Dos ensayos in¨¦ditos de Rulfo ven la luz
Los manuscritos corresponden a los ¨²ltimos a?os del autor de ¡®Pedro P¨¢ramo¡¯, que dej¨® de publicar, pero nunca de escribir. Ser¨¢ la primera edici¨®n de material nuevo en casi 20 a?os
M¨¢s all¨¢ del mito sobre las tres d¨¦cadas de silencio tras la publicaci¨®n de Pedro P¨¢ramo, lo cierto es que Juan Rulfo nunca dej¨® de escribir. Y sobre todo, nunca dej¨® de leer. Con su habitual y provocadora humildad, un Rulfo ya reconocido y maduro sol¨ªa decir que ¨¦l escrib¨ªa como un aficionado, pero le¨ªa como un profesional. Se consideraba a s¨ª mismo un aut¨¦ntico ¡°vicioso de la lectura¡±. De aquella voracidad dan cuenta los m¨¢s de 15.000 vol¨²menes de su biblioteca personal: historia, arquitectura, geograf¨ªa, literatura, antropolog¨ªa. Unas lecturas que alimentaron reflexiones en cuadernos escritos a mano, muchos de los cuales sobrevivieron a su proverbial rigorismo destructivo de cualquier borrador y que hoy son parte de su archivo, resguardado por la familia. EL PA?S ha tenido a acceso a dos de esos manuscritos in¨¦ditos, cuya salida editorial ya negocia la Fundaci¨®n Juan Rulfo con la agencia Carmen Balcells.
Son una libreta de pastas amarillas con cinco p¨¢ginas y media; y 38 hojas con el lateral rojo arrancadas de otra libreta. Ambas rellenas hasta los m¨¢rgenes con la letra de trazo fino e inclinado de Rulfo. La primera es un repaso a la literatura brasile?a del siglo XX. La segunda versa sobre literatura mexicana. Ninguno de los dos textos est¨¢n fechados, pero las investigaciones de la Fundaci¨®n, bas¨¢ndose en el impecable estado de conservaci¨®n del papel y las obras que aparecen mencionadas, los sit¨²an en torno a 1982, apenas cuatro a?os antes su muerte.
¡°Estos textos son probablemente lo ¨²ltimo que escribi¨® y nos ayudan a situarnos en qu¨¦ andaba metido al final de su vida¡±, se?ala V¨ªctor Jim¨¦nez, director de la Fundaci¨®n. Seg¨²n sus investigaciones, ambos materiales vendr¨ªan a ser una extensi¨®n de otros trabajos anteriores: un pr¨®logo a una edici¨®n de 1982 a una novela del autor brasile?o Joaquim Mar¨ªa Machado de Assis y una conferencia impartida en Harvard en 1981 sobre literatura mexicana. Ambos textos, junto a otros cuatro materiales ensay¨ªsticos de Rulfo ¡ªescritos en un periodo que va desde los cincuenta hasta su muerte¡ª diseminados por revistas universitarias y editoriales menores ser¨¢n tambi¨¦n recopilados en una nueva edici¨®n. Ser¨¢ la primera salida de material in¨¦dito de Rulfo desde Cartas a Clara (2000), el rescate de la correspondencia amorosa que mantuvo en los a?os cuarenta con su futura esposa.
Tras la publicaci¨®n de su obra maestra en 1955, Rulfo no volvi¨® a publicar ficci¨®n ¡ªcon la excepci¨®n de la novela corta El gallo de oro¡ª. Con el paso de los a?os su silencio editorial se fue envolviendo en leyendas, alimentadas por el autor, que ante el asedio de las preguntas sol¨ªa responder con sorna: ¡°Es que se muri¨® el t¨ªo Celerino, que es el que contaba las mejores historias¡±.
Pero ni el t¨ªo Celerino era el autor oculto de los mundos rurales y po¨¦ticos de Rulfo, ni verdaderamente dej¨® de escribir ficci¨®n. Durante los sesenta trabaj¨® varios a?os en la tentativa de otra novela, que lleg¨® a tener t¨ªtulo: La Cordillera. Rulfo habl¨® de ella en alguna entrevista, adelant¨® que estar¨ªa ambientada en tiempo de la colonia y que hab¨ªa un cura neur¨®tico y una familia que vive ¡°un conflicto del alma humana¡±. De todo aquello no queda nada por su celo y m¨¢xima exigencia con el resultado final de su escritura. ¡°En su archivo ¡ªa?ade Jim¨¦nez¡ª s¨ª hay a¨²n m¨¢s material ensay¨ªstico, sobre todo sobre historia, pero para esta edici¨®n estamos trabajando solo en la recopilaci¨®n de sus textos sobre literatura¡±.
