Marta D¨ªaz, leyenda del libro argentino
Durante 38 a?os estuvo al frente de la feria literaria de Buenos Aires
Ning¨²n visitante la hizo tan feliz como Ray Bradbury. El inefable autor de Cr¨®nicas Marcianas, con sus bromas y su estilo expansivo y llano, borr¨® de golpe la marcada timidez y el exagerado respeto que Marta D¨ªaz guardaba por los grandes escritores que tra¨ªa a la Argentina. Fue una amistad a primera vista, y la estricta y legendaria alma m¨¢ter de la Feria del Libro de Buenos Aires hasta le consinti¨® lo que a nadie. Que Bradbury bebiera tinto durante sus presentaciones en p¨²blico. La gran anfitriona vivi¨®, sin embargo, muy malos momentos con otros divos de ese Olimpo plagado de egos. Cuando Ernesto Sabato la dej¨® una vez plantada a sala llena, D¨ªaz se puso literalmente de los nervios: el cuerpo se le llenaba de urticaria al¨¦rgica cuando algo fallaba en su aceitada organizaci¨®n.
Trat¨® con Borges, Mujica L¨¢inez, Cela, Saramago, Donoso, Bioy Casares (por quien ten¨ªa predilecci¨®n), Italo Calvino, Gunter Grass, Paul Auster, Susan Sontag y Doris Lessing, y con tantas otras figuras de la literatura universal. Y sus colaboradores esperaban que, en su retiro, se abocara a escribir la cr¨®nica secreta de sus 38 a?os de gesti¨®n al mando de una de las ferias literarias m¨¢s relevantes del mundo. Pero D¨ªaz era muy reservada, jam¨¢s deslizaba an¨¦cdotas de intimidad, y se negaba a traicionar la confianza. Se llev¨® a la tumba, por tanto, un tesoro hist¨®rico: muri¨® el mi¨¦rcoles de madrugada, mientras dorm¨ªa, en la cama de un cuarto del Sanatorio Otamendi.
Hija de gallegos, amante del tango, cantante secreta y afinada y, sobre todo, obsesiva de la administraci¨®n, comenz¨® como secretaria ejecutiva de quien fund¨® la Feria: el profesor Roberto Castiglione, por quien sent¨ªa devoci¨®n, pero a quien no permit¨ªa irse por las ramas en las reuniones del Consejo. Los testigos la recuerdan con una campanilla en la mano, que agitaba para cortar a los diletantes, y con un l¨¢piz rojo en la otra con el que marcaba el plano del predio, los stands, los temas, los debates y los autores. Cuando su jefe se jubil¨®, tom¨® el control y convirti¨® la Feria en un espect¨¢culo de masas. Aprendi¨® ingl¨¦s, acopi¨® libros, estudi¨® literaturas, viaj¨®, import¨® tendencias y puj¨® con distintos Gobiernos. En un pa¨ªs signado por la desorganizaci¨®n, ella sac¨® adelante una organizaci¨®n casi perfecta. Un director posterior fue advertido de entrada por el equipo: ¡°Ojo que Marta sab¨ªa cu¨¢l era el ¨²ltimo libro de Javier Mar¨ªas y cu¨¢ntos inodoros habilitados hab¨ªa en el predio¡±. D¨ªaz no se cas¨®, su vida era su obra. Y siempre se mantuvo en un segundo plano, para no opacar el brillo de esa empresa. A los 75 a?os, le sugirieron que dejara el tim¨®n y quedara como asesora, pero ?c¨®mo ser consejera despu¨¦s de haber sido reina? ?C¨®mo se retira uno de lo que ama? Fue un largo adi¨®s, lleno de trauma y de pena. Los escritores le debemos mucho a la dama incansable del l¨¢piz rojo.
Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz es escritor y periodista argentino, autor de Mam¨¢ (Alfaguara).
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