Un panfleto maravilloso
La poeta y cr¨ªtica Annie Le Brun destapa la degradaci¨®n y la fealdad que promueven artistas-empresarios, galeristas-ojeadores y cr¨ªticos de arte-comisarios-prescriptores
La ense?anza art¨ªstica en las escuelas deber¨ªa empezar por este final. Por el final del final del arte que es Lo que no tiene precio, de la incorruptible Annie Le Brun. Esta poeta y cr¨ªtica francesa (Rennes, 1942) ha creado un artefacto duchampiano: no sabemos qu¨¦ tipo de libro es, pero est¨¢ lleno de significado. Sus m¨¢s de 200 p¨¢ginas son otras tantas guillotinas que muchos cr¨ªticos de arte hubieran querido dejar caer, pero ya es demasiado tarde y hemos llegado demasiado lejos, agasajados, pringados o literalmente a sueldo de los jefes de siempre.
Ocurre que todo en el arte actual ¡ªdesde una banalidad a la puja multimillonaria por un Leonardo dudoso¡ª est¨¢ sujeto a su teorizaci¨®n y mercantilizaci¨®n. De ah¨ª que sea tan dif¨ªcil salirse del bucle. Pero Le Brun habita en otro planeta, all¨ª la vemos sola, con su fular, su sombrero-boa que se come un elefante y su sable apuntando al estercolero. La denuncia de esta controvertida anarcoecologista y feminista, experta en Sade, Jarry y Rimbaud, es contra la degradaci¨®n y la fealdad que promueven artistas-empresarios, galeristas-ojeadores y cr¨ªticos de arte-comisarios-prescriptores. Tambi¨¦n contra el saqueo generalizado de Occidente que vive bajo el imperio est¨¦tico de lo que llama ¡°realismo globalista¡±.
Los que cobran de lo lindo son siempre los mismos: Koons, Hirst, ?Saatchi, Arnault, Pinault y esos otros fen¨®menos de la provocaci¨®n y del gigantismo art¨ªstico, l¨¦anse entre l¨ªneas Larry Gagosian, Ai Weiwei, Marina Abramovic, Christo, Joana Vasconcelos, Botero, Plensa¡, brutalizadores de aeropuertos y plazas p¨²blicas. La violencia del dinero ha sitiado el dominio de lo sensible, invadiendo, sometiendo y domesticando los museos, convertidos en parques de atracciones donde reciben reverencia ¡°los que fueron colaboradores de gobiernos nazis (Vuitton) y los que amasaron su fortuna con dinero del apartheid (Fundaci¨®n Cartier) (¡). Ya no existe un solo problema art¨ªstico que no sea comercial desde que una buena parte del arte contempor¨¢neo se ha convertido en una apuesta decisiva de las altas finanzas¡±, opina Le Brun a prop¨®sito del monopolio de explotaci¨®n del Vantablack (un color negro tan intenso que es capaz de abolir las formas, el contorno y el relieve) por Anish Kapoor, quien ha privado del derecho a servirse de ¨¦l al resto del mundo. Es el bot¨ªn al que se refer¨ªa Walter Benjamin, el que forman todos los bienes culturales, incluido el outsider art, que los vencedores no paran de apropiarse. La salida que propone la autora est¨¢ en el campo de la belleza, una belleza libre que no viene de arriba, sino de muy abajo, de pasadizos profundos donde operan los resistentes, ¡°so?adores y desertores dispuestos a inventar una nueva historia del otro lado del tiempo¡±.
Gerentes de museos, por cinismo o por verg¨¹enza, regalen con el precio de la entrada este libro sin precio. Amasadores de arte, despr¨¦ndanse de sus obras, llenen con ellas c¨¢rceles, ministerios, polideportivos, restaurantes chinos; cu¨¦lguenlas en Wallapop o qu¨¦menlas en la pr¨®xima Documenta. El idilio con el arte ha terminado. Hay que empezar de nuevo.
Lo que no tiene precio. Belleza, fealdad, pol¨ªtica.?Annie Le Brun. Traducci¨®n de Lydia V¨¢zquez Jim¨¦nez. Cabaret Voltaire, 2018. 240 p¨¢ginas. 19,95 euros.
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