El pr¨ªncipe ruso que cre¨® el libro de firmas en la Alhambra para acabar con los grafitis
Dimitri Dolgoroukov, que comparti¨® estancia en Granada con el escritor Washington Irving, trat¨® de erradicar as¨ª una costumbre muy arraigada
Owen Jones y Richard Ford, dos ingleses cultos del siglo XIX. Arquitecto el primero, escritor y viajero el segundo. Alonso Cano, escultor y pintor del XVI. Hombres ilustrados de su tiempo que un d¨ªa visitaron la Alhambra y, a ojos de hoy, sacaron su lado m¨¢s gamberrete en la fortaleza nazar¨ª. Ellos, como tantos otros entonces, marcaron su nombre y fecha de visita en fuentes, columnas y otros lugares inapropiados. Y no lo hicieron a l¨¢piz, sino a buril o similares. Owen incluso a?adi¨® unas l¨ªneas sobre su formaci¨®n profesional. M¨¢s o menos visibles para el turista, esas firmas permanecen a¨²n hoy en la Alhambra. Fue un diplom¨¢tico y pr¨ªncipe ruso, Dimitri Dolgoroukov, quien en 1829 puso en marcha el primer intento de erradicar esa costumbre con un regalo a la instituci¨®n, un libro de firmas. Si firmaban all¨ª, pens¨®, ya no lo har¨ªan en las columnas.
El pr¨ªncipe Dolgoroukov, o Dolgorouki, es un hombre poco conocido al que Washington Irving ya menciona en la tercera l¨ªnea de los Cuentos de la Alhambra. El tambi¨¦n diplom¨¢tico y escritor norteamericano cuenta que ¡°en la primavera de 1829, el autor de este libro, a quien la curiosidad hab¨ªa tra¨ªdo hasta Espa?a, hizo un viaje desde Sevilla a Granada en compa?¨ªa de un amigo miembro de la embajada rusa en Madrid¡±. Ruso y norteamericano consiguen que Antonia, gobernanta en la Alhambra y ¡°due?a del palacio¡± seg¨²n Irving, les permita pasar varios d¨ªas en los apartamentos del gobernador. All¨ª viven ¡°como soberanos¡±, relata Irving, hasta que al ruso lo llaman a Madrid y ¡°hubo de abdicar¡±.
Es en esa estancia cuando el pr¨ªncipe ruso percibe los muchos grafitis que pueblan la Alhambra. Algo, por otra parte, nada raro entonces. B¨¢rbara Jim¨¦nez Serrano, jefa del archivo y biblioteca de la Alhambra y el Generalife, recuerda que eso de dejar el nombre y la fecha en los sitios visitados no es una costumbre de hoy. ¡°Hemos encontrado grafitis de la ¨¦poca nazar¨ª, del periodo en el que se estaba construyendo la Alhambra, probablemente realizados los trabajadores. Y de ah¨ª en adelante, de todas las ¨¦pocas¡±.
Alarmado ante esas marcas, Dolgoroukov don¨® a la instituci¨®n el primero de los 12 libros de firmas que B¨¢rbara Jim¨¦nez conserva en el archivo. Es un grueso tomo de 700 p¨¢ginas, forrado en piel verde, con el texto ¡°Donado a la Alhambra por el pr¨ªncipe Dolgorouki¡± grabado en su portada. El diplom¨¢tico ruso escribe la primera entrada del libro el 9 de mayo de 1829 explicando la funci¨®n del libro: ¡°Muchos viajeros que quer¨ªan perpetuar el recuerdo de su visita a la Alhambra desfiguraron sus muros llen¨¢ndolos de nombres y pensamientos. Con el fin de asegurar una existencia m¨¢s larga de la memoria de los viajeros y al mismo tiempo preservar el edificio de mayores amenazas, este libro fue ofrecido por el pr¨ªncipe Dolgoroukov¡±. Y detr¨¢s del pr¨ªncipe, miles de firmas -probablemente m¨¢s de 10.000¨C ocupan las p¨¢ginas de un volumen que se complet¨® 43 a?os despu¨¦s, en 1872.
