Renau, Sert y el ¡®Guernica¡¯, una vez m¨¢s
El mural de Picasso es una fuente imaginaria que nunca dejar¨¢ de manar
Durante la Guerra Civil, el pintor y cartelista Josep Renau, que en ese momento era director general de Bellas Artes, fue a Par¨ªs en viaje oficial para pedir a los artistas espa?oles que colaborasen con la causa de la Rep¨²blica mandando algunas obras al pabell¨®n espa?ol de la Exposici¨®n Universal de 1937. Durante ese viaje, Renau conoci¨® a Picasso. No fue, como se ha dicho, a contratar el cuadro que luego ser¨ªa el Guernica, sino a realizar una labor exploratoria. En Par¨ªs, se present¨® primero ante el embajador Luis Araquist¨¢in, quien le dijo que para ser director general iba muy mal vestido y que su obligaci¨®n era equiparlo seg¨²n el protocolo de su categor¨ªa para presentarse en regla en el estudio del pintor. ¡°All¨ª en la Embajada ¡ªme cont¨® un d¨ªa Renau¡ª me vistieron con un pantal¨®n de rayadillo, guantes amarillos de cabritilla, cuello de pajarita, corbata de plastr¨®n, bomb¨ªn, zapatos de media ca?a de pa?o con botones y un bast¨®n corto, como de bailar¨ªn de claqu¨¦. Al mirarme en el espejo estuve a punto de desmayarme¡±.
Con esa indumentaria, muy avergonzado, Renau se ech¨® a la calle. Era diciembre, hab¨ªa anochecido y estaba lloviendo. En la Embajada le hab¨ªan dado la direcci¨®n de Picasso en la Rue de Bo¨¦tie, pero al llegar vio con sorpresa que el n¨²mero que llevaba en el papel correspond¨ªa a un bistr¨® por cuya ventana se vislumbraba dentro a unos tipos que beb¨ªan y jugaban a las cartas bajo una pantalla verde. No sab¨ªa qu¨¦ hacer, vestido como un payaso moj¨¢ndose en la acera. Dice Renau: "Desde un tabac llam¨¦ a la Embajada. Se puso Bu?uel, que se hab¨ªa enchufado de funcionario para huir de la guerra, quien me confirm¨® que esas eran las se?as exactas que les hab¨ªa dado el pintor. Entonces tir¨¦ el bomb¨ªn, la pajarita, el pa?o de los zapatos y la bengala de bailar¨ªn en un cubo de basura que hab¨ªa junto al portal y me qued¨¦ en gabardina y con la bufanda enrollada como si estuviera resfriado". Al atravesar la penumbra del bistr¨® alguien le dio unos toques en la espalda y le pregunt¨®: ¡±?Es usted Renau? Yo soy Picasso. Venga. Que quiero presentarle a dos paisanos suyos. T¨®mese un pernod con nosotros¡±.
Jugando a las cartas con Picasso estaban dos tipos de Corbera de Alcira, valencianos, asentadores de frutas en el mercado de Les Halles. Parec¨ªan tres apaches. ¡°Picasso era un currutaco ¡ªme dec¨ªa Renau¡ª, m¨¢s bajito incluso que yo, con ojos de brasa. Se pas¨® todo el rato contando animaladas y chistes verdes. Max Aub me dijo despu¨¦s que Picasso me hab¨ªa citado en aquella taberna con los dos valencianos de Alcira para hacerme un honor¡±. Seg¨²n la leyenda, en aquel bistr¨® se formaliz¨® el encargo de la Rep¨²blica en una servilleta de papel.
Un d¨ªa, bajo la c¨²pula del hotel Palace, el arquitecto Josep Llu¨ªs Sert, quien junto con Luis Lacasa cre¨® el pabell¨®n de la Exposici¨®n Internacional, me dijo que en aquel tiempo de Par¨ªs ve¨ªa a Picasso casi todas las noches en el Caf¨¦ de Flore y que all¨ª se forjaron las ideas y los planes del Guernica. Picasso no solo acept¨® con gusto el encargo de la Rep¨²blica, sino que se puso al frente y tom¨® la iniciativa. ¡°Tuvimos la suerte de contar en nuestro pabell¨®n tan peque?o con los mejores artistas del momento. Picasso, Mir¨®, Alberto, Julio Gonz¨¢lez y Calder. Terminada la exposici¨®n, todas las obras se devolvieron a Valencia, donde estaba el Gobierno, excepto el Guernica, que reclam¨® Picasso para custodiarlo unos a?os. Hemingway compr¨® La mas¨ªa, de Mir¨®. A Picasso se le pagaron, como a todos los dem¨¢s, solo los colores, las telas, los bastidores, los marcos, el transporte, cantidades m¨ªnimas¡±.
Seg¨²n contaba el arquitecto Sert, el trabajo fue un regalo, que hizo como un donativo cada artista, porque todos se hab¨ªan ofrecido a colaborar con la Rep¨²blica. ¡°Hay una carta de Max Aub muy clarificadora en este sentido. No existen recibos. Solo est¨¢ la factura de las fotograf¨ªas que Dora Maar, amiga de Picasso, iba haciendo del cuadro y que pasaba al cobro. Y all¨ª pone tantas fotos a tantos francos cada una, suma 250 francos. Hubo nueve pagos por estos trabajos. Es lo ¨²nico que consta como prueba. Nunca hubo contrato. Renau era director general de Bellas Artes y lo ve¨ªas con un mono de mec¨¢nico dibujando carteles, escribiendo los textos que luego los mejores literatos, Aragon, ?luard y Tristan Tzara, rivalizaban en corregir¡±.
El arquitecto Sert a?adi¨®, con cierta sorna, durante la entrevista en el Palace: ¡°Si en el Caf¨¦ de Flore, en Par¨ªs, en plena guerra, nos hubieran dicho que el Guernica volver¨ªa a Espa?a con un Borb¨®n en el trono, con un presidente del Gobierno que se llamar¨ªa Calvo Sotelo, con un cura, el padre Sope?a, como director del Museo del Prado, con la Guardia Civil custodiando el cuadro y con Dolores Ib¨¢rruri presente en los actos de la inauguraci¨®n, hubi¨¦ramos cre¨ªdo que se trataba de otra broma surrealista de Luis Bu?uel¡±. Y es que el Guernica de Picasso es una fuente imaginaria que nunca dejar¨¢ de manar.
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