Batman y Bates
Se hab¨ªa resuelto colocar a un falso Maroto en la ventana de una casona en lo alto de Sotosalbos para que los periodistas dejasen de preguntar por ¨¦l
Todo pas¨® tan r¨¢pido que no pudimos ni respirar, le dijimos a la polic¨ªa tres horas despu¨¦s. Elisardo Bastiaga ten¨ªa la cabeza tan bien vendada que daban ganas de prenderle fuego como a una antorcha. Estaba m¨¢s dolido por no poder ense?ar el implante que por el golpe.
Me dirig¨ª al agente.
¡ªAl llegar a nuestra habitaci¨®n, el compa?ero Elisardo¡ª yo ya hablaba como en Suresnes¡ª quiso darse una ducha. Y empez¨® el terror.
Lo que hab¨ªa ocurrido, seg¨²n confes¨® Marta, la falsa recepcionista del hotel del Buen Amor, es que tras tensas deliberaciones el PP hab¨ªa resuelto colocar a un falso Maroto en la ventana de una casona en lo alto de Sotosalbos para que los periodistas dejasen de preguntar por ¨¦l. Marta trabajaba en G¨¦nova, de ah¨ª que me sonase familiar, y hab¨ªa recibido ¨®rdenes de impedir que alguien subiese para tratar de hablar con Maroto. Tambi¨¦n ten¨ªa la misi¨®n de apartar al falso Maroto de la ventana por la noche, pues estaba bien que el pueblo le viese todo el d¨ªa, pero pod¨ªa dormir un rato. Interrogados los vecinos, hab¨ªan concluido que el senador era su toro de Osborne, una sombra all¨ª colocada eternamente que serv¨ªa como atractivo tur¨ªstico. Otros lo ve¨ªan m¨¢s como Batman, velando por la paz del pueblo; un Batman port¨¢til que iba a proteger Vitoria y termin¨® combatiendo el mal en Sotosalbos. Los n¨¢ufragos no eligen puerto.
La argucia funcion¨® los primeros d¨ªas, al menos hasta que Marta empez¨® a perder la cabeza y a vestirse de Maroto para invitar a los hu¨¦spedes al pantano. Un plan de verano como otro cualquiera, sobre todo si hay que cuidar de un mu?eco o lo que hubiese en esa ventana. Yo no se lo reprocho. Si est¨¢ en debate Verano Azul porque Pira?a lleva a los ni?os a relajarse con los bollos, tambi¨¦n hay que poner contra las cuerdas Psicosis porque desde entonces los recepcionistas no pueden tener un pantano cerca.
Todo acab¨® cuando Maroto, o lo que parec¨ªa Maroto ¡ªuna mujer disfrazada de ¨¦l, con su peinado de ¡°hasta aqu¨ª hemos llegado¡± y su sonrisa de ¡°esto no me est¨¢ pasando¡±¡ª, lleg¨® hasta la ba?era en la que se duchaba Bastiaga, que sin ver un pimiento por la espuma en los ojos le pregunt¨® a Maroto si no se podr¨ªa abstener, no se sabe si en la investidura o de matarlo. Incapaz de acabar con semejante fen¨®meno de supervivencia, el Maroto fake se ech¨® a las carreras para subir la colina de su casa, adonde dos horas despu¨¦s llegamos la polic¨ªa y yo.
Sali¨® a recibirnos Marta en su mejor versi¨®n, la mujer r¨¢pida e inteligente que nos hab¨ªa recibido en el hotel. La distrajeron los agentes pidi¨¦ndole la documentaci¨®n mientras Bastiaga y yo entramos en el cuarto de la sombra en la ventana, donde una pelambrera blanca se asomaba por encima del cabezal de la mecedora y, al ir all¨ª a girar la silla, nos encontramos con un rostro chamuscado que nos hizo gritar de horror, saliendo escaleras abajo sin dar tiempo a Marta a explicar que se trataba de las nuevas y pol¨¦micas funciones de Javier Arenas.
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