La inteligencia excluida
Los excesos de la correcci¨®n pol¨ªtica son un c¨¢ncer que est¨¢ haciendo met¨¢stasis en el idioma y causando da?os colaterales como el llamado lenguaje inclusivo o incluyente
El 9 de junio de 2016 el nombre de Steffen K?niger, diputado de Alternativa para Alemania, partido euroesc¨¦ptico fundado en 2013, se volvi¨® un fen¨®meno viral en internet gracias a una intervenci¨®n en la que el parlamentario expres¨® su inconformidad con el Partido Verde, que hab¨ªa presentado un proyecto de ley para la aceptaci¨®n de la diversidad y la autodeterminaci¨®n sexuales. La inconformidad se manifest¨® a trav¨¦s de la enumeraci¨®n de varias decenas de autoatribuciones de g¨¦nero con la que K?niger ametrall¨® durante casi dos minutos?a la C¨¢mara donde se presentaba: ¡°Estimados homosexuales, estimadas lesbianas, estimados andr¨®ginos, estimados big¨¦nero¡¡± Al t¨¦rmino de este listado hubo una sola frase dirigida a los verdes: ¡°El partido Alternativa para Alemania rechaza su propuesta¡±. Acto de bordes kafkianos, el no discurso del diputado exhibi¨® la pobreza discursiva de quienes intentan ser correctos a como d¨¦ lugar y confunden la riqueza de la palabra con la palabrer¨ªa.
Para que un lenguaje sea en verdad incluyente debe apelar a la inteligencia en lugar de excluirla
Acudo al ejemplo de K?niger porque creo que ilustra con claridad los excesos y los extremos a los que puede conducir la correcci¨®n pol¨ªtica, ese c¨¢ncer que est¨¢ haciendo met¨¢stasis en el idioma y causando da?os colaterales como el llamado lenguaje inclusivo o incluyente, cuyos primeros s¨ªntomas se remontan a los a?os sesenta. En una entrevista reciente Concepci¨®n Company, acad¨¦mica de la lengua y miembro de El Colegio Nacional en M¨¦xico, se?al¨®: ¡°[El lenguaje incluyente] es una tonter¨ªa; as¨ª, tranquilamente. En primer lugar, no es equidad de g¨¦nero sino de sexo, el g¨¦nero es de la gram¨¢tica [¡] Me parece adem¨¢s que el lenguaje incluyente es antiecon¨®mico, no me imagino a un creador diciendo: ¡®Queridos compa?eros y queridas compa?eras.¡¯ En aras de esa equidad estamos perdiendo equilibrio, elegancia en la lengua, y podemos cometer errores gramaticales [¡] Lo que tenemos que modificar es la sociedad.¡± La pol¨¦mica, por supuesto, no se hizo esperar, sobre todo porque El Colegio Nacional, al que Company pertenece desde 2016, ha recibido cr¨ªticas por sexismo desde diversos frentes, ya que en 75 a?os de historia ha contado entre sus miembros con 103 hombres y tan solo cuatro mujeres. Aunque para algunos resulte radical, la postura de Company es necesaria y sensata en un momento en que la insensatez y el esp¨ªritu inquisitorial predominan en el intercambio p¨²blico sobre todo en el ¨¢mbito de las redes sociales, esas plataformas en las que la sobrecarga de superficialidad impide la verdadera profundizaci¨®n en temas de relevancia.
Entre esos temas se encuentran evidentemente el machismo y la ginopia, neologismo con el que se nombra la invisibilizaci¨®n de la perspectiva femenina especialmente en situaciones de violencia. Para dar una mayor visibilidad a dicha perspectiva ha surgido el movimiento #MeToo, que en agosto pasado sufri¨® un duro rev¨¦s cuando la actriz y directora italiana Asia Argento, una de sus principales voceras, fue acusada de abuso sexual por el exactor infantil Jimmy Bennett. Al contrario de muchas opiniones fan¨¢ticas, sostengo que esta denuncia no invalida en lo absoluto el nuevo afianzamiento feminista; lo que s¨ª hace es poner el dedo en una llaga obvia pero no por ello menos dolorosa: el abuso sexual depende del ejercicio del poder y no del g¨¦nero de quien abusa. En The Power (2016), estupenda novela dist¨®pica que dialoga con El cuento de la criada (1985) de Margaret Atwood, Naomi Alderman escribe: ¡°El g¨¦nero es un juego de d¨®nde est¨¢ la bolita. ?Qu¨¦ es un hombre? Todo lo que no es una mujer. ?Qu¨¦ es una mujer? Todo lo que no es un hombre. Golpea y sonar¨¢ hueco. Mira debajo del cubilete: ah¨ª no hay nada.¡± Muestra depurada de ciencia ficci¨®n feminista, The Power plantea un futuro no tan lejano en el que las mujeres se adue?an del control del mundo ayudadas por la potente energ¨ªa el¨¦ctrica que generan. El dispositivo narrativo creado por la autora es tan sagaz como provocador: el libro que leemos es la transcripci¨®n de una ¡°novela hist¨®rica¡± firmada por Neil Adam Armon, miembro de la Asociaci¨®n de Hombres Escritores cuyo nombre es un anagrama de Naomi Alderman. ?D¨®nde, en efecto, est¨¢ la bolita del g¨¦nero?
La equidad de g¨¦nero es por lo que en ¨²ltima instancia lucha el lenguaje incluyente. A este respecto Concepci¨®n Company apunta: ¡°[La batalla por la equidad] no se da en la gram¨¢tica, se da en la sociedad. Cuando las sociedades sean igualitarias estoy segur¨ªsima de que los h¨¢bitos gramaticales se van a modificar¡±. Puede ser que esta idea suene demasiado ut¨®pica, ya que la sociedad no ha alterado su inclinaci¨®n decididamente androc¨¦ntrica en varios siglos. Puede ser que el lenguaje incluyente sea un primer paso hacia un cambio de perspectiva. Lo cierto es que usar ¡°@¡±, ¡°e¡± o ¡°x¡± denota no tanto el deseo de abolir el sexismo imperante e incluir a ambos g¨¦neros (¡°estimad@s¡±, ¡°estimades¡±, ¡°estimadxs¡±) como una indigencia expresiva, la incapacidad y en muchos casos la franca pereza de acudir a las vastas posibilidades que ofrece el idioma espa?ol para exponer, discutir y argumentar. Para que un lenguaje sea en verdad incluyente debe apelar a la inteligencia en lugar de excluirla y remplazarla por el empleo de modismos y recursos pol¨ªticamente correctos que da?an y entorpecen nuestro veh¨ªculo primordial de comunicaci¨®n.?
Mauricio Montiel Figueiras es escritor y editor mexicano.
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