Autodidacta y cosmopolita
Rulfo apenas lleg¨® a inscribirse en la universidad de la muy cat¨®lica ciudad de Guadalajara. Los conflictos entre la herencia revolucionaria laica y la contrarrevoluci¨®n cristera entorpecieron su carrera acad¨¦mica, pero sirvieron de aliciente para exacerbar una incontenible pasi¨®n autodidacta por el m¨¦todo y el rigor en el conocimiento, mientras compaginaba largas jornadas en trabajos como vendedor de llantas o funcionario p¨²blico.
La erudici¨®n de Rulfo queda patente en su obra ensay¨ªstica. Minuciosos repasos de la literatura estadounidense, yugoslava, h¨²ngara o n¨®rdica, una de sus debilidades junto a las letras brasile?as, entre las que, por ejemplo, Rulfo subraya una copiosa lista de autoras poco conocidas entonces: Clarice Lispector, Dinah Silveira de Queir¨®s, N¨¦lida Pi?on, Lygia Fagundes Telles.
Su conocimiento del panorama mexicano era a¨²n m¨¢s exhaustivo. En uno de los materiales in¨¦ditos, aparece destacado un relato de 1980 de un escritor bajacaliforniano llamado Fernando Escopinichi. En una entrevista m¨¢s reciente, de 2006, el escritor Daniel Sada, tambi¨¦n de Baja California, reconoc¨ªa que ¡°absolutamente nadie conoc¨ªa¡± a aquel autor de quien Rulfo le hab¨ªa dicho: ¡°Es uno de los grandes cuentistas mexicanos¡±. El ensayo donde aparece esta referencia comienza con la figura del cronista de indias fray Bernardino de Sahag¨²n, precisamente, la figura que cierra su conferencia de Harvard.
A partir de ah¨ª, avanza desde los tiempos de la colonia al siglo XIX, pasando por la llamada novela de la Revoluci¨®n, para terminar con la llamada generaci¨®n de la onda, una especie de beats ¨Ca los que Rulfo hab¨ªa definido en otro texto como unos ¡°tipos irresponsables que lo que pretenden en escandalizar¡±¨C a la mexicana opacados, seg¨²n ¨¦l, por la emergencia de la figura torrencial de Fernando del Paso.
Rulfo presta especial atenci¨®n en su ensayo a la literatura sobre el tema ind¨ªgena, y enumera de nuevo una ristra de ¡°no antrop¨®logos, que han escrito novelas y relatos ind¨ªgenas con verdadero acierto¡±. Entre su lista: Francisco Rojas Gonz¨¢lez, Andr¨¦s Henestrosa, Rosario Castellanos, Ram¨®n Rub¨ªn, Eraclio Zepeda. En el mismo texto, ¨¦l mismo reconoce que pese a haber trabajado m¨¢s de 20 a?os como editor en el Instituto Nacional Indigenista ¡°todav¨ªa desconozco c¨®mo y por qu¨¦ motivos act¨²a la mente ind¨ªgena¡±. De hecho, apenas hay personajes ind¨ªgenas en sus obras. En una escena de Pedro P¨¢ramo aparecen ¡°los indios de Apango¡± refugiados un domingo lluvioso en los portales de Comala. Rulfo no se atreve a otorgarles voz, aunque el lector entra en sus pensamientos a trav¨¦s del recuso del estilo indirecto libre.
El ¨²nico personaje ind¨ªgena con presencia y voz aparecer¨¢ a?os m¨¢s tarde en un cuento de 1968 -quiz¨¢ el ¨²ltimo que escribi¨® y publicado p¨®stumo- llamado El descubridor. Se trata un ¡±indio¡± que aprende a leer y a escribir en la c¨¢rcel, se convierte en abogado y busca un ¡°documento legitimado ante Notario que certifique que ya no soy ind¨ªgena¡±. Un relato plagado de se?ales y significados plasmados en la valiosa investigaci¨®n a cargo del director de la Fundaci¨®n que servir¨¢ de pr¨®logo a la futura edici¨®n y que indicar¨ªa la complejidad con la que Rulfo se acerc¨® al misterio ind¨ªgena.
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