Cuando las ovejas campaban por la catedral
El escultor Miguel Sobrino reivindica en sus libros los pasados usos civiles de los templos, hoy desaparecidos
Cuando se traspasan las puertas de una catedral, suele ser para rezar, ir a misa, participar en alg¨²n sacramento o contemplar su arte. Normalmente, en voz baja y respeto. Sin embargo, durante siglos no fue solo as¨ª. Esas puertas estaban abiertas de par en par y en el interior tronaban espect¨¢culos pirot¨¦cnicos, los pastores atravesaban las naves con su reba?o para no tener que dar rodeos y se celebraban fiestas que ten¨ªan poco de piadosas. "En su origen, las catedrales eran la prolongaci¨®n de las calles y la vida no paraba a su entrada, sino que pasaba y se exaltaba. Heredaron el papel de los foros de las ciudades romanas¡±, dice el escultor y dibujante Miguel Sobrino Gonz¨¢lez (Madrid, 1967), quien a trav¨¦s de sus conferencias, art¨ªculos y libros reivindica los usos civiles que tuvieron los principales templos espa?oles.
"Los gremios se reun¨ªan en las capillas, se hac¨ªan negocios, hab¨ªa mercados en sus claustros¡ por eso las ciudades con m¨¢s comercio construyeron lonjas, para sacar de las catedrales esta actividad cuando creci¨®", explica Sobrino, que recuerda tambi¨¦n que en esta iglesias principales se dirim¨ªan cuestiones legales, de ah¨ª que varias conserven puertas llamadas "de la justicia". Los animales campaban a sus anchas: "Se entraba con los perros y los ganaderos lo hac¨ªan con las reses para que se las bendijeran". El principio del fin de estos usos fue "la reforma protestante, que puso al catolicismo a la defensiva y m¨¢s estricto. Con el Concilio de Trento, en 1545, se prohibir¨¢n progresivamente bailes y fiestas".
A Sobrino, que imparte un taller de canter¨ªa en Escuela de Arquitectura de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, le interesan lo que llama ¡°las propinas de la historia¡± sobre la construcci¨®n de estas grandes obras, esos cap¨ªtulos poco conocidos con los que, de paso, intenta desterrar clich¨¦s, algunos acu?ados por la literatura. Como que fueron levantadas por semiesclavos. "Eran grupos bien considerados y pagados, se les proporcionaba casa y se les exim¨ªa de impuestos; estaban cualificados y, si no estaban de acuerdo con los salarios, incluso organizaban protestas y huelgas". Otro dato que subraya es que no eran cuadrillas muy numerosas. ¡°La catedral vieja de Salamanca la hizo un n¨²cleo duro de unas 30 personas; la de Santiago, unos 50, aunque luego se a?ad¨ªan peones y voluntarios¡±.
Las mujeres tambi¨¦n ten¨ªan protagonismo: hab¨ªa escultoras, las que preparaban el mortero, incluso maestras de obra. ¡°Era una mezcla de gentes e idiomas. Cuando acababan, se marchaban a otro sitio donde hubiese trabajo". Por eso, las catedrales se convirtieron en "laboratorios de tecnolog¨ªa; se gastaba mucho dinero y entre las ciudades se gener¨® una gran competencia por tener la m¨¢s alta, la m¨¢s bonita".
Entre las que poseen historias sabrosas, llama la atenci¨®n la de Palencia: con can¨®nigos que, en el siglo XVIII, "eran amonestados por fumar en el coro; hab¨ªa peleas entre los ministriles, los m¨²sicos contratados para las ceremonias, y se lleg¨® a soltar alg¨²n buey para hacer un encierro en sus naves". Siguiendo con astados, el cabildo de la de Segovia orden¨® construir un palco de piedra anexo a la catedral, ¡°el balc¨®n de toros¡±, para ver c¨®modamente los espect¨¢culos de la plaza mayor. "Y en el contrato pidieron al arquitecto que habilitase un hornillo en el palco para calentar el chocolate. Esa construcci¨®n se demoli¨® posteriormente".
Otro uso festero fue el cimborrio de la de Valencia. "Es una aut¨¦ntica caja esc¨¦nica, que tuvo un sistema de poleas y argollas para espect¨¢culos en los que sub¨ªan y bajaban personas vestidas de ¨¢ngeles entre bengalas, humo, petardos¡ hasta que se quem¨® un retablo en el siglo XVII y el obispo decidi¨® prohibirlo". Otras seos que perdieron ritos l¨²dicos fueron las de Barcelona y Zamora. En la primera, en la base de su ¨®rgano estaba la carassa, una cabeza de ¨¢rabe con turbante a la que, cuando se tocaban notas graves, se le abr¨ªan la boca y los ojos para que cayesen caramelos entre los ni?os, una tradici¨®n que se elimin¨® en 1970. En la segunda, bajo el cimborrio hab¨ªa "un gran caldero de barro al que se le daban palos hasta que se romp¨ªa, como una pi?ata".
Sobrino, que prepara un nuevo libro, de castillos, tras los publicados sobre catedrales y monasterios, lamenta que aquellas se hayan convertido ¡°en objeto tur¨ªstico¡±. Este divulgador sostiene que el sistema de "cobrar por entrar en ellas es traicionar su sentido, falsificar su historia", por lo que se muestra partidario de que solo se pague por ¡°usos a?adidos¡±, como acceder a sus museos, subir a las torres o adquirir recuerdos, "esto ¨²ltimo ya se hac¨ªa en la Edad Media". "El Estado deber¨ªa gestionarlas a trav¨¦s de nuestros impuestos porque son de todos".
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