Sensibilidad animal en La Maestranza
Manzanares cort¨® una oreja tras una buena estocada en la suerte de recibir al noble quinto
La sensibilidad animal se ha extendido como una mancha de aceite. Y en los toros no es nada nuevo. El toro fiero y desafiante, ese que da miedo solo con verlo, pone firmes a las cuadrillas y tensos a los tendidos pas¨® a mejor vida. Hoy por hoy, es un aserto acertad¨ªsimo ese que dice que el p¨²blico de hoy es m¨¢s sensible, y prefiere el arte con becerros que haza?as con toros.
La sensibilidad animal hace tiempo que se practica con esmero en el mundo de los toros. El establishment taurino y los aficionados son tan sensibles que est¨¢n desconocidos.
El primero, el ganadero. Ya no cr¨ªa toros para dar miedo; los cr¨ªa para crear arte; ya no cr¨ªa toros de deslumbrante trap¨ªo, de imponente respeto, ese que se crece ante los enga?os, que acomete con fiereza al caballo, persigue con furia a los banderilleros, se come la muleta y vende cara su vida.
No. Ahora cr¨ªa un animal de bella estampa, en primer lugar; de formas arm¨®nicas, de guapa presencia, sin estridencias en sus hechuras y estrecho de sienes que dice ahora, que es sin¨®nimo de pitones recogidos.
Ese toro sale al ruedo y deslumbra a los sensibles modernos. Ese animal, regord¨ªo casi siempre, embiste con cierta movilidad los capotes, y llega al caballo con la boca abierta, pidiendo aire como un n¨¢ufrago, y pide clemencia al picador antes que plantarle cara. Y el se?or del castore?o lo cuida, lo mima, procura no hacerle sangre y que salga pronto del encuentro para que no se lastime.
Recupera fuerzas mientras se preparan los banderilleros, acude pronto al cite, pero cuando suenan los clarines del ¨²ltimo tercio, el animal tira la toalla, no puede m¨¢s, el agotamiento hace mella en sus entra?as, se para, se deja querer, embiste si puede y lo que puede y pide, como un loco, una muerte r¨¢pida.
Pero ese toro que se llevan las mulillas ha embestido con clase y dulzura, ha desarrollado nobleza en todos los tercios, no ha molestado. Ha sido un bendito; solo que inv¨¢lido y falto de sangre brava.Es sensible la figura, que exige enemigo especial, nada de toro de estampa de La Lidia, por dios, sino un artista guapo.
Es sensible la autoridad, que autoriza corridas tan bonitas como la de Victoriano del R¨ªo, guapas y muy justas de trap¨ªo para plaza tan generosa como la sevillana; y se esconde -el presidente- a la hora de decidir sobre la invalidez de uno y otro y los deja en el ruedo para pesar de la afici¨®n.
Y es sensible el p¨²blico, que lo aplaude todo; al primer toro, por ejemplo, lo aplaudieron de salida, un ejemplar tan bonito como anovillado; perdona que se le hurte la suerte de picar o que el torero de turno haga como que lidia cuando no sabe c¨®mo ocultar las carencias de un animal lisiado.
En fin, que con tanta sensibilidad, la fiesta de los toros pierde su esencia, y la gente sale decepcionada, que no es nada bueno a la hora de plantearse la vuelta a la taquilla.
As¨ª, la corrida m¨¢s importante de la temporada sevillana transcurri¨® entre esperas in¨²tiles, a ver si sal¨ªa ese artista que se encumbrara de la mano cierta de alguna de las figuras del cartel. Y no hubo manera.
Luci¨® El Juli a la ver¨®nica en el recibo a sus dos toros, y, despu¨¦s, en el inicio de muleta por bajo, con la pierna genuflexa, al cuarto. Y no hubo m¨¢s. El que abri¨® plaza era un torito guapo y pare de contar, de dulc¨ªsima embestida y sin fuerza. A pesar de la buena t¨¦cnica del torero, su labor no levant¨® ¡ªera imposible¡ª el vuelo. El cuarto se par¨® y lo mat¨®.
Un manso sin clase fue el segundo, y el ¨²nico que se movi¨® fue el quinto, al que Manzanares traz¨® muletazos jaleados de muy discutible colocaci¨®n. Inapelable, sin duda, su estocada en la suerte de recibir, que le posibilit¨® pasear la ¨²nica oreja de la tarde.
Buenos pero inv¨¢lidos
Se esperaba todo de Roca Rey y dio todo lo que fue posible con los toros elegidos por ¨¦l; es decir, muy poco. Muy descastado fue el tercero, con el que no pudo mostrarse m¨¢s all¨¢ que aseado y decidido.
Y se jug¨® el tipo de verdad ante el sexto, tan desabrido y soso como sus hermanos. Se meti¨® el torero entre los pitones, se los dej¨® llegar al mismo pecho y emocion¨® con valor lo que no pudo hacer con el toreo. Alarg¨® la faena, el animal tardo en morir y se esfum¨® la oreja.
Que no quede en el tintero la noticia: no se pic¨® ning¨²n toro. Bonitos todos, eso s¨ª, pero inv¨¢lidos. Y, por lo visto, todos contentos. Sensibilidad animal se llamo eso.
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