Bad Bunny, el le¨®n del ¡®trap¡¯
El cantante puertorrique?o ofrece un concierto sin tregua en la primera jornada del festival R¨ªo Babel en Madrid
Hace cuatro a?os, Bad Bunny trabajaba de reponedor en un supermercado de su Puerto Rico natal. En la noche de este jueves, cuando apareci¨® en el escenario del festival R¨ªo Babel de Madrid con cazadora negra, gorra, gafas de sol y una mascarilla en torno al cuello, acababa de arrebatar a su amiga Rosal¨ªa el r¨¦cord de reproducciones en 24 horas (3,6 millones) en Spotify en Espa?a con el disco que sac¨® por sorpresa con J Balvin la semana pasada, Oasis. Sus 25 a?os y su pose trapera parec¨ªan decir: "Lo merezco, soy el mejor". Sus palabras, en cambio, fueron de gratitud absoluta hacia los que llama sus "fan¨¢ticos", a los que recompens¨® con un recital potente y sin tregua.
Bad Bunny no se hizo esperar ni para subir al escenario (solo cuatro minutos de retraso, casi puntualidad kantiana en este tipo de conciertos), ni para interpretar sus principales ¨¦xitos. Arranc¨® con Ni bien ni mal y poco despu¨¦s cant¨® Soy peor, dos declaraciones de intenciones con letras (sexistas y sexuales) de despecho y descreimiento en el amor. Enfrente, 8.000 personas coreaban las canciones casi sin errar estrofa alguna, bailaban y sub¨ªan sin parar im¨¢genes a Snapchat e Instagram, donde el cantante tiene 18 millones de seguidores. A veces, todo a la vez.
Qui¨¦n t¨² eres, M¨ªa, Dura, Te bot¨¦, Caro, La Romana... el cantante fue desgranando temas en una clara apuesta por el trap, con relativamente poco reguet¨®n ¡ªpese a la notable presencia de ¨¦ste en su reciente disco¡ª y un despliegue de efectos y recursos que compensaban la desnudez de su voz sin el autotune. La ausencia de sus cuidados videoclips era suplida por fuegos artificiales, columnas de humo, un fondo de im¨¢genes inspiradas en la est¨¦tica del videojuego y el acompa?amiento de seis bailarinas incombustibles. Tampoco hac¨ªa falta: el concierto era Bad Bunny. Su actitud de barrio, su esfuerzo por no descuidar durante hora y media ning¨²n lado del escenario, su capacidad para hacer bailar ininterrumpidamente a la multitud a medianoche con casi 30 grados de temperatura. "Es lo que trato de darle a la gente: algo para que se entretenga", dec¨ªa el a?o pasado en una entrevista. El conejito malo (significado de su nombre art¨ªstico en ingl¨¦s) ejerc¨ªa de le¨®n del trap.
Las dos palabras que m¨¢s sonaron durante el concierto fueron amor y gracias. La primera, como un error del que huir: "Sal¨ª jod¨ªo la ¨²ltima vez que en alguien confi¨¦, no me vuelvo a enamorar" (Soy peor), "No quiero que m¨¢s nadie me hable de amor, esos dolores ya los pas¨¦" (Amorfoda, tema que pidi¨® que cantase fuerte quien se identificase con su letra), "Odio tus mensajes cuando dices que tenemos que hablar" (Tenemos que hablar). Los agradecimientos monopolizaron sus mensajes al p¨²blico. "Yo s¨¦ que muchos de ustedes han estado con el conejo desde el d¨ªa cero", afirm¨®. "?Claro que s¨ª!", son¨® de respuesta, y varias manos se alzaron con los me?iques en alto, uno de los s¨ªmbolos de la comuni¨®n pseudom¨ªstica que mantiene con quienes lo han aupado al estrellato. Para ilustrarlo, cant¨® entonces uno de sus primeros temas, Diles. "Gracias por hacerme exitoso y por hacerme cumplir mi sue?o", dijo en otro momento con una candidez que contrastaba con su estatus de celebridad mundial. Naufrag¨® en el resto de comentarios, m¨¢s manidos, como sus llamamientos a "ser feliz" o a "aprovechar los momentos peque?os de la vida".
A mitad del concierto, cuando deca¨ªa el n¨²mero de m¨®viles sobre la nube de cabezas, grit¨® al micr¨®fono: "??Quieres m¨¢s perreo, Madrid!?". Se lanz¨® a un par de apuestas m¨¢s cercanas al reguet¨®n y, al acabar, se reclin¨® unos segundos, con las manos apoyadas sobre los muslos por el cansancio. El joven t¨ªmido encumbrado al olimpo del trap pareci¨® humano. El p¨²blico, como si lo entendiese, core¨® su verdadero nombre: Benito.
Tras un discurso de reivindicaci¨®n de las ra¨ªces y la identidad, interpret¨® I like it like that, el ¨¦xito de ritmo latino que comparte con Cardi B y J Balvin. "Que levante la mano el que se sienta orgulloso de ser latino", pidi¨®. El p¨²blico, sobre todo veintea?eros de ambos sexos vestidos con absoluta normalidad ¡ªsalvo algunas orejitas de conejo por aqu¨ª o algunas u?as imposibles por all¨¢¡ª, era la mejor prueba de que el trap es hoy la aut¨¦ntica m¨²sica mainstream, pese a quien pese.
En los ¨²ltimos compases, Bad Bunny regres¨® al trap. Casi al final, pidi¨® que cada uno se abrazase a la persona que tuviese al lado. La gente respondi¨® como si fuese un cura llamando a dar la paz al pr¨®jimo en misa. Ya lo dijo en su abrupta despedida, tan puntual como su salida: "Es la nueva religi¨®n".
Babelia
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