El ¡®playboy¡¯ que quiso vengar a los muertos de Annual
Las memorias de Enrique Meneses Puertas sobre la guerra en el Protectorado de Marruecos vuelven a ver la luz 97 a?os despu¨¦s
En el transcurso de 20 d¨ªas, desde el 21 de julio al 9 de agosto de 1921, se produjo la peor derrota de la historia militar espa?ola. Tuvo lugar en Annual, un campamento a 125 kil¨®metros al oeste de Melilla. No se trat¨® de un combate propiamente dicho. Fue una desbandada de todo un ej¨¦rcito sediento que hu¨ªa para salvar la vida, hostigado por las guerrillas de las cabilas rife?as dirigidas por Abd el-Krim. M¨¢s de 10.000 j¨®venes murieron entre los profundos barrancos y los yermos pedregales del Rif. Despu¨¦s de sufrir horribles tormentos, sus restos fueron pasto de los cuervos y los chacales. Cuatro meses despu¨¦s, sus huesos blanqueaban todo el territorio circundante a Melilla.
Durante esos convulsos a?os, en una sociedad espa?ola impactada por la tragedia en Marruecos, se produjo un aluvi¨®n de publicaciones relativas al desastre. Entre ellas, La cruz de Monte Arruit,?de Enrique Meneses Puertas. Este relato se public¨® en 1922, y no ha vuelto a ver la luz hasta ahora, 97 a?os despu¨¦s, gracias a la labor de b¨²squeda de Ediciones del Viento y su editor, Eduardo Riestra. ¡°Siempre he tenido una relaci¨®n muy cercana con Enrique Meneses hijo [el m¨ªtico fotoperiodista de la segunda mitad del siglo XX]¡±, se?ala Riestra al describir su encuentro con la obra. ¡°?l hab¨ªa perdido el libro en uno de sus muchos viajes. Me habl¨® de una entrevista que le hizo a Abd el-Krim en El Cairo en 1954, en la que este le ense?¨® un ejemplar que no le quiso regalar¡±. ¡°Tras a?os de b¨²squeda en cat¨¢logos de libreros de viejo e Internet¡±, prosigue el editor, ¡°finalmente encontr¨¦ uno y lo compr¨¦. Lo le¨ª, me qued¨¦ asombrado y decid¨ª publicarlo¡±.
El joven Meneses, ¡ªque pertenece a una familia de la alta burgues¨ªa archiconocida por su empresa, Plata Meneses¡ª siente que lleva una vida gris, in¨²til, aburrida. Se va un a?o de vacaciones a Par¨ªs y la costa vascofrancesa. Los d¨ªas pasan entre jazz- bands, fiestas hasta pasado el amanecer con arist¨®cratas y millonarios, alcohol¡ Sin embargo, las noticias del desastre en Marruecos llegan a Par¨ªs. El general Silvestre ha muerto con todo su estado mayor en Annual. Los guerrilleros bereberes est¨¢n a las puertas de Melilla y la columna del general Navarro a¨²n resiste con 3.000 hombres en Monte Arruit. El autor decide apuntarse voluntario: ¡°Mi vida ociosa, lastimada de no hacer nada, con el alma llena de cansancio, tendr¨¢ en qu¨¦ emplearse dignamente¡±.
Es el peor momento y el peor lugar posibles, y todos ¡ªfamilia y amigos¡ª tratan de disuadirlo. ¡°Enrique tiene un plan aventurero. Necesita emociones fuertes. Viene de una familia mon¨¢rquica y tiene convicciones religiosas y patri¨®ticas profundas, pero tambi¨¦n es un tipo valiente¡±, apunta Riestra. M¨¢s adelante, cuando Meneses logre su ingreso en el grupo militar de Regulares y ocupe la vanguardia en las acciones de armas, afirma: ¡°Me sent¨ª satisfech¨ªsimo; aquello era distinto. As¨ª se pod¨ªa vivir, buscar la muerte; pero sinti¨¦ndose m¨¢s suelto, m¨¢s libre¡±.
