Mar azul entre arroz cremoso
La cala de Aiguablava resume la esencia de la seducci¨®n de la Costa Brava, uno de los primeros enclaves en desarrollar el turismo exquisito y el placer de comer en la playa
Una noche de septiembre de 1918 el escritor Josep Pla y su amigo Herm¨®s llegaron con su barco a la cala de Aiguablava, a Fornells, pero estaba tan oscuro que no sab¨ªan si hab¨ªa alguien. Dieron un grito y se asom¨® un pescador. Cenaron en su casa unos salmonetes, vino rosado y galletas. Luego, roquill: caf¨¦, co?ac y az¨²car con unas gotas de lim¨®n. Les invadi¨® una dulce modorra: ¡°Yo me dec¨ªa si aquel ambiente so?oliento encontrado en Fornells pod¨ªa ser, tal vez, la esencia de la felicidad en este mundo¡±. Ahora las impresiones son distintas, claro: llegas a Aiguablava y te preguntas si habr¨¢ quedado alguien fuera, parece que todo el mundo est¨¢ all¨ª, apelotonado en la peque?a playa. Es comprensible que todos quieran venir a estos exquisitos parajes de la Costa Brava, por su belleza y porque tienen algo de estatus, de ideal pijo catal¨¢n. En la esquina de la playa, en un lugar envidiable, est¨¢ desde 1950 el chiringuito Toc al Mar.
¡°Los visionarios fueron mis abuelos¡±, cuenta Alfons Garreta, que lleva trabajando en el restaurante 32 a?os, desde ni?o. Como todos los chiringuitos de este viaje, el origen est¨¢ en unos abuelos. Eran de Palafrugell y los fines de semana iban con el barco a la cala. Les gustaba tanto que al final compraron unas casetas de pescadores, que acabaron siendo el restaurante. Aqu¨ª Garreta ha servido a reinas y princesas, entre gente corriente y con precios normales. Es una alquimia dif¨ªcil, pero en Toc al Mar ves que las clases se mezclan con naturalidad.
Hay personajes de casting de Gran Hermano, con pinta de haber sobrevivido a una guerra, cuando probablemente a¨²n no se hayan recuperado del fin de semana. Ellos parecen muy machotes, son parejas en las que percibes que ellas tienen un papel subalterno y eso que ya somos todos muy modernos. Tambi¨¦n se oyen conversaciones de j¨®venes con la camisa bien planchada que se cuentan vacaciones incre¨ªbles porque hacen surf en lugares ex¨®ticos, aunque una vez en Nicaragua hubo inundaciones, y donde estaban ellos no hubo olas: ¡°Supermala experiencia¡±. Una conversaci¨®n de surferos puede ser mortalmente aburrida, como una cena de m¨¦dicos o periodistas. Pero muchas parejas est¨¢n en silencio, se respira paz porque la vista se pierde en el azul intenso del mar, que es tan antiguo. Est¨¢ lleno de barquitos blancos. Es un lugar de fondeo desde el siglo III antes de Cristo, un buen sitio para esperar el viento antes de remontar el cabo de Begur, como Pla aquella noche de 1918. Donde se ba?a la gente han encontrado tres pecios romanos. ?nforas b¨¦ticas con salazones, un cuerno de ciervo usado como fetiche. Mientras saboreas un arroz cremoso con langostinos piensas que la civilizaci¨®n, al final, ha logrado grandes cosas.
Cuando los Garreta abrieron el restaurante las barras de hielo ven¨ªan en burro. ¡°No hab¨ªa ni Coca-Cola, solo zarzaparrilla¡±, recuerda Alfons. Asegura que tampoco estaban los pinos, eran todo vi?edos. Empezaron viniendo familias de industriales de Barcelona, burgues¨ªa local. En 1965 abrieron un parador, aunque lleva cerrado por obras desde 2017. El potencial de la costa azul catalana se vio pronto, la denominaci¨®n de Costa Brava nace en 1908, en un art¨ªculo del periodista y pol¨ªtico Ferran Agull¨® que dec¨ªa as¨ª: ¡°Es brava, risue?a, fant¨¢stica y dulce, trabajada por los temporales a golpe de olas como un alto relieve y bordada de besos de bonanza con una exquisitez de monja paciente para quien las horas, los d¨ªas y los a?os no tienen valor de tiempo¡±. En una oficina de turismo quiz¨¢ hoy se expresar¨ªa de otra manera lo de la monja paciente.
Pero sobre qui¨¦n puso el nombre de Costa Brava hay el cl¨¢sico l¨ªo, y Pla sit¨²a el origen precisamente en esta cala. Garreta se?ala a la otra punta de la bah¨ªa, al hotel Aiguablava, en Fornells: ¡°All¨ª fue donde dicen que lo inventaron¡±. Se llega andando por el camino de ronda, el sendero de las rondas de la Guardia Civil. Esta costa salpicada de escondrijos naturales, cercana a Francia, fue excelente para el contrabando. Te imaginas a los lugare?os toreando a los agentes. El hotel, ahora de cuatro estrellas, fue abierto en 1934 por Clareta Capella, pero antes ya hab¨ªa otro, El Parad¨ªs, de su futuro yerno. Pla iba mucho por all¨ª y, seg¨²n su relato, lo de ¡°Costa Brava¡± surgi¨® en una cena en 1905. En los postres, evidentemente. Lo habr¨ªa dicho Bonaventura Sabater, Xiquet, due?o del hotel, y Agull¨®, que estaba presente, luego lo puso por escrito. La familia de Capella sigui¨® con el hotel, cuatro generaciones m¨¢s, y en la recepci¨®n hay un diploma de 1973 que la nombr¨® ¡°pionera de la hosteler¨ªa en Gerona¡±. En el bar hay fotos de Kirk Douglas, John Wayne, Eddy Merckx, cuando estuvieron por la zona.
Como en todos los chiringuitos con historia de este viaje, Garreta siente que algo ha perdido por el camino. Aunque el negocio haya significado prosperidad, echa de menos tiempos m¨¢s tranquilos, el para¨ªso perdido. ¡°En los setenta lleg¨® el turismo y se acab¨® aquello¡±, confiesa. En la sobremesa un grupo de amigos pide unos gin tonic ¡°para bajar¡±. Otro, un chupito de Baileys, que se sigue llevando. Una familia pregunta si les pueden poner las sobras de la paella para llev¨¢rselas, aunque luego piden postre.
Como apunte final de este viaje puedo decir que, tras leer cientos de rese?as de usuarios, no hay un solo restaurante de la galaxia sin una cr¨ªtica feroz de alguien que describe su experiencia como el peor d¨ªa de su vida. Hay gente que sufre mucho, quiz¨¢ demasiado. Y otra cosa: algo notable de esta ruta de 12 d¨ªas, pegando la oreja a conversaciones ajenas, de Galicia a Almer¨ªa, de M¨¢laga a Girona, mientras en Madrid se debate el futuro Gobierno de Espa?a, es que ni una sola, ni una, ni un segundo, fue sobre pol¨ªtica.