Tambi¨¦n yo cambiar¨ªa el colch¨®n
A medida que en los telediarios crece lo anecd¨®tico y los sucesos, m¨¢s me refugio en los libros
1. Intrigas
A medida que en los telediarios se consolidan como n¨²cleo de la ¡°informaci¨®n¡± lo anecd¨®tico y los sucesos (v¨¦ase, por ejemplo, el que dirige Pedro Piqueras en Telecinco), y la ¡°tentaci¨®n de traducir lo universal como un magma de situaciones anecd¨®ticas e imprevisibles prevalece sobre las lecturas vertebradoras y omnicomprensivas de lo que pasa en el mundo¡±, como asegura Rafael Tranche en La m¨¢scara sobre la realidad (Alianza), paso menos tiempo colgado de las noticias de la tele. Los ¡°informativos¡± tienden a competir con lo que se hace viral en las redes sociales: faits divers, noticias ¡°de inter¨¦s humano¡±, bober¨ªas de ¡°gente¡± (es decir, de celebrities), pintoresquismos, personas que muerden a perros, y otros asuntos de baja intensidad que contribuyen a borrar con lo que ¡°dicen¡± lo que omiten decirnos; as¨ª que lo que al final nos queda es un compost de ¡°informaci¨®n¡± sin jerarqu¨ªa, en el que todo vale por igual. Al menos en los diarios de papel, la puesta en p¨¢gina sugiere un orden de lectura: uno puede saltarse las p¨¢ginas de ¡°gente¡±, por ejemplo, y buscar lo que le interesa.
Total que, como para mis dosis diaria de ficci¨®n y de realidad me bastan los libros (y la vida, claro), cada d¨ªa me refugio m¨¢s en ellos, lo que es una suerte. En las ¨²ltimas semanas han ca¨ªdo en mis manos otras dos novelas de ¡°intriga policial¡± muy diferentes. La primera fue Carreteras de oto?o (HarperCollins), de Lou Berney, un road-thriller que tiene como tel¨®n de fondo la fuga de un empleado mafioso al que su jefe hace perseguir ¡ªdesde Nueva Orleans hasta California¡ª porque ha quedado como un ¡°cabo suelto¡± en el asesinato de JKF. El magnicidio de noviembre de 1963 sigue suministrando motivos y argumentos para el cine y la literatura (sirvan como buenos ejemplos la peli JFK: caso abierto (1991), de Oliver Stone; el thriller America (1995; Ediciones B), de James Ellroy, o Libra (1988; Seix Barral), una obra maestra de Don DeLillo. A¨²n mejor me lo pas¨¦ con O calle para siempre (Destino), de J(os¨¦) M(ar¨ªa) Guelbenzu, una novela muy diferente dentro del estilo cl¨¢sico del whodunnit (¡°qui¨¦n lo hizo¡±), en el que su autor se ha convertido en un maestro indiscutible. Se trata de una nueva investigaci¨®n de la juez (a JMG no le gusta ¡°jueza¡±, con la que est¨¢ cayendo) Mariana de Marco que se abre con una boda y un (primer) asesinado en la mism¨ªsima iglesia, y que transcurre en Madrid, lejos de los escenarios norte?os y provincianos habituales. Lo mejor me sigue pareciendo la protagonista, una espl¨¦ndida mujer en la cuarentena, a quien los lectores hemos visto crecer (f¨ªsica, intelectual y afectivamente) a lo largo de las siete novelas anteriores, y que ya forma parte del palmar¨¦s de los mejores ¡°sabuesos¡± de la novela policiaca espa?ola. Ya estoy deseando leer la pr¨®xima. O verla (alg¨²n d¨ªa) en el cine, quiz¨¢s encarnada por mi adorada Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n.
2. Riquezas
A estas alturas nadie ignora que Francisco Rico Manrique (everything is in the name) pasar¨¢ a la historia por cosas m¨¢s significativas que haber escrito que no fumaba cuando todav¨ªa humeaba su pitillo, o por haber tenido un par de broncas ¨¦picas con su colega del sill¨®n T de la RAE, o incluso por sus cameos como personaje literario (su verdadera vocaci¨®n) en algunas ficciones contempor¨¢neas. No: este individuo exc¨¦ntrico e impertinente (si uno no ha padecido alguna de sus bachiller¨ªas es que no existe), al que todav¨ªa le gusta disfrazarse y epatar al personal (¡°yo soy a veces Eichmann y otras un jud¨ªo de Auschwitz¡±), es, por encima de todo, un sabio. No es ahora el momento de hacer la glosa acad¨¦mica ¡ªvayan a su entrada en Wikipedia, tan austera y medida como un epitafio redactado en vida¡ª de nuestro m¨¢s importante petrarquista y conspicuo quijotista, que supo (y aument¨® por ello la riqueza que proclama su apellido) poner la muy rentable industria Cervantes en el siglo XXI. Hoy lo traigo a colaci¨®n en su faceta de conspicuo profesor, y m¨¢s concretamente por la publicaci¨®n (Universidad Aut¨®noma de Barcelona) de Escritores en la Aut¨®noma, un libro-¨¢lbum que recoge la peque?a historia de la c¨¦lebre tertulia que anim¨® durante ocho a?os en su feudo de Bellaterra.
Rico siempre ha cre¨ªdo que no es posible la cr¨ªtica ni la formaci¨®n literaria sin una s¨®lida base hist¨®rica y filol¨®gica, pero consideraba que tan importante como eso era el contacto real con los creadores vivos, con quienes fijan y dan esplendor a la lengua en cada momento. Para ello se invent¨® aquella tertulia, por la que pasaron casi todos los que contaban en las letras espa?olas, desde V¨¢zquez Montalb¨¢n o Benet hasta Mart¨ªn Gaite y Matute: una treintena de lo mejorcito de aquella literatura donde a¨²n no arrasaban los escritores con m¨¢s de 300.000 seguidores en las redes sociales. El libro se completa con una extensa, hilarante y muy pombiana entrevista con el se?or Pombo, y otra con Esther Tusquets. Por lo dem¨¢s, el autor-editor queda muy guapo en la foto de la solapa, con su ojo izquierdo tapado con un parche de pirata. No se le ve el garfio.
3. Rosa
Reforma o revoluci¨®n (1899), de Rosa Luxemburgo, uno de los grandes cl¨¢sicos del marxismo, es la ¨²ltima (y estupenda) coedici¨®n de los hermanos Moreno (editores de Capit¨¢n Swing y N¨®rdica), que se publica muy oportunamente en el a?o del centenario de la autora y muy cerca de un 8 de marzo calentito. Traducida por Isabel Hern¨¢ndez y magistralmente ilustrada ¡ªparecen p¨®steres¡ª por Fernando Vicente. En cuanto al t¨ªtulo de este Sill¨®n, no se extra?en; es el ¨²nico que se me ocurre tras haber le¨ªdo (saltando por el ¨ªndice onom¨¢stico) el Manual de resistencia (Pedro S¨¢nchez, con la ayuda de Irene Lozano; Pen¨ªnsula, Grupo Planeta).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.