Meneses iba a la b¨²squeda de aventura y la encontr¨®. Tanta que por muy poco no lo cuenta a causa de una herida de bala en la cabeza. Logr¨® sobrevivir y quiso plasmar su experiencia en La cruz de Monte Arruit porque no solo vio haza?as heroicas. Conoci¨® el comportamiento cobarde de jefes y oficiales, como los que en Zeluan, tratando de escapar de las gum¨ªas de los rife?os, ¡°con vendas puestas sobre falsas heridas quitaban de las ambulancias a los heridos de verdad¡±. Soport¨® t¨¢cticas militares err¨®neas que insist¨ªan en emplear ¡°el mismo sistema fatal de avanzar sin tener medianamente aseguradas las posiciones" que dejaban en su retaguardia.
Ascendido a sargento, Meneses tuvo que desfilar ante pol¨ªticos que iban a Marruecos ¡°para almorzar con el general¡±. Pol¨ªticos que, sin detenerse a conocer el estado de la tropa, ¡°en sus lujosos autom¨®viles regresan esa misma noche a sus lugares confortables¡±. ¡°No es posible jugar as¨ª con la vida de los hombres¡±, refiere desenga?ado. ¡°Meneses sabe que por la v¨ªa reglamentaria su queja no va a llegar a ninguna parte. Este libro es una denuncia de la situaci¨®n del Ej¨¦rcito espa?ol en Marruecos¡±, se?ala Riestra. Despu¨¦s de ayudar a enterrar a miles de cad¨¢veres insepultos en Monte Arruit, tras comprobar que las haza?as brillantes, las cargas de caballer¨ªa que relataban los peri¨®dicos a diario eran falsas, Meneses no pudo callar: ¡°?Yo tengo que acusar, tengo que vengar¡!¡±.?
El protectorado, carcomido por la corrupci¨®n
El Expediente Picasso, el informe resultado de la comisi¨®n de investigaci¨®n del desastre de Annual, alud¨ªa a los "negocios particulares de los militares", la incuria que emponzo?aba el d¨ªa a d¨ªa en el Protectorado de Marruecos. "Lo que hace Annual es destapar todo ese pozo de corrupci¨®n. Mientras en el frente mor¨ªan los soldados, los generales en la retaguardia se tomaban sus whiskies", reprueba Eduardo Riestra, editor de Ediciones del Viento.
El enchufismo oficial, otra lacra que denuncia Meneses, evita que se asigne un puesto al alcance del plomo enemigo y pudre la convivencia entre la soldadesca. Es lo que se practica con los cuotas, "hijos de padres muy influyentes que hac¨ªan valiosos regalos a los regimientos a los que pertenec¨ªan sus v¨¢stagos", relata Meneses, con lo que consegu¨ªan una tarea tranquila en Melilla. Con el pago de 2.000 pesetas de la ¨¦poca, se aseguraban el regreso a casa. "?De manera que por 2.000 pesetas se puede perder o salvar la vida de un hijo...?", se indigna el autor, que apostilla: "?Qu¨¦ padres habr¨¢ que no sepan ganar, incluso robar, para salvar la vida de un hijo?".
Meneses describe las penurias de los soldados: ¡±Sus uniformes son una verdadera verg¨¹enza y porquer¨ªa; su calzado lo mismo; su nutrici¨®n, buena los d¨ªas que llega un gran personaje a visitarlos y prueba el rancho¡±. Las tropas pasan el invierno con una manta apenas y en tiendas de lona agujereadas. ¡°?D¨®nde est¨¢n esos c¨¦lebres barracones que constantemente anuncian los peri¨®dicos que en breve quedar¨¢n instalados?¡±, denuncia el autor. La ausencia de pabellones para las curas de urgencia, con personal m¨¦dico y equipos quir¨²rgicos en puntos avanzados cerca del frente, condenaban a una muerte casi segura a muchos. Los heridos ten¨ªan que ser transportados ¡°como buenamente se pod¨ªa hasta los camiones-ambulancia, y estos esperaban a estar llenos para marchar a Melilla entre tumbos y en una atm¨®sfera pestilente¡±.
Babelia
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