Dos ensayos de Handke sobre Kafka
Dos textos breves del nuevo Nobel extra¨ªdos de su libro 'Contra el sue?o profundo'
Sobre Franz Kafka
Hubo un tiempo en el que rele¨ªa los diarios de Kafka, sus cartas y tambi¨¦n lo que sus amigos en alguna ocasi¨®n hab¨ªan escrito de ¨¦l, con el ¨²nico fin de averiguar si hab¨ªa tenido granos. Las descripciones de sus amigos, el tono de escritura de sus cartas, mostraban, sin embargo, el rostro indemne de una persona volcada por entero en la observaci¨®n.
Max Brod escrib¨ªa que Kafka hab¨ªa sido hermoso, una figura esbelta con un rostro moreno. Yo, sin embargo, siempre me imagino que Kafka ten¨ªa acn¨¦ de adolescente, protuberancias dolorosas y supurantes en la cara y el cuello, de modo que le costaba afeitarse. For¨²nculos, miedo al contacto. Una vez, ¨¦l incluso volv¨ªa a casa del extranjero porque ten¨ªa un for¨²nculo; esto es un hecho. El extranjero y los for¨²nculos. ?No hay que idealizar los hechos! Pues en la realidad no idealizada Kafka era hermoso.
Una vez, yo quer¨ªa escribir una historia en la que alguien empieza a verlo todo con ojos distintos porque tiene acn¨¦. La historia iba a llamarse ?Acn¨¦?. Fue hace mucho tiempo, cuando mi mundo todav¨ªa era el mundo de Kafka y mi h¨¦roe el doctor Franz Kafka. ?Todos los acusados son hermosos?.
?C¨®mo me he reconocido en la verg¨¹enza de Kafka!; no, reconocerme no, me descubr¨ªa¡ y luego cada vez me redescubr¨ªa. Y cu¨¢n temerosa, cu¨¢n timorata me parece esta verg¨¹enza hoy, cu¨¢n altiva.
Tal vez por eso a menudo he husmeado en los documentos, como un detective privado, para saber si Kafka no se hab¨ªa acostado con mujeres. La lujuria en sus historias es un poco la lujuria del sue?o, por un lado en su aspecto animal, entre charcos de cerveza, bajo una mesa de taberna, pero, por otro lado, maniatado por el miedo de no ensuciar de ninguna manera la s¨¢bana limpia que despu¨¦s ver¨¢ la madre¡ Tambi¨¦n era un poco el mundo de un adolescente el que describ¨ªa Kafka, y, en lo relativo a la sexualidad, un mundo todav¨ªa adolescente.
Y su buen humor nunca es un buen humor por s¨ª solo, sino siempre el resultado de una reacci¨®n f¨ªsica a un prolongado dolor; como si la gravedad de la muerte se volviera tan fuerte que se invirtiera en una divina ingravidez. Este buen humor (otros dicen el ?sentido del humor? de Kafka) como resultado de un dolor me resulta ajeno ahora, incluso repulsivo; y, sin embargo, cuando pienso en la ¨²ltima frase de El proceso: ?Era como si esta verg¨¹enza le fuera a sobrevivir?, me da la sensaci¨®n como si no fuese solo una frase, sino una ACCI?N, m¨¢s grande que todas las acciones de las que hasta ahora he tenido noticia.
Cuando pienso en Kafka y lo veo ante m¨ª, tengo la sensaci¨®n de que si solo lo mirara con la paciencia suficiente, bajando la cabeza de vez en cuando para no atormentarle demasiado, entonces, poco a poco, ¨¦l dejar¨ªa de ser la mera imagen de una v¨ªctima y se convertir¨ªa en otra cosa muy distinta, de la que nos hablar¨ªa, pero con la misma meticulosidad de antes.
(1974)
Discurso con motivo de la concesi¨®n del Premio Franz Kafka
Franz Kafka ha sido para m¨ª, durante toda mi vida de escritor, frase por frase, la medida de mi escritura. Sin embargo, y a pesar de toda mi buena voluntad por decir aqu¨ª algo de ¨¦l, no logro evocar de forma ordenada en mi imaginaci¨®n al famoso personaje-escritor; sin embargo, su silueta an¨®nima s¨ª cobra un limpio contorno como pintor de brocha gorda, que pinta las paredes en la habitaci¨®n contigua, como conductor de gr¨²a en su cabina amarilla, o como estudiante de secundaria sentado en la vereda del camino. S¨ª, con su lenguaje cari?oso, Kafka ha hecho perceptibles a los sin nombre y ahora ¨¦l camina a su lado hacia un futuro infinito, reclamando atenci¨®n para ellos. En nuestro siglo, excepto Charlie Chaplin, solo el particular¨ªsimo artista Franz Kafka se ha desprendido de su propia figura, y va actuando cada vez m¨¢s como el prototipo humano Franz K., que otorga a todos y cada uno de los individuos en las masas, que deambulan aparentemente sin rumbo, una forma sensible e inteligente.
Este escritor es nuestro gran maestro. Pero, a diferencia de la mayor¨ªa de los otros maestros de la humanidad ¡ªcomo los fundadores de religiones y los fil¨®sofos¡ª, ahora, apenas cincuenta a?os despu¨¦s de su muerte, su persona est¨¢ a punto de fundirse y desaparecer por completo dentro de su pac¨ªfica doctrina: en su arte, que no era otra cosa que terca, meticulosa, pura narraci¨®n.
