Makaya McCraven: ¡°Lo m¨¢s interesante es lo que no se puede definir¡±
Bater¨ªa, productor y ¡°cient¨ªfico del ritmo¡±, es uno de los nombres m¨¢s excitantes de la escena del nuevo jazz, gracias a su visi¨®n futurista de la tradici¨®n
Makaya McCraven (Par¨ªs, 1983) no es el t¨ªpico bater¨ªa callado cuyas mayores virtudes son pegarle fuerte a la caja y no remolonear cuando toca cargar la furgoneta de la banda. Es m¨¢s bien el l¨ªder del equipo, el elocuente contador de historias que se queda con todos. Y la suya es una de las m¨¢s fascinantes de la escena global del nuevo jazz, que ha logrado en los ¨²ltimos a?os rejuvenecer y expandir la audiencia de un g¨¦nero achacoso.
Su arte bebe de la colecci¨®n de discos de su padre, bater¨ªa como el muchacho, y del hip-hop de las primeras cintas que se pudo pagar con su dinero en los a?os noventa, d¨¦cada en la que uno de los mejores conjuntos de jazz result¨® ser un grupo de rap llamado A Tribe Called Quest. Ambas fuerzas dominan su sorprendente discograf¨ªa, que despunt¨® pronto, con la publicaci¨®n en 2015 de In The Moment. Aunque tal vez sea Highly Rare (2017), su siguiente disco, el trabajo que m¨¢s crudamente define la apuesta de este ¡°bater¨ªa, productor y cient¨ªfico del ritmo¡±. En ¨¦l, parte de una ansiosa improvisaci¨®n colectiva que fue grabada con un viejo cuatro pistas en un club de Chicago, ciudad en la que vive, a los pocos d¨ªas de la elecci¨®n de Donald Trump. Lo que suena en el elep¨¦ es una reinterpretaci¨®n de lo sucedido aquella noche, que el m¨²sico perfeccion¨® en su estudio casero con la ayuda de un ordenador, un software llamado Ableton y t¨¦cnicas propias de la m¨²sica electr¨®nica y el hip-hop. En su obra, McCraven corta y pega; a?ade ritmos, teclados y efectos, y altera el orden de los instrumentos, el sonido ambiente y los jaleos del p¨²blico como parte de una misma narrativa. El resultado es una celebraci¨®n de la emoci¨®n del momento, pero tambi¨¦n un canto a la cultura del sampleo y del collage sonoro.
El martes por la tarde, el m¨²sico estaba sentado en la terraza de una cafeter¨ªa de playa en S¨¨te, ciudad francesa de vacaciones para la clase media. Lugar de origen y de ¨²ltimo descanso de Paul Val¨¦ry y Georges Brassens, es tambi¨¦n uno de esos sitios a¨²n empe?ados en la costumbre tan europea de programar jazz en verano. ¡°No dir¨ªa que lo que hago es del todo nuevo¡±, explicaba el bater¨ªa, de 35 a?os. ¡°Adem¨¢s de que Miles Davis y [el productor] Teo Macero ya lo probaron con [el disco] Bitches Brew, la idea del sampler no es nueva. No lo es en el hip-hop, desde luego, pero tampoco en el jazz. Hay partes de canciones que se repiten en muchas grabaciones. Los m¨²sicos siempre usamos ideas ajenas. Yo trato de adaptar el legado del jazz a mi contexto. No lo hago con fines comerciales, sino porque creo en ello. No le veo sentido a encerrarme con unos cuantos sabihondos a escuchar algo que solo nosotros entendamos. Con todo, me veo a m¨ª mismo como un tradicionalista, m¨¢s que como alguien que rompe moldes. Y me siento conectado a los maestros que supieron estar a la ¨²ltima. Como Charlie Parker, que logr¨® juntar a p¨²blicos blancos y negros en la misma audiencia. O Coltrane, que introdujo sin complejos una cancioncilla popular como My Favorite Things en el repertorio. Ya lo dec¨ªa Duke Elling?ton: ¡®El jazz es como un ¨¢rbol frondoso que se contamina de todo lo que tocan sus ramas, pero en el que siempre es posible seguir el camino de vuelta a las ra¨ªces¡±.
