Ingmar Bergman, el hombre hura?o, el genio inabarcable
Dos documentales, uno de ellos dirigido por Margarethe Von Trotta, analizan la vida y la obra del cineasta en el centenario de su nacimiento
Cualquier excusa es buena para hablar de Ingmar Bergman (Upsala, 1918 ¡ª Faro, 2007). Pero este a?o se cumple el centenario de su nacimiento y los festivales se llenan de documentales sobre la obra inigualable y la compleja vida personal del cineasta y dramaturgo sueco, un creador inabarcable, un hombre casi insufrible. As¨ª ha ocurrido en la Seminci, donde pueden verse Searching for Ingmar Bergman, de la veterana cineasta alemana Margarethe Von Trotta, amiga del sueco cuando Bergman se autoexili¨® en Alemania, y Bergman, su gran a?o, documental realizado por Jane Magnusson, que lleva casi una d¨¦cada centrada en su compatriota: le ha dedicado un corto de ficci¨®n, una serie de televisi¨®n y dos documentales. Ambos se estrenar¨¢n comercialmente en Espa?a.
Las dos iban a charlar para EL PA?S sobre su objeto de estudio, pero un fuerte resfriado ha impedido el viaje de la directora, una de cuyas pel¨ªculas, Las hermanas alemanas (1981), Le¨®n de Oro en Venecia, fue elegida por Bergman entre sus once favoritas de todos los tiempos. Von Trotta ha dirigido un documental bell¨ªsimo, que no esconde la peor cara de Bergman, y que arranca una confesi¨®n de su autora, quien descubri¨® su cine durante su juventud en Par¨ªs: ¡°Vi El s¨¦ptimo sello en una reposici¨®n y decid¨ª en ese momento ser directora¡±. Por eso viaja a la playa ¡ªla zona cero del mito Bergman¡ª donde se film¨® la famosa partida de ajedrez de ese drama, habla con cineastas y con expertos en su obra, recorre su paisaje vital en Estocolmo y Faro, e interroga a amigos y familiares. As¨ª aparece Daniel Bergman, uno de sus nueve hijos, que incide en el pasotismo de su padre con sus v¨¢stagos, lo que les provoc¨® un enorme dolor. Por no hablar de su relaci¨®n con las mujeres, a las que, seg¨²n Daniel, ¡°embarazaba y abandonaba, como si las marcara o les dejara un regalo¡±.
Von Trotta descubre que a Bergman le gustaban los culebrones estadounidenses, como Dallas o Dinast¨ªa, algo que tambi¨¦n subraya Magnusson. Cuando falleci¨® Bergman, un magnate noruego compr¨® su casa y cat¨¢logo todos sus objetos, excepto su videoteca, que despreci¨®. Magnusson se ofreci¨® a hacer esa labor, y encontr¨® que al genio le interesaba todo tipo de cine, desde Pearl Harbor a Granujas a todo ritmo, adem¨¢s de los cl¨¢sicos obvios: Bu?uel, Tarkovski... ¡°Liv Ullman cuenta que, efectivamente, le gustaba ver soap operas en televisi¨®n. Por cierto, en su colecci¨®n solo hab¨ªa un documental, que estaba centrado... en ¨¦l mismo¡±.
Magnusson incide m¨¢s en el lado oscuro de Bergman, su faceta de gru?¨®n, su comportamiento como rey del teatro y del cine sueco. ¡°Obviamente, se lo permitieron tanto sus coet¨¢neos como sus colaboradores. Incluso sus esposas. Poca gente habla mal de ¨¦l y prefieren en recordarle como su gran amigo¡±, r¨ªe la cineasta sueca. ¡°Estaba obsesionado con su trabajo, y puede que si hubiera sido un buen padre, no habr¨ªa hecho tantas obras maestras¡±. Su filme usa como motor el a?o 1957, cuando Bergman, con 38 a?os, estrena El s¨¦ptimo sello, rueda Fresas salvajes y otras dos pel¨ªculas m¨¢s, dirige cuatro obras de teatro, tiene ya seis hijos de tres matrimonios, sufre ¨²lceras estomacales, graba su primer telefilme, y mantiene a la vez cuatro relaciones sentimentales. ¡°Es el inicio de su gran carrera, cuando descubre en su interior el director que querr¨¢ ser¡±.
La pasi¨®n por reescribir su biograf¨ªa
?Toda la carrera de Ingmar Bergman, sus 55 a?os, hablaba en realidad de ¨¦l? "Desde luego, s¨ª a partir de 1957, con Fresas salvajes, que protagoniza su maestro, el pionero del cine sueco Victor Sj?str?m", asegura Jane Magnusson. Pero el mismo Bergman, que escribi¨® y document¨® su vida con minuciosidad, no es una fuente fiable de informaci¨®n. Reescribi¨® a su antojo cualquier acontecimiento, y vet¨®, por ejemplo, una entrevista en televisi¨®n en los a?os ochenta a su hermano mayor, Dag. "Dag abre una brecha cuando asegura que en realidad Ingmar era el favorito de su padre, un estricto pastor luterano. Pensando en Fanny y Alexander [1982], resulta que Ingmar no era Alexander, objeto de castigos y golpes por parte de su progenitor, sino Fanny, la testigo silenciosa. Aunque tampoco Dag es de fiar", advierte Magnusson, que ha usado la entrevista en su filme.
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