Lo que a d¨ªa de hoy no est¨¢ explicado es de d¨®nde cogi¨® el pr¨ªncipe ruso la idea del libro de firmas como instrumento de protecci¨®n del patrimonio
Las p¨¢ginas del libro de Dolgoroukov confirman lo que cualquier visitante puede comprobar tras pasear por la Alhambra. De all¨ª se sale con una inspiraci¨®n po¨¦tica m¨¢s elevada de la que se ten¨ªa al entrar. Junto a quienes se limitan a firmar, fechar y escribir su lugar de procedencia, abundan quienes prefieren dejar por escrito su sentimiento a trav¨¦s de una poes¨ªa, un comentario o un dibujo. Incluso los profesionales se emocionan, como Jos¨¦ Zorrilla que el 12 de abril de 1844 concluy¨® su visita con un poema de 28 versos que, adem¨¢s, luego publicar¨ªa en 1855 con el t¨ªtulo de Primera impresi¨®n de Granada.
Una idea de origen desconocido
Entre las miles de firmas, algunas conocidas como las del que fuera primer ministro del Reino Unido, Benjamin Disraeli, el escritor santanderino Jos¨¦ Mar¨ªa de Pereda o el propio Washington Irving. Incluso hay espacio para un guas¨®n. Es el caso de ese ingl¨¦s que en agosto de 1843, en la misma p¨¢gina que el abogado M. del Olmo y el periodista Pedro G¨®mez Sancho dejan lo mejor de su literatura recordando el olor de los arrayanes y los naranjos, firma como ¡°Sir watercloset¡± (se?or inodoro, en ingl¨¦s).
Mikhail Rossiyski, primer consejero de la embajada rusa en Espa?a y buen conocedor de Dolgoroukov, explica por qu¨¦ la idea del libro de firmas: ¡°Era una costumbre rusa la de los libros de firmas. Cuando un alto dignatario celebraba un cumplea?os, en el zagu¨¢n de la casa dejaba un libro donde pod¨ªa firmar todo aquel que quer¨ªa felicitarle. Quiz¨¢ pensando en esto invent¨® algo parecido¡±. Dolgoroukov, por otra parte, lleg¨® a Espa?a tras pasar varios a?os en Roma donde, seg¨²n Jes¨²s Berm¨²dez, conservador jefe de la Alhambra, ya exist¨ªa comenz¨® la costumbre de situar libros de firmas en algunos espacios patrimoniales.
Aunque Dolgoroukov abandon¨® la Alhambra pronto para proseguir con sus tareas diplom¨¢ticas, su amistad con Irving se prolong¨®. Tom¨¢s Navarro, periodista granadino que se ha propuesto dar a conocer a Dolgoroukov y planea un homenaje en los pr¨®ximos meses, explica que el americano le enviaba los cuentos que iba escribiendo para que ¨¦ste le diera su opini¨®n. A?os despu¨¦s, volvieron a coincidir en Londres como diplom¨¢ticos. No volvieron a Granada pero uno por los cuentos, otro por el libro, ambos contribuyeron a situar la Alhambra en el sitio que hoy ocupa.
A la caza de firmas
Se sabe que Francois-Ren¨¦ de Chateaubriand visit¨® la Alhambra. Y tambi¨¦n se conoce que ¨¦l dej¨® su nombre impreso en alguna pared del recinto. Pero a¨²n no se ha dado con su firma. Jes¨²s Berm¨²dez, conservador jefe de la Alhambra, explica que, ¡°la historiograf¨ªa de la Alhambra demuestra que Chateaubriand la visit¨® y escribi¨® su nombre en una pared. Llevamos a?os busc¨¢ndolo pero a¨²n no lo hemos encontrado¡±. Y parece que el espacio de b¨²squeda es limitado. De hecho, cuenta Berm¨²dez, en el patio de Lindaraja est¨¢ la que llaman ¡°Galer¨ªa de Chateaubriand¡±. Ese es el centro de la b¨²squeda pero, secretos tiene la Alhambra, a¨²n no ha aparecido?en la fortaleza nazar¨ª.
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