Wolfe no contesta
El autor de 'La hoguera de las vanidades' arremete en este libro contra la figura acad¨¦mica y pol¨ªtica de Noam Chomsky
Inglaterra, siglo XIX: pugna por el descubrimiento de la teor¨ªa de la evoluci¨®n. De un lado, Charles Darwin, rico y con el favor del establishment cient¨ªfico, y del otro, un desconocido Alfred Wallace, que vegetaba en Malasia enviando espec¨ªmenes de insectos a coleccionistas. Wallace fue el primero en describirla, pero le birlaron la antelaci¨®n, porque ¡°el Caballero Brit¨¢nico no era simplemente rico, poderoso y refinado. Tambi¨¦n era un h¨¢bil embaucador¡, h¨¢bil, h¨¢bil, h¨¢bil a rabiar¡±. S¨ª, este es el estilo del novelista (La hoguera de las vanidades) y ensayista (Lo que hay que tener) Wolfe.
El evolucionismo naciente ten¨ªa un problema: el hombre es un animal m¨¢s, pero ?de d¨®nde surge el lenguaje? Mientras que sus dientes y manos y pelo se pueden explicar a partir de sus antecesores animales, la capacidad del lenguaje es ¨²nica. Bueno, bueno¡ (se dir¨¢ el lector llegando aqu¨ª), ?c¨®mo es que Wolfe se ha aventurado en uno de los temas m¨¢s apasionantes, y oscuros, de la ciencia contempor¨¢nea? ?Qu¨¦ se propone? Enseguida se descubre: atacar por todos los medios al destacado ling¨¹ista y activista de izquierda Noam Chomsky. Para ello utiliza al misionero y ling¨¹ista Daniel Everett, quien en su libro No duermas, hay serpientes (Turner, 2014) describe una perdida tribu amaz¨®nica, los pirah?s. Para Everett, su lengua era un claro contraejemplo (tal vez el primero encontrado) de la teor¨ªa chomskiana de una ¡°gram¨¢tica universal¡±, generativa. En pirah? no hay ni pasado ni futuro, ni subordinaci¨®n (esa capacidad tan ¨²til de poder ir a?adiendo a una frase elementos que la expanden, pr¨¢cticamente sin l¨ªmite, mientras que el hablante y el oyente mantienen perfectamente el control del conjunto). En resumen: una lengua cuya sola existencia pod¨ªa poner en entredicho la teor¨ªa de Chomsky.
El libro de Everett tuvo ¨¦xito, sobre todo popular: al fin y al cabo era una nueva versi¨®n de la historia de pueblos primitivos que resultan tener la clave de algo que los m¨¢s adelantados ignoran. Pero los ling¨¹istas (chomskianos o no) saben muy bien que en la diversidad de lenguas humanas hay de todo, incluyendo las que no tienen tiempo pasado ni futuro, aunque lo marcan de diversos modos, como el chino o el guaran¨ª. Hay otras lenguas sin colores, o que no tienen m¨¢s que dos n¨²meros (uno y muchos).
La existencia de una lengua que derrumbara el generativismo habr¨ªa sido sin duda un acontecimiento¡ para la teor¨ªa ling¨¹¨ªstica, y uno se pregunta por qu¨¦ lo jalea el periodista Wolfe. Sencillamente, para meterse con la figura acad¨¦mica y pol¨ªtica de Noam Chomsky. Wolfe era (acaba de fallecer) un conservador, y sus p¨¢ginas est¨¢n llenas de chistecitos sobre el lenguaje pol¨ªticamente correcto: ¡°Los pueblos primi¡, ?ejem!¡±. Por alguna raz¨®n, que quiz¨¢s pertenezca al dominio del psicoan¨¢lisis, arremete contra el sistema acad¨¦mico y concretamente contra los ¡°modernos ling¨¹istas de sal¨®n con su aire acondicionado, su azulada palidez inducida por la pantalla del ordenador y sus pseudoviriles camisas abiertas¡±. Ahora podemos entender el comienzo de la obra: ?Chomsky es Darwin ¡ªtrapacero, altivo¡ª, y Everett ¡ªsufriente, enfangado en la selva¡ª es Wallace!
?Y el origen del lenguaje?, ?y su puesto en la evoluci¨®n?, tiene derecho a preguntarse el lector¡ Lamentablemente, esta obra no se lo va a aclarar.
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Autor:?Tom Wolfe.
Editorial:?Anagrama (2018).
Formato: tapa blanda y ebook (184 p¨¢ginas).
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