De Clint Eastwood siempre esperas m¨¢s

Walt Kovalski ten¨ªa 78 a?os, y se mov¨ªa con cierta soltura excepto con los resacones, que eran frecuentes, ya que la cerveza y los chupitos imagino que le serv¨ªan para anestesiar provisionalmente su vejez y su soledad. Era gru?¨®n, sarc¨¢stico, racista, a?orante de una Am¨¦rica extinguida, ferozmente individualista, antiguo combatiente en una guerra de la que prefer¨ªa no hablar, enemistado con unos hijos tan buitres como vulgares, a?orante de su difunta esposa. Tambi¨¦n es m¨¢s cosas. No soporta que machaquen y acorralen a los d¨¦biles, detesta a los matones, existe soterrada ternura en ¨¦l a pesar de su misantrop¨ªa, es capaz de una inmolaci¨®n heroica que permitir¨¢ sobrevivir a sus asi¨¢ticos y acosados vecinos. Incluso les dejar¨¢ su herencia m¨¢s preciada, un coche al que ha mimado, del que se sent¨ªa orgulloso. Todo esto ocurre en la emocionante Gran Torino. Hubiera sido una despedida hermosa, a la altura de su legendario creador, un tal Clint Eastwood, buceador de la oscuridad en pel¨ªculas tan potentes como amargas, complejo retratista de la violencia, especializado en gente a la deriva.

Pero Eastwood sigui¨® leg¨ªtimamente haciendo cine. Con resultados mediocres, lamentables o desastrosos (?c¨®mo era 15: 17. Tren a Par¨ªs!) excepto M¨¢s all¨¢ de la vida. Y haci¨¦ndonos sufrir a los que hab¨ªamos disfrutado tanto con su excepcional cine, con obras maestras como Bird, Sin perd¨®n, Los puentes de Madison, Mystic River, Medianoche en el jard¨ªn del bien y del mal, Million Dollar Baby, Un mundo perfecto o Cartas desde Iwo Jima.

Y parece ser que despu¨¦s de Mula no volver¨¢ a interpretar. Tambi¨¦n es dudoso que a los 88 a?os la industria o sus fuerzas le permitan seguir dirigiendo. Estamos hablando de su testamento. Es amable, se deja ver y o¨ªr, nada m¨¢s. Curiosamente, el guionista es Nick Schenk, que tambi¨¦n firmaba el de Gran Torino. Vuelve a hablar de un anciano en situaci¨®n angustiosa. Pero este no est¨¢ amargado, aunque le persiga el sentido de culpa por haber descuidado a su familia. Este horticultor en la ruina es sociable, disfruta de la gente, incluso de los placeres de la carne, como el sexo de alquiler que le proporciona su satisfecho jefe. Su aspecto pl¨¢cido, sus infinitos a?os y la particularidad de no haber recibido una multa de tr¨¢fico en toda su existencia ofrecen un perfil ins¨®lito y mod¨¦lico como para que los carteles mexicanos de la droga le contraten para mover la coca en su coche a lo largo de varios estados. Resulta muy raro, pero cuentan que se inspira en una historia real, como la del anciano que atracaba bancos en The Old Man & The Gun, que interpretaba Robert Redford.

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Existe alg¨²n momento divertido en las aventuras de este camello tard¨ªo. Y tiene cierto encanto la relaci¨®n con su exesposa y con su nieta. El problema es que de Eastwood siempre esperas mucho m¨¢s. Mantiene la energ¨ªa como actor y en este caso no existe el lado amenazante y violento en su personaje. Pero est¨¢ claro que el cine de este formidable creador no ser¨¢ recordado por lo que ha hecho en los ¨²ltimos diez a?os. En mi caso, aclaro.