªla ¨²ltima novela de la trilog¨ªa de Rachel Cusk que acaba de publicar Asteroide¡ª, me confes¨® otras de sus filias y fobias. Entre ellas me interes¨® particularmente su visi¨®n de Stormy Daniels ¡ªla actriz porno a la que se atribuye una relaci¨®n con Trump que el presidente ha tratado de tapar intentando el soborno con fondos de campa?a¡ª como una especie de nueva hero¨ªna feminista que ha conseguido poner al inquilino de la Casa Blanca al borde del impeachment. Su argumento, simplificado al m¨¢ximo, era que, en definitiva, Daniels, una mujer que no se averg¨¹enza de monetizar sin hipocres¨ªas su (presunto) atractivo sexual, ha puesto en cuesti¨®n todo el orden patriarcal que representa ¡°esta presidencia¡± mediante su puesta en evidencia de la dicotom¨ªa esposa/puta en la que los hombres encierran tradicionalmente la sexualidad de las mujeres. Lo que me qued¨® claro es que el r¨¦cord de sus tachaduras se lo ha llevado Trump, que es el que m¨¢s sale en la prensa.
2. Verano
Nielsen, el m¨¢s respetado (y caro) or¨¢culo de la edici¨®n mundial, ha confirmado que los veranos largos y c¨¢lidos son estupendos para la salud del libro. Seg¨²n la encuesta realizada en Reino Unido, entre el 1 de junio y finales de agosto se vendieron 42 millones de libros impresos por 344,2 millones de libras. Por cierto que en Estados Unidos, y mientras las grandes cadenas libreras como Barnes & Noble aumentan exponencialmente la presencia de merchandising en espacios antes destinados a libros, se vive un impresionante resurgir de las independientes. Por solo poner un ejemplo significativo: la antigua Shakespeare & Company, una librer¨ªa ¡°de proximidad¡± que se fue al garete en 1996, ha resurgido con dos nuevos establecimientos en Manhattan. Y en Pek¨ªn y otras ciudades chinas, donde las autoridades locales se hab¨ªan alarmado por la notable desaparici¨®n de librer¨ªas a cuenta de la venta online, se han habilitado ayudas para la financiaci¨®n de librer¨ªas independientes que atiendan a las necesidades de cada barrio. No creo que este resurgimiento ponga en peligro el imperialismo cada vez m¨¢s apabullante de Amazon, pero al menos prolonga el placer de los verdaderos amantes de las librer¨ªas como espacios de cultura.
3. Editor
Dos asuntos de desigual car¨¢cter de los que me entero a mi regreso. En primer lugar, la muerte, a los 91 a?os, del gran editor John Calder: cuando alguien se muere en agosto, parece que se muere m¨¢s, porque los vivos est¨¢n de vacaciones. Editor arriesgado y tempranero de autores como Samuel Beckett ¡ªde quien fue ¨ªntimo amigo¡ª, William Burroughs, Ionesco, Duras y tantos otros, conspicuo izquierdista y defensor a ultranza de la libertad de expresi¨®n, Calder fund¨® su primera editorial en 1949, asoci¨¢ndose a?os m¨¢s tarde con la estupenda Marion Boyars, otro de los mitos de la edici¨®n brit¨¢nica. Todav¨ªa recuerdo con devoci¨®n la visita que Luis Su?¨¦n y yo ¡ªque entonces est¨¢bamos al frente de Alfaguara¡ª le hicimos, a finales de los ochenta, en su destartalado y modest¨ªsimo piso del Soho, situado en un edificio sin ascensor tambi¨¦n frecuentado por ¡°trabajadoras del sexo¡±. De la otra nota, no tan brillante, me entero por una revista ojeada en la sala de espera del oftalm¨®logo: Teodoro Garc¨ªa, nuevo secretario general del PP, natural de Cieza (y, entre otras cosas, ingeniero de Telecomunicaciones y doctor en Tecnolog¨ªas Industriales), lanz¨® con su boca el hueso de una aceituna a 19 metros de distancia, ¡°quedando a solo tres de conseguir entrar en el Guinness¡±. Veo que el PP prosigue con firmeza su proceso de regeneraci¨®n.
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