Afirmo: desde el principio de los tiempos no hay en las escrituras de los pueblos otro texto que pueda ayudar mejor a los desamparados a resistir con dignidad y, al mismo tiempo, con indignaci¨®n frente a un orden del mundo mortalmente enemigo, como el final de la novela El proceso, donde Josef K., el protagonista, mientras es arrastrado fuera para ser masacrado, incita ¨¦l mismo todav¨ªa a la ejecuci¨®n postergada c¨ªnicamente, si bien al final prescinde, en heroico triunfo, de quitarles a los dos se?ores que por encima suyo van pas¨¢ndose el cuchillo su tarea de verdugos: eso est¨¢ ESCRITO, L?ASE.
Y aqu¨ª es pertinente ahora hablar de m¨ª; pues justamente a trav¨¦s del relato de El proceso se me revel¨® de qu¨¦ manera mis intentos de escribir deben distinguirse de la obra de Franz Kafka: pues esta muestra el mundo como una potencia mal¨¦vola que juega al gato y el rat¨®n con la llamada biograf¨ªa del individuo. En cambio, para m¨ª, nacido posteriormente, la creaci¨®n representa un reto que quiz¨¢s a la larga (a lo largo de mi vida) pueda aprobar. Por eso, el lenguaje de Kafka, decididamente desesperado, es el humor fabulador, rico en im¨¢genes y detalles. Mi ideal de lenguaje (que siempre quiere salir de m¨ª cuando en el trabajo verbal se hace posible, en respuesta al reto ?creaci¨®n?, por muy puntualmente que sea) es en cambio la alegr¨ªa, una alegr¨ªa m¨¢s bien exenta de im¨¢genes y liberada del detalle y de la f¨¢bula.
Arriesgu¨¦monos a decirlo: yo aspiro, esforz¨¢ndome con la forma para mi verdad, a la belleza; la belleza sobrecogedora, aspiro a la conmoci¨®n mediante la belleza. S¨ª, a lo cl¨¢sico, lo universal, a aquello que, seg¨²n la doctrina pr¨¢ctica de los grandes pintores, solo adquiere forma en la constante contemplaci¨®n de la Naturaleza.
?Y qu¨¦ hay de la opini¨®n de que ya no queda Naturaleza? Me merece el mismo cr¨¦dito que la afirmaci¨®n de que ?ya no hay estaciones del a?o?. Quienes lo afirman tal vez solamente teman el aire libre, prisioneros como son de sus m¨¢quinas, en las que viven, las que conducen, convertidos en m¨¢quinas ellos mismos. Porque, a pesar de todas estas jerigonzas, all¨ª fuera los ¨¢rboles siguen extendiendo sus ramas con fuerza. Las estaciones del a?o existen. La naturaleza es. El arte es. Y yo a veces me siento como un personaje tragic¨®mico o simplemente rid¨ªculo cuando, desde mi sentido del deber de escritor, les hablo a los voluntariosos lectores, al ?pueblo de los lectores? (que tanto deseo tener), de un mundo oculto, que siempre se oculta de nuevo, pero que est¨¢ al alcance de las posibilidades humanas, un mundo bueno. He llegado a considerar solo esto como literatura necesaria, auxiliadora, que proyecta dulcemente un conjunto de perseverantes propuestas existenciales partiendo de los fugaces instantes de una vida DISTINTA, experimentada sin embargo como ley.
Y aqu¨ª ya no se puede silenciar que cada vez que mi fr¨¢gil imaginaci¨®n creativa falla, la obra de Franz Kafka se me aparece en medio del profundo enmudecimiento como el adversario riente que ha tenido raz¨®n. No hace tanto tiempo, cuando de repente y como para siempre hab¨ªa perdido la esperanza en un lenguaje imaginativo y la fuerza para el acto de hablar, se me present¨® el pensamiento literal: ??La venganza de Kafka!?. Por otra parte, s¨¦ muy bien que el venerado escritor, si estuviera vivo como persona, si bien no me confirmar¨ªa en mi presunci¨®n, al menos me tomar¨ªa en serio, lo cual ya ser¨ªa suficiente confirmaci¨®n: ¨¦l tambi¨¦n quer¨ªa proyectar su ?Gran Teatro Natural de Oklahoma? como un teatro de redenci¨®n.
As¨ª que me complace dejarme alentar por el premio que lleva el nombre del maestro, y estoy profundamente agradecido; un ?pueblo de lectores? tiene, no obstante, mayor importancia para m¨ª. El abundante dinero quisiera cederlo, como llamada de atenci¨®n sobre dos autores, al suizo Gerhard Meier, cuya novela La isla de los muertos acaba de publicarse, y al joven austriaco Franz Weinzettl. Ambos son, al menos a mis ojos, menos ?escritores? que ?buscadores de escritura?, entre los que yo quiero contarme tambi¨¦n, creyendo que hablo tambi¨¦n por el hermano Franz Kafka. Porque sin la escritura diaria, lejos de la escritura, solo hay infelicidad para nosotros, los necesitados de lectura. Reafirm¨¦monos los unos a los otros, escribientes y lectores, los lectores mediante la expectativa y la confianza, los escribientes a trav¨¦s de la exaltaci¨®n y el afecto.
(1979)
Contra el sue?o profundo. Peter Handke. Traducci¨®n de Cecilia Dreym¨¹ller. N¨®rdica, 2017. 256 p¨¢ginas. 21,50 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.