Fans de la cultura de la nostalgia
La mirada al pasado espa?ol reciente se afianza como un fen¨®meno editorial. Cuatro libros 'viajan' a la sociedad del tardofranquismo y la Transici¨®n
La democracia sac¨® a Espa?a de la inmovilidad y le imprimi¨® velocidad de crucero. En esa aceleraci¨®n, los comportamientos que la vida tuvo bajo el yugo de la dictadura, con sus diferentes etapas e intensidades, se han ido desdibujando o reemplazando. Pero los a?os que precedieron a la democracia, por encima de la tragedia pol¨ªtica, dejaron huella y pese a la profusi¨®n de publicaciones no han perdido su poderoso atractivo para los escritores. Cuatro autores (Montserrat Huguet, David Pallol, Xavier Gassi¨® y Och¨¦ Cort¨¦s) han coincidido en sus libros con la misma mirada retrospectiva, buceando en esos a?os desde diferentes puntos de vista: las conductas, los personajes, las peculiaridades, los sonidos, la metamorfosis¡
Mirar por el retrovisor es un ejercicio que estaba latente con el fen¨®meno nost¨¢lgico Yo fui a EGB. ?Mueve la nostalgia esta tendencia? Clay Routledge, profesor de la Universidad Estatal de Dakota del Norte y autor de varios ensayos sobre la nostalgia sostiene en una de sus lecciones audiovisuales que este anhelo por el pasado, considerado antes como un trastorno, ahora es ¡°una experiencia conmovedora y agradable¡±. Como ejemplo, cita la magdalena de Marcel Proust, en el libro Por el camino de Swann, cuyo sabor remit¨ªa a la infancia. La catedr¨¢tica de Historia Contempor¨¢nea Montserrat Huguet, autora de La Espa?a del Seiscientos (Catarata), no considera, sin embargo, que el suyo sea un relato nost¨¢lgico, ¡°precisamente porque asume la distancia con la historia¡± y ¡°en el trasfondo, adem¨¢s, hay un retrato poco amable a prop¨®sito de la naturaleza de la gente, de aquel tejido social, tan proclive a la mezquindad y el ego¨ªsmo derivados del sentimiento de inseguridad e incertidumbre¡±.
Huguet ha recurrido al ic¨®nico Seat 600, que el economista Fabi¨¤ Estap¨¦ consider¨® el verdadero art¨ªfice de la Transici¨®n, para viajar a los sesenta. Al volante de esta met¨¢fora, viaja a aquella Espa?a con ojos de baby boom, pero penetrando con mirada de espele¨®loga muy adulta para componer un escrupuloso friso sobre la ¨¦poca. Una Espa?a que, m¨¢s all¨¢ del traumatismo pol¨ªtico y moral, era el escenario en el que la vida se hac¨ªa sitio y se amoldaba como pod¨ªa, y a la que, seg¨²n la autora, ¡°era tan dif¨ªcil odiarla como amarla¡±.
La historiadora huye de academicismos y se zambulle en la memoria de su infancia. Refiere un pa¨ªs que se mov¨ªa, pero se tambaleaba, en una d¨¦cada en la que todav¨ªa prevalec¨ªa la actitud de los cincuenta y que no fue tan moderna ni pop como su entorno. En aquella Espa?a, en la que a¨²n hab¨ªa m¨¢s aldabas que timbres, la electricidad flu¨ªa a 125 voltios y los escasos electrodom¨¦sticos, que eran una alegor¨ªa del mundo exterior, funcionaban a 220. Se fund¨ªan los plomos y hab¨ªa cortes constantes de suministro el¨¦ctrico. Se chupaban naranjas sanguinas y se com¨ªa pi?a de bote en ocasiones muy se?aladas. Abundaban los rumiantes de pipas, se mordisqueaba paloduz y el pan y el az¨²car ten¨ªan que ser blancos. La menstruaci¨®n cortaba la mayonesa, la digesti¨®n duraba dos horas y media y se mor¨ªa si con sudor se beb¨ªa agua fr¨ªa.
¡°Fue una ¨¦poca muy dif¨ªcil para la mayor¨ªa de los espa?oles. Hoy lo sabemos bien¡±, se?ala Huguet. ¡°Como digo en alguna parte del libro, en aquellos a?os se pas¨® del mitad de cuarto al cuarto y mitad, medida muy al uso en las econom¨ªas familiares de la ¨¦poca, que denotaba un margen de holgura econ¨®mica algo mayor al de la d¨¦cada de los cincuenta pero en absoluto el bienestar material que las s¨ªntesis de historia al uso dan a entender¡±. La autora reflexiona a partir de la idea de que la felicidad de su infancia ¡°fue posible incluso en unos m¨¢rgenes de bienestar econ¨®mico m¨¢s bien estrechos¡± y usa el recuerdo del punto de vista de la ni?a que fue como una voz que juzga honesta por no haber sido distorsionada por los discursos formales de la historia.
La editorial Arzalia acaba de publicar, asimismo, dos suculentas aportaciones sobre nuestro pasado: Tipismo franquista, del historiador del arte David Pallol, y ?Qu¨¦ fue de los 70?, del periodista y fot¨®grafo Xavier Gassi¨®, ambos con un abundante material gr¨¢fico que robustece su relato y refleja la expresividad de la ¨¦poca. Con el subt¨ªtulo de Recuerdos de una sociedad perdida, Pallol sit¨²a el motivo del libro en ¡°la intenci¨®n de describir toda una ¨¦poca a trav¨¦s de sus personajes m¨¢s representativos o pintorescos¡±. Gassi¨®, por su parte, con Una cr¨®nica ilustrada de los a?os del cambio, centra el tiro en un franquismo terminal que mor¨ªa matando y sucumb¨ªa ante una ¨¦poca con el horizonte cegado de utop¨ªa.
El autor de Tipismo franquista, que define su trabajo como ¡°un libro coral y costumbrista, en la mejor tradici¨®n de las pel¨ªculas de Berlanga¡±, aborda en siete grandes apartados tem¨¢ticos tanto personajes gen¨¦ricos como con nombre propio (¡°entra?ables¡± o que ¡°produc¨ªan rechazo¡±), y cuyo denominador com¨²n era que ¡°pusieron carne y hueso al franquismo¡±. En esa completa galer¨ªa desfilan ¡°gerifaltes del R¨¦gimen, gente corriente y moliente, oportunistas, buscavidas, supervivientes natos¡± y ¡°tambi¨¦n est¨®magos agradecidos¡±. Pallol escruta hasta la sustancia esta fauna, en la que no faltan la casta?era, el censor, el estraperlista, los maletillas, las chachas o la vedete, en una combinaci¨®n de recuerdo sentimental y mirada hist¨®rica cargada de rigor. Para el autor, que con este libro culmina una serie de t¨ªtulos dedicados al franquismo, ¡°no se trataba tanto de realizar una obra enciclop¨¦dica como de evocar toda una ¨¦poca¡±.
Una ¨¦poca cuya trama se fue deshilachando en el tardofranquismo, que da paso a personajes como el transformista, predecesor de la drag-queen, y la tribu yey¨¦. Gassi¨® toma su relato en los a?os setenta, marcados por la muerte de Franco y la Transici¨®n, pero no solo por estos dos grandes acontecimientos. La minifalda de Massiel, anota el autor de ?Qu¨¦ fue de los a?os 70?, no fue lo que provoc¨® el advenimiento de la modernidad, sino ¡°las provocadoras historias de c¨®mics y fanzines, las primeras manifestaciones de los homosexuales o los experimentos alucin¨®genos reverencialmente compartidos en la penumbra de la sala de una comuna¡±. Enunciados de ¡°una desbordante e imperiosa necesidad de expresarse en libertad que romp¨ªa todos los diques de la represi¨®n y de la censura¡±.
Esta nueva d¨¦cada fue para Gassi¨®, que aprob¨® el PREU en 1970,?la de la rebeld¨ªa juvenil, ¡°una aventura irrepetible porque coincidieron factores pol¨ªticos, sociol¨®gicos y sentimentales de hondo calado para un pa¨ªs, y sus ciudadanos, que jam¨¢s volver¨ªan a experimentar un cambio de tal magnitud¡±. Un tr¨¢nsito vertiginoso que llev¨® del confesonario al reservado de la discoteca con el himno l¨²brico Je t¡¯aime¡ moi non plus, de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, de fondo. Fue el momento en que el yey¨¦ se volvi¨® progresivo y la canci¨®n protesta lleg¨® a su cumbre. En el que el rock se volvi¨® andaluz, extreme?o, catal¨¢n o madrile?o. En el que irrumpi¨® el punk y Gay Mercader impuls¨® los primeros conciertos de las grandes bandas extranjeras, pero tambi¨¦n en el que Nino Bravo y Camilo Sesto dominaron en las radios.
El escritor, cantante y m¨²sico Och¨¦ Cort¨¦s cierra con Cuando ¨¦ramos horteras (Plaza y Jan¨¦s) este recorrido con una cr¨®nica sentimental de los setenta, con su banda sonora y la cultura pop que la envolv¨ªa como tel¨®n de fondo. Cort¨¦s, que asegura que fue un "hortera discreto" cuenta una parte personal de esta generaci¨®n con formato disco: diez singles y un bonus track. Entonces el Seat 600 compet¨ªa con su primo el 850 y con el Simca 1000, que llevaban radiocasetes en los que sonaba Amigo conductor de Perlita de Huelva y un pastor alem¨¢n con el cuello articulado en la bandeja trasera. El aullido de Paul Naschy (Jacinto Molina, el hombre lobo espa?ol) ya estremec¨ªa m¨¢s que el motor de Pegaso que conduc¨ªa Manolo Escobar en Juicio de faldas, pero el furor aguardaba detr¨¢s de la curva, con Georgie Dann y sus coreograf¨ªas acampanadas presagiando la irrupci¨®n de Tony Manero (John Travolta) sobre las pistas de baile de un pa¨ªs lleno de heridas que quer¨ªa ser libre, desinhibirse e ingresar en el futuro.
No perder la perspectiva
La historiadora Montserrat Huguet cree necesario recuperar de d¨®nde venimos para no perder la perspectiva de lo que somos. La autora de La Espa?a del Seiscientos, