La saludable manera de ser
Nadie dir¨ªa que tiene los a?os que tiene, sobre todo porque cuando habla o recita o r¨ªe parece que Joan Margarit acaba de nacer. Hoy mismo, por cierto, acaba de nacer.
Este es un gimnasio y por ah¨ª viene el poeta, reci¨¦n duchado, atr¨¢s quedaron las toallas blancas. Habr¨¢ llegado en bicicleta, o andando. Se sienta con las manos en oraci¨®n laica. R¨ªe como un chiquillo. Espera preguntas, tan atento parece que se dir¨ªa dispuesto a un examen de conciencia ante un tribunal o ante su espejo. No est¨¢ hecho para simular, es un junco diciendo solo lo que sabe o cree, no lo mueve el viento contempor¨¢neo, el dicterio nacional le tiene sin cuidado: es un hombre de pie cuya gimnasia es moral tambi¨¦n, no solo del cuerpo. Todas esas convicciones alimentan su poes¨ªa. La gimnasia del poeta es un abrazo a lo que vivi¨®. En su cabeza reci¨¦n ba?ada est¨¢ la luz de su memoria, que se convierte en versos tersos, como suspiros del ni?o que a¨²n lo habita. Su edad es uno de sus versos implacables. Se cas¨® con Mariona y ya no se cas¨® con nadie.
Hace un a?o y pico le festejaron en Barcelona (Serrat, Paco Ib¨¢?ez, tantos) los ochenta a?os. Por sorpresa. ?l lleg¨® con Mariona, su mujer, atendiendo las ¨®rdenes de su hija M¨®nica, y se sent¨® en primera fila creyendo que iba a un recital de otros. Tocaban por ¨¦l las palmas. Cuando lo supo sigui¨® con las manos en las rodillas, como si fuera a saltar a un potro de gimnasia, a seguir, saludable, su camino de espectador y arquitecto de la vida. De pronto aquellas fueron flores civiles que ¨¦l recibi¨® igualmente tranquilo, como si oyera llover m¨²sica. Cuando respondi¨® a los elogios parec¨ªa haber barrido de dentro toda vanidad. Su sustancia es aut¨¦ntica, no lo han doblegado ni los castigos ni los premios. En la comisura de los ojos hay una raya a¨²n de la juventud, y no se mantiene as¨ª solo por el gimnasio, sino por amor a la vida. Est¨¢ habitado por el aire de la posguerra, y esa metralla diminuta y cabrona sigue sonando en los versos. Todo lo que escribe viene de lo inolvidable. ¡°La verdad es esto / Saber por d¨®nde sale tu tiniebla¡±.
En el gimnasio es igual de saludable que en la casa o en los recitales. En la casa se asombra de casi todo, como si la vida dom¨¦stica tambi¨¦n fuera una sorpresa o una alegr¨ªa. All¨ª tiene vestigios de la vida, de los que destaca su hija Joana, su memoria, el dolor que ¨¦l dej¨® en versos que, recitados, parecen re?ir con su di¨¢fana intimidad, dicha tan adentro como si fuera ¨¦l mismo, con sus palabras, el centro de una herida ya sin par, inolvidable.
Ha pasado m¨¢s de un a?o desde aquel diluvio de flores en Barcelona. Hace semanas nada m¨¢s le toc¨® decir en Madrid sus versos, dej¨® en el Cervantes un legado, y en la Biblioteca Nacional, donde descansa su herencia de poeta sin desmayo, dio un recital que lo emparenta con Paula Rego, la pintora portuguesa. Su poes¨ªa robusta, que rechaza la melancol¨ªa y tiene la fuerza saludable de quien pas¨® por los dramas llorando hacia adentro la p¨¦rdida, son¨® all¨ª como un pu?etazo en el est¨®mago del lugar com¨²n. Son¨®, como dir¨ªa ¨¦l con otro prop¨®sito, como si, despu¨¦s de decirla, la vida fuera ¡°un lugar limpio, bien iluminado¡±.
Poeta saludable, cuya pista de despegue siempre ha sido su propia vida. Retoma sus b¨¢rtulos del gimnasio. Nadie dir¨ªa que tiene los a?os que tiene, sobre todo porque cuando habla o recita o r¨ªe parece que Joan Margarit acaba de nacer. Hoy mismo, por cierto, acaba de nacer.
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