"La idea del sampler no es nueva. No lo es en el hip-hop, desde luego, pero tampoco en el jazz. Los m¨²sicos siempre usamos ideas ajenas. Yo trato de adaptar el legado del jazz a mi contexto"
Esa noche, en el anfiteatro al aire libre del festival de S¨¨te, el bater¨ªa cerr¨® en cierto modo su c¨ªrculo creativo con la interpretaci¨®n en quinteto de una m¨²sica que naci¨® improvisada y, tras su procesamiento, forma un repertorio de composiciones cerradas. El espect¨¢culo lo repetir¨¢ esta noche en la jornada de clausura del festival de Vitoria, en la que su banda actuar¨¢, como parte de un cartel excepcional, junto al exitoso saxofonista de Los ?ngeles Kamasi Washington, algo as¨ª como un mes¨ªas de ese nuevo jazz.
El eureka le lleg¨® a McCraven por azar. Scott McNiece, uno de los propietarios de International Anthem, sello en el que participa desde su fundaci¨®n y que se define como ¡°una compa?¨ªa de Chicago consagrada a la producci¨®n y promoci¨®n de m¨²sica progresiva¡±, le propuso tocar todos los mi¨¦rcoles en un club de la ciudad. Decidieron registrar los 28 recitales acordados sin saber a¨²n muy bien cu¨¢l ser¨ªa su destino. Un par de meses despu¨¦s, McCraven empez¨® a jugar con esas grabaciones, descargadas en su ordenador. ¡°Y?ding dong! Algo hizo clic¡±, recuerda. ¡°Cuando apareci¨® el disco que mont¨¦ con ese material [In The Moment], el inter¨¦s prendi¨® de inmediato, y algunos empezaron a hablar de ¡®¨¢lbum del a?o¡¯. Y entonces apareci¨® The Epic [debut de Washington] y¡ ?bum!¡±. Seguramente solo las onomatopeyas alcancen a describir la onda expansiva que aquel disco triple provoc¨® fuera de los ambientes jazz¨ªsticos; acab¨®, este s¨ª, como disco del a?o¡ en las revistas de rock. Pero no hay rencores: ¡°Su ¨¦xito contribuy¨® al m¨ªo propio¡±, considera McCraven.
A ambos m¨²sicos les une con otra de las nuevas estrellas del movimiento, el saxofonista Shabaka Hutchings, un fuerte sentido comunitario y un buen o¨ªdo para el genius loci: si los sonidos urbanos y de la di¨¢spora caribe?a en Londres definen los contornos de la propuesta de Hutchings, el esp¨ªritu relajado de la ciudad de Los ?ngeles domina la m¨²sica expansiva de Washington. En McCraven es tambi¨¦n esencial Chicago, lugar de larga tradici¨®n musical (cuna del blues el¨¦ctrico, el sweet soul o el house), en la que las fronteras entre las escenas de rock experimental, free jazz o hip-hop son porosas.
¡°No le veo sentido a encerrarme en un club de jazz con un mont¨®n de sabihondos a escuchar algo que solo nosotros entendamos¡±
Tanto eclecticismo atrajo a la gran ciudad al joven y ya experimentado bater¨ªa, quien de adolescente hab¨ªa formado una banda famosa en el circuito universitario de Massachusetts. Nacido en Par¨ªs, se mud¨® a los tres a?os con sus padres, el bater¨ªa Stephen McCraven y Agnes Zsigmondi, cantante h¨²ngara de folk, al Pioneer Valley, hogar del legendario saxofonista Archie Shepp, entre otros amigos y empleadores. Ahora, el padre vive en Par¨ªs y a¨²n toca en la banda de Shepp. ¡°Hace un par de a?os que no veo a Archie, pero siempre fue como un t¨ªo para m¨ª¡±, explica Makaya. ¡°Cuando era peque?o, era habitual que la casa se llenara de m¨²sicos y sus historias. Cuando volv¨ªan de gira, eran una fuente inagotable de an¨¦cdotas. Ah¨ª aprend¨ª que la vida en la carretera que ahora llevo consiste en acostumbrarte a lo inesperado. Mis recuerdos conforman una tradici¨®n oral, una conexi¨®n f¨ªsica con el pasado que yo trato de transmitir a la generaci¨®n m¨¢s joven¡±. Su padre, dice, siempre le inculc¨® la idea de que ¡°para sobrevivir art¨ªsticamente en el largo plazo, lo mejor es evitar los atajos¡±.
Tal vez no por casualidad, la experiencia de Kamasi Washington es similar: su progenitor, Rickey, es un veterano saxofonista de segunda fila que ahora toca en la banda del hijo. ¡°La diferencia¡±, opina McCraven, ¡°es que hoy las audiencias est¨¢n menos dispuestas a tragar m¨²sica estandarizada que cuando ellos ten¨ªan nuestra edad. El clima pol¨ªtico tambi¨¦n empuja a los j¨®venes hacia una experiencia m¨¢s espiritual de la m¨²sica¡±. El relato desjerarquizado que alientan las nuevas formas de consumo musical y la cultura de rescate del activo mercado de reediciones en vinilo tambi¨¦n han favorecido la valoraci¨®n de esas generaciones perdidas y sus ep¨ªgonos: en 2019, un oyente inexperto puede f¨¢cilmente llegar al universo c¨®smico de Sun Ra o a las experiencias colectivistas de la Horace Tapscott and the Pan-Afrikan Peoples Arkestra sin necesidad de parar antes en m¨²sicos con entradas m¨¢s extensas en las enciclopedias.
El nuevo disco de McCraven, Universal Beings (2018), comparte ese esp¨ªritu comunitario. En ¨¦l, toca con m¨²sicos locales en las cuatro capitales oficiales de la ¨²ltima revoluci¨®n del jazz, una por cada cara del ¨¢lbum doble. ¡°Estaba harto de escuchar cosas como que ¡®de Chicago sale ahora mismo lo m¨¢s interesante¡¯, o ¡®ni hablar, Los ?ngeles es el lugar en el que hay que estar¡¯, o ¡®Londres es la que lo est¨¢ petando¡¯, o ¡®por m¨¢s que uno se ponga, Nueva York sigue siendo el centro¡¯. Como considero que todo eso tiene su parte de verdad, pens¨¦ este proyecto para documentar cada escena en el contexto de un relato global¡±. Es su manera, afirma, de ¡°fomentar un sentido de comunidad en un mundo individualista¡± y, de paso, aportar argumentos contra la plaga nacionalista. ¡°Lo mejor es que el resultado desmiente los estereotipos de cada una de las ciudades. Lo m¨¢s interesante es siempre lo que no se puede definir¡±.
Este s¨¢bado, en el festival de Vitoria
El Festival de Jazz de Vitoria ha programado para hoy, su jornada de clausura, un cartel triple que ofrece una panor¨¢mica del jazz estadounidense contempor¨¢neo. Primero ser¨¢ el turno del trompetista de 37 a?os Ambrose Akinmusire, que acude junto a su banda a interpretar su ¨²ltimo y aclamado disco, Origami Harvest (Blue Note), una mezcla de jazz cerebral y hip-hop que consagra a uno de los talentos m¨¢s s¨®lidos de la ¨²ltima d¨¦cada.
Por la noche llegar¨¢n las propuestas de Makaya McCraven y Kamasi Washington, una actuaci¨®n doble que, seg¨²n explica el primero, ¡°solo se ha producido en un par de ocasiones antes¡±. La expectaci¨®n crece si se tiene en cuenta que ambos m¨²sicos acaparan muchos de los titulares que ¨²ltimamente especulan con el futuro del jazz. ¡°Ser¨¢ un d¨ªa interesante¡±, explica McCraven, ¡°porque los tres operamos desde lugares muy diferentes y en cierto modo complementarios¡±.
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