?Por qu¨¦ no bail¨¢is?
La alegr¨ªa deviene militancia pol¨ªtica en boca de muchos artistas. Varias exposiciones reflexionan sobre esta idea
En un poema sobre Anna Ajm¨¢tova y Modigliani, Raymond Carver recrea el entusiasmo de aquellos d¨ªas en los que, sentados en los jardines de Luxemburgo, se recitaban a Verlaine el uno al otro, ¡°a¨²n intocados por su futuro¡±. All¨ª estaban los peque?os cangrejos listos para echar a correr, o darse la vuelta. La languidez de aquella carretera del campo. El joven con los pantalones remangados mir¨¢ndoles indiferente. La risa nerviosa contenida en las pupilas. Esa peque?a ficci¨®n infraleve que contiene la compleja naturaleza de lo simple. Esa alegr¨ªa interna de ruborizarse al mirarse.
Carver no era un tipo especialmente alegre, en parte porque su padre le llamaba Rana en vez de Ray, aunque nunca renunci¨® a retratar la extrema intensidad de la vida, por turbia que fuera. Un baile que siempre abre paso a otra vida posible, a una oportunidad. Esa perspicacia de lo rutinario que convierte los gestos m¨¢s insignificantes en una celebraci¨®n del mundo y la felicidad de la rutina en una gamberra resistencia. Por ella discurren los artistas reunidos por Tania Pardo en La Casa Encendida de Madrid, bajo el t¨ªtulo El hecho alegre. Una mec¨¢nica popular de los sentidos. La comisaria, buena lectora de Carver, tira del potencial que tiene esa actitud de asombro frente al mundo ante lo que ocurre cada d¨ªa, esas cosas comunes convertidas en caldo de cultivo para muchos artistas. Lo hace, adem¨¢s, hilando fino con las ideas que hab¨ªa tras El curso natural de las cosas, su anterior exposici¨®n en La Casa Encendida cuando era responsable de exposiciones, que tend¨ªa la mano a lo natural, lo b¨¢sico y lo peque?o como ant¨ªdoto para afrontar lo complicado de la vida. Proyectos que estiran la libertad y el entusiasmo que puede contener el arte, aguando la fiesta a varios estigmas asociados al arte contempor¨¢neo actual, donde ya sabemos que no hay que pasarse de majo si se quiere ser tomado en serio, ni hablar de lo alegre sin cierto trasunto conceptual.
Son obras que estiran el entusiasmo que puede contener el arte contempor¨¢neo y rechazan su estigma de seriedad
Aqu¨ª las alegr¨ªas se disparan. No todas son sin¨®nimo de felicidad ni encierran hechos placenteros. Samara Scott, por ejemplo, que mira con lupa esos desechos fruto del rev¨¦s emocional del consumismo contempor¨¢neo en una instalaci¨®n que roza lo descorazonador desde un arm¨®nico pantone. Mucho de lo expuesto combina lo autobiogr¨¢fico, el espacio cotidiano y la expresi¨®n art¨ªstica, como el maravilloso A Cookbook, el libro de recetas de amor y de vida de Dorothy Iannone, y los trapos de cocina convertidos en calendarios de la instalaci¨®n Mi vida en las vidas de otros, de Jonathan Monk, otro de los puntos fuertes de la exposici¨®n. Pilar Albarrac¨ªn se lanza a la Tortilla a la espa?ola estirando el folclore y gui?¨¢ndole el ojo a dos referentes: Martha Rosler y su Semiotics of the Kitchen, y Yoko Ono y su Cut Piece. Elena Blasco enaltece el uso de la cer¨¢mica, un experimento radical tambi¨¦n en manos de Teresa Solar. Aunque si hay que quedarse con algo ser¨ªa con las pelotas de Esther Gat¨®n, que parasitan en manos del espectador, y con la peluquer¨ªa de Sol Calero, que, entre l¨ªneas, habla de ese lugar com¨²n de cuidados donde se multiplica la ambig¨¹edad de signos culturales.
Tambi¨¦n la exposici¨®n de Hassan Khan en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro madrile?o habla del poder del humor en tiempos de abstracci¨®n del sistema pol¨ªtico, econ¨®mico y social, de la tensi¨®n entre lo familiar y aquello que escapa a la comprensi¨®n completa, y de esa densidad afectiva y sem¨¢ntica que reside en los peque?os gestos, como un saludo o una conversaci¨®n trivial. Khan tiene una personalidad precoz y prol¨ªfica, a menudo contradictoria, como se deduce r¨¢pidamente de los t¨ªtulos de sus trabajos. Hay arrogancia (Read Fanon You Fucking Bastards, 2003-en curso) y redundancia (Evidence of Evidence, 2010). Su Le¨®n de Plata en la Bienal de Venecia 2017 ya le coloc¨® como uno de los artistas m¨¢s prometedores de la escena internacional. Cinco a?os antes destac¨® en Documenta 13 y en la Trienal del New Museum de Nueva York. Es, pues, una suerte ver su trabajo en Madrid, realizado a conciencia para el Palacio de Cristal tirando de una rara pata de mesa de 1843 que encontr¨® en el Museo del Romanticismo, y que tiene como motivo a una persona negra en una contorsi¨®n grotesca.
Las llaves del reino explora la multitud de formas que tiene lo rid¨ªculo y todas sus contradicciones. ?La mayor? Hablar de populismo desde un edificio elegante y espacioso como ese palacio construido en 1887 para la Exposici¨®n Universal de Filipinas, por aquel entonces posesi¨®n colonial espa?ola.
Diecis¨¦is banderas reciben al entrar, muchas de ellas bordadas, llenas de caricaturas, figuras burlescas y signos abstractos. Aluden a un Happy Empire (2019), que tiene forma de mural de azulejos, donde dos vacas se besan limando asperezas. Hay que detenerse en Canci¨®n hip-hop infinita (2019), escrita por el artista e interpretada por 11 raperos, producida por un programa de algoritmos que permite que las voces y el sonido suenen constantemente pero sin repetirse jam¨¢s. Khan da un gran valor a los peque?os detalles, algo que se agradece entre una amalgama de formas que cuesta contextualizar. En el z¨®calo est¨¢ expresado el mayor deseo del artista y del sentir general, especialmente estos d¨ªas. Tiempos simples, pide. Bailar¨ªamos alegr¨ªas del incendio.
El hecho alegre. La Casa Encendida. Madrid. Hasta el 5 de enero de 2020.
Las llaves del reino. Hassan Khan. Palacio de Cristal del parque del Retiro. Hasta el 1 de marzo de 2020.
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