Amor y psicosis
¡°Maroto est¨¢ ah¨ª, vive aqu¨ª. Han pasado ya muchos periodistas a preguntar por ¨¦l: pues bien, no sale de Sotosalbos, se ha enamorado del pueblo"
En Sotosalbos nos paramos en el hotel del Buen Amor, famoso por dos cosas: recordar el protagonismo del pueblo en el libro del Arcipreste de Hita y la boda de los periodistas David Gistau y Teresa Bo, en 2002, durante un Barcelona-Madrid en el que el Madrid empat¨® con gol de Zidane (?la vaselina de Champions a Bonano?). Aquella noche, uno de los invitados, Pepe Navarro, ten¨ªa en n¨®mina a un camarero que se acercaba a su mesa con cualquier excusa para cantarle las incidencias de partido, saques de banda incluidos. Otro invitado ilustre fue Armando B¨®, famoso productor y actor argentino guap¨ªsimo, padre de la novia, que meses atr¨¢s quiso conocer al novio llev¨¢ndolo a jugar a un club de front¨®n vasco en Buenos Aires y, ya en el vestuario, despu¨¦s de darle una paliza en la pista, se acerc¨® desnudo a David con un miembro irreal, el m¨¢s famoso de Am¨¦rica Latina, para decirle que cuidase y respetase a su hija. ¡°Y si no, qu¨¦¡±, debi¨® de pensar el otro.
Todo esto se lo cont¨¦ en confianza a Elisardo Bastiaga mientras ¨¦l aparcaba en bater¨ªa, la ¨²nica manera ¡ªdijo¡ª en la que sab¨ªa aparcar (no pregunt¨¦ m¨¢s). ¡°Aqu¨ª, en Sotosalbos, me reun¨ª con Echenique¡±, dijo al echar el freno de mano. Lo mir¨¦ sin dar cr¨¦dito: de repente parec¨ªa que no eras nadie si no hab¨ªas estado nunca en Sotosalbos. No hab¨ªamos abordado a¨²n su trabajo como asesor en las negociaciones de Gobierno ¡ªtampoco como instagramer, si bien tuvimos que parar dos veces por el camino para que se hiciese fotos, una durante el amanecer y otra delante de una gasolinera desvencijada¡ª y la verdad es que a¨²n no estaba preparado, como periodista, para hablar de aquello, pues prefer¨ªa no saber si Bastiaga solo echaba por fuera, como buen fanfarr¨®n, o simplemente estaba en brote.
En el hotel nos recibi¨® una mujer muy agradable, que me sonaba familiar, y que se present¨® como Marta; joven y de cara angulosa, inteligente. ¡°Este chico es periodista¡±, le resumi¨® Bastiaga. ¡°Y viene a escribir de la nueva vida de Javier Maroto aqu¨ª, ya sabe. ?Como se le va a ver tanto!¡±. La mujer dijo ¡°aj¨¢¡± con la cabeza y despu¨¦s de tomarnos nota y decirnos la habitaci¨®n que ten¨ªamos, pidi¨® que sali¨¦semos con ella al porche.
All¨ª, un caminito serpenteaba hasta llegar a una vieja mansi¨®n, en una de cuyas ventanas parec¨ªa recortarse la figura de un senador del Estado espa?ol sentado en una mecedora.
¡ªMaroto est¨¢ ah¨ª, vive aqu¨ª. Han pasado ya muchos periodistas a preguntar por ¨¦l: pues bien, no sale de Sotosalbos, se ha enamorado del pueblo. No para de mirarlo por la ventana.
¡ªPero mujer, podremos verlo.
¡ªYa lo est¨¢n viendo, ?no? ¡ªy se?al¨® aquella sombra inm¨®vil como si fuese la estatua de un conquistador.
Estaba en lo alto Maroto, era inquietante. Maroto y su enorme y viejo casopl¨®n. Empec¨¦ a pensar si la noticia no estar¨ªa en el IBI. Marta, inc¨®moda, pregunt¨® si pasaba algo. Yo le dije que me parec¨ªa raro, nada m¨¢s. Bastiaga puso su mejor cara de Luis Zahera y dijo: ¡°Es muy raro, s¨ª¡±; que pens¨¦ yo que si esas eran sus contribuciones como asesor socialista, igual hac¨ªa carrera en el partido.
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