De las calles de Malabo a la danza contempor¨¢nea
Obiang Asumu, bailar¨ªn guineano de 22 a?os, se sube este martes por primera vez a un escenario para protagonizar 'La domesticaci¨®n' con la compa?¨ªa La Ph¨¢rmaco
El d¨ªa que la core¨®grafa Luz Arcas llam¨® a la casa de Miguel para comunicarle que quer¨ªa que bailara en su nuevo espect¨¢culo de danza contempor¨¢nea, la foto de su abuela fallecida hac¨ªa 12 a?os se descolg¨® y cay¨® al suelo. ¡°Estaba feliz¡±, cuenta Obiang Asumu, al que todos en Malabo (capital de Guinea Ecuatorial) llaman Jerry, pero a quien la Administraci¨®n espa?ola, en una de esas piruetas burocr¨¢ticas, rebautiz¨® como Miguel Faustino cuando aterriz¨® el pasado junio en Madrid, tras seis largos meses de papeleo. Miguel volver¨¢ a ser Obiang en diciembre, momento en el que se le agota el permiso y terminan los pases de?La domesticaci¨®n, el nuevo espect¨¢culo de danza contempor¨¢nea de la compa?¨ªa La Ph¨¢rmaco, en los Teatros del Canal (Madrid), donde actuar¨¢ desde este martes hasta el s¨¢bado con otros cuatro excelentes bailarines formados en la disciplina.
Jerry tiene 22 a?os, nunca ha ido a un conservatorio y es la primera vez que ensaya. ¡°Al principio no lo comprend¨ªa: ?actuar sin p¨²blico?¡±, cuenta Abraham Gragera, la otra pata de la compa?¨ªa. En las calles de Malabo se colaba en fiestas y bailaba para los invitados danza tradicional de su pueblo. Luego pasaba la gorrilla y lo que recaudaba quedaba en casa. No fue al colegio hasta los 14 a?os y sacaba dinero porteando con una carretilla. ¡°Cuando lleg¨® no entend¨ªa por qu¨¦ hab¨ªa que ensayar y practicar. A ¨¦l el esp¨ªritu lo posee cuando hay gente mirando¡±, dice Gragera. Jerry es autodidacta. Mientras su madre le reprend¨ªa por no ir a la escuela, su abuela le animaba a seguir danzando. ¡°Mi madre no tiene dinero¡±, dice Jerry, que manda una parte de su salario a su familia.
¡°Soy una persona simple, pero muy divertida. Soy un chico sano, no me gusta la fiesta y podr¨ªas pensar que no soy serio porque cuando hablo y me r¨ªo me siento m¨¢s libre. A veces el esp¨ªritu se marcha y no bailo bien. Otras, el se?or Abraham me dice que le pida a mi esp¨ªritu que no sea tan impulsivo¡±, cuenta el bailar¨ªn que esta semana subir¨¢ a un escenario por primera vez y ejecutar¨¢ una coreograf¨ªa sobre la violencia neoliberal como nuevo ej¨¦rcito colonizador. Se mueve a ritmo de nocturno de Chopin, con improvisaciones de viol¨ªn, la voz de los madrigales amorosos de Monteverdi, Bob Marley y techno para acabar la fiesta. Es un choque cultural contundente, hilado a la perfecci¨®n.
Su madre le dice que tiene tres cuerpos bailando en el mismo cuerpo y hay que verle en acci¨®n para entenderlo. No ha sido f¨¢cil controlar toda esa fuerza sin occidentalizar. Para empezar, la danza africana se baila para el p¨²blico y Miguel siempre miraba fuera del centro. ¡°Ha tenido que aprender a centrarse en el escenario¡±, cuenta Luz Arcas, que ha construido con Abraham esta primera parte de una trilog¨ªa con la que saltan al cuerpo actual y a los gestos contempor¨¢neos domesticados por el capitalismo. En ese sometimiento de la figura humana la presencia de Jerry, en contraste con la de sus compa?eros, es esencial. ¡°Miguel tiene la capacidad de convocar a los esp¨ªritus. Mueve fuerzas y el verdadero arte hace eso. ?l tiene ese don¡±, asegura Gragera.
Un cuerpo sin domesticar
¡°He venido aqu¨ª para trabajar duro, no para dormir¡±, cuenta el bailar¨ªn. ¡°La danza contempor¨¢nea me ha ayudado a poder hacer lo que quiera con mi cuerpo. No sab¨ªa lo que eran los estiramientos y ahora soy mucho m¨¢s flexible. Quiero seguir aprendiendo¡±, comenta Jerry, al que est¨¢n buscando una beca en el conservatorio o talleres de formaci¨®n para que siga creciendo como bailar¨ªn aqu¨ª, a la espera del inicio de la gira del espect¨¢culo el a?o que viene.
Dice que es el que m¨¢s molesta de sus compa?eros. Le gusta hacerles re¨ªr. Prefiere la jarana a sentirse solo, porque cuenta que no le gusta pensar mucho porque llegan los malos pensamientos. Se reconoce feliz con ellos. ¡°Soy el m¨¢s ni?o, tienen mucha experiencia. Yo les copio mucho¡±, cuenta.
Todo lo que sabe de danza contempor¨¢nea es lo que ha aprendido en los ensayos. No le han puesto v¨ªdeos de grandes artistas o coreograf¨ªas. ?l no ha sido domesticado. Eso es lo que quer¨ªan encontrarse Luz y Abraham cuando fueron a Malabo hace tres a?os. Montaron un casting en busca de personas que bailaran sin finalidad, con aut¨¦ntica motivaci¨®n y fueran autodidactas. Y all¨ª estaba Obiang, un cuerpo sin contaminar por el estilo internacional occidental, que se cimbrea entre ?frica y Europa. A la core¨®grafa le interesaba m¨¢s la concepci¨®n ingenua y la teatralidad acentuada de la danza de Miguel que tratarle como un souvenir ex¨®tico para turistas.
All¨¢ donde est¨¦, la abuela de Jerry est¨¢ feliz. Su madre tambi¨¦n: su hijo se ha convertido en una figura famosa de Malabo. A la calle donde viven le han puesto un cartel con su foto para bautizarla, en una ciudad donde la danza es tan poco reconocida como los nombres de las calles. No quiere volver, quiere seguir aprendiendo y viviendo el sue?o que acaba de estrenar. Tampoco quiere perder toda esa fuerza que necesita para desinhibirse en escena, as¨ª que seguir¨¢ sin cortarse las u?as de los pies que le dan la vuelta al dedo, hasta clavarse en su parte inferior.
Babelia
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