Siete historietas para contar el Prado
Sento crea un c¨®mic en el que, con sus vi?etas, recrea distintos episodios de los 200 a?os de trayectoria del museo
¡°La cat¨¢strofe de anoche. Espa?a est¨¢ de luto. Incendio en el Museo de Pinturas¡±. As¨ª titul¨® Mariano de Cavia su art¨ªculo en El Liberal el 25 de noviembre de 1891. En ¨¦l narraba la que, de haber sucedido, hubiera sido una de las fatalidades patrimoniales m¨¢s tr¨¢gicas de la historia. Solo al final los lectores pudieron respirar tranquilos: ¡°Puede ocurrir aqu¨ª el d¨ªa menos pensado¡±, aclaraba. Podr¨ªa ocurrir, pero no fue as¨ª. Era una noticia incendiaria, por su falsedad y por el motivo por el que lo hizo el periodista: denunciar las malas condiciones del Prado y reclamar mejoras. Fake news del siglo XIX con prop¨®sitos muy distintos a las de los bulos actuales.
Este es el episodio con el que comienza el c¨®mic que Sento ha creado para celebrar el bicentenario de la pinacoteca. En las primeras vi?etas de Historietas del Museo del Prado se puede ver c¨®mo el origen de las llamas es el brasero de una de las viviendas de los trabajadores del museo, situadas all¨ª mismo. Muestra tambi¨¦n una le?era en los s¨®tanos. Situaciones impensables hoy. Este y otros seis momentos relatan los hitos y la evoluci¨®n del museo en esta publicaci¨®n que se presentar¨¢ el jueves 28 de febrero.
Meter los 200 a?os de la pinacoteca en un tebeo podr¨ªa ser una tarea de superh¨¦roes. Algo que ni mucho menos se considera Vicent Sento Llobell Bisbal (Valencia, 1953). En una conversaci¨®n telef¨®nica reconoce el respeto que sinti¨® cuando recibi¨® la propuesta por parte de la instituci¨®n: ¡°Estaba asustado, con miedo esc¨¦nico por el lugar en s¨ª y porque yo no quer¨ªa hacer un libro de historia¡±. Pero no era eso lo que esperaban de esta obra, quer¨ªan la trayectoria del museo a trav¨¦s de sus gentes: visitantes, artistas, conservadores, directores, restauradores, vigilantes, conserjes; y es uno de estos ¨²ltimos, Etelvino Gayang¨®s, quien recorre todas las historias, el hilv¨¢n que las une. Un personaje propuesto por Jos¨¦ Manuel Matilla, jefe de conservaci¨®n de Dibujos y Estampas del museo, que, adem¨¢s, ha sido un apoyo fundamental para Sento. ¡°?l me puntualizaba, me se?alaba los errores. En el falso incendio de 1891, yo dibuj¨¦ La maja desnuda ardiendo y me indic¨® que ese goya en ese momento no estaba en el Prado¡±.
Sento cuenta que ha recabado multitud de an¨¦cdotas en sus visitas al museo para documentarse, algunas sacadas de las conversaciones con Manuela Mena, que aunque con otro nombre figura en el cap¨ªtulo dedicado a la visita de ?12 minutos! de la primera ministra brit¨¢nica en 1988, a la que tambi¨¦n cambia el apellido y la llama se?ora Roofmaker. La reci¨¦n jubilada jefa de conservaci¨®n de Pintura del Siglo XVIII y Goya aparece, seg¨²n el estilo expresivo pero no realista de Sento, con su caracter¨ªstica coleta como gu¨ªa de la mandataria, ya que era de las que mejor hablaban ingl¨¦s en ese momento en la pinacoteca. El dibujante explica que se qued¨® con esa historia, pero que pod¨ªa haber elegido la visita de Lady Di, de Henry Kissinger o de Gorbachov.
M¨¢s lejos que una an¨¦cdota lleg¨® la exposici¨®n dedicada a Vel¨¢zquez en 1990. Una muestra sin precedentes que recibi¨® m¨¢s de medio mill¨®n de visitantes cuando esas cifras no eran ni so?ables. Por supuesto, el museo no estaba preparado para la venta de esa cantidad de entradas, Internet todav¨ªa quedaba lejos, y las largas colas son uno de los motivos por los que se recuerda esa exposici¨®n. Eso hace Sento: quedarse en la cola. No pasa la puerta. Cuenta la historia de una familia que lleva horas en la fila y las relaciones que se establecen entre los que esperan, se basa en su experiencia. Entre los personajes, el autor introduce una monja llamada Jer¨®nima, dos enanos con toques velazque?os, un vendedor de paraguas con un parecido m¨¢s que razonable al Esopo del pintor sevillano o un italiano en silla de ruedas con mirada profunda y con una gorra roja como si de Inocencio X se tratara. El historietista lo explica como una suerte de aggiornamento, de representar a los personajes del pintor protagonista de este relato como si vivieran en la actualidad.
La relaci¨®n que se establece entre los restauradores de pintura y los artistas sobre los que trabajan est¨¢ plasmada tanto gr¨¢fica como emocionalmente. El di¨¢logo que estos profesionales mantienen con los creadores lo retrata en El nuevo Bruegel el Viejo, el cap¨ªtulo dedicado a la restauraci¨®n y adquisici¨®n de El vino de la fiesta de san Mart¨ªn, donde el sentimiento de alegr¨ªa y de duro trabajo del equipo del museo que estudi¨® y atribuy¨® el cuadro su autor quedan plenamente reflejados. No en vano, la especialidad elegida por Sento en sus estudios de Bellas Artes en la universidad fue la de restauraci¨®n de pintura.
Y con este ya son cuatro los c¨®mics publicados por el Museo del Prado, los tres anteriores dedicados a El Bosco, Ribera y Fortuny. Parece que la distancia entre las tradicionalmente consideradas bellas artes y el que estaba a la cola, el noveno arte, se est¨¢ acortando. Otras maneras de contar la historia con la pretensi¨®n de abrirse a nuevos p¨²blicos, como hace a diario la pinacoteca con sus directos de Instagram o con sus hilos de Twitter con hashtag como #Anecdotario
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