Martin Amis, ese admirable todoterreno
El escritor brit¨¢nico escribe sobre todo lo divino y lo humano en un admirable ejercicio de heterodoxia. ¡®El roce del tiempo¡¯ les va a acompa?ar
Hace mucho tiempo que no me impongo leer algo por obligaci¨®n, por el gran eco que haya provocado ese libro, para poder hablar con argumentos sobre sus esencias o sus horrores. Har¨ªa lo mismo con el cine, pero a eso estoy obligado por mi responsabilidad profesional. Pero existen autores que siempre me resultan adictivos y puedo marear a los libreros y agotar su paciencia pregunt¨¢ndoles una y otra vez cu¨¢ndo se va a publicar su ¨²ltima entrega. Y cuando esta llega y la adquiero vivo las sensaciones que describ¨ªa prodigiosamente Italo Calvino en el arranque de Si una noche de invierno un viajero.
Siempre espero con ansia las novelas de un individuo que me ca¨ªa fatal, cuya desastrada apariencia (en los ¨²ltimos a?os nadie le distinguir¨ªa de un clochard) y actitud cansinamente provocadora me parec¨ªan una agotadora pose, pero a cuya obra era incapaz de renunciar, casi siempre hipnotizado por su eterno viaje literario al fin de la noche, aunque no le apetezca o no haya sido capaz de cortarse las venas. Es Michel Houellebecq. Durante las cincuenta p¨¢ginas iniciales de Serotonina, contando el viaje de Almer¨ªa a Paris, el resurgir de su moribunda libido ante dos veintea?eras que se mueven sin rumbo fijo, el desganado encuentro con esa novia japonesa que en sus org¨ªas tambi¨¦n se lo monta alguna vez con un perro, me invade una lamentable sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu, todo me parece tan desganado como previsible. Cuando ese hastiado personaje decide abandonar su casa, su trabajo y a su amante, buscar un oscuro hotel al que solo exige que le permitan fumar en su diminuta habitaci¨®n (mi identificaci¨®n con ese refugio nicot¨ªnico es absoluta), ir al encuentro del ¨²nico y acorralado amigo que le queda, atormentarse con el recuerdo y la culpa ante los amores perdidos, consumirse en un lento volc¨¢n autodestructivo, reencuentro al novelista demoledor que me fascina, me aterra y me revuelve zonas muy sensibles.
Y me llevo una alegr¨ªa may¨²scula al tener en mis manos El roce del tiempo, recopilaci¨®n de los art¨ªculos y ensayos de Martin Amis, publicados en peri¨®dicos y revistas a lo largo de treinta a?os. Ninguno de ellos tiene desperdicio. Da igual que est¨¦s de acuerdo o desacuerdo con sus opiniones. Sientes el placer del texto, la personalidad, la brillantez, el estilo, la causticidad, el conocimiento, los amores, las fobias, el sentido cr¨ªtico, la siempre afilada inteligencia de un escritor impagable. Me enamor¨¦ de la narrativa de Amis en su primera, tragic¨®mica, deliciosa novela El libro de Rachel y desde entonces le sigo la pista. Con subidas y bajadas, pero incluso en sus novelas que menos me gustan, siempre existe en su prosa algo deslumbrante, que me engancha. Y me parece espl¨¦ndida su autobiograf¨ªa Experiencia o el retrato de Stalin Koba el Temible.
Incluso en sus novelas que menos me gustan, siempre existe en su prosa algo deslumbrante, que me engancha
En El roce del tiempo, Amis escribe sobre todo lo divino y lo humano en un admirable ejercicio de heterodoxia. Del estado de las cosas, de la pol¨ªtica (sus an¨¢lisis de la personalidad y el comportamiento de Trump te hacen re¨ªr y te provocan miedo), de su paseo por la pornograf¨ªa dura, de los campeonatos de p¨®ker en Las Vegas, los viajes promocionando su literatura, la figura y la muerte de Lady Di, el terrorismo isl¨¢mico, el ambiente de una final de la Champions, de su padre, del amigo del alma Christopher Hitchens, de escritores que le apasionan con Bellow y Nabokov encabezando su altar. Hay libros a los que puedes retornar siempre, que te acompa?an en la mesilla de noche por si te asalta el insomnio, con los que vas a disfrutar aunque los hayas le¨ªdo varias veces. A m¨ª me ocurre con George Steiner en The New Yorker y las Historias de Londres, Nueva York y Roma de mi amigo Enric Gonz¨¢lez. El roce del tiempo les va a acompa?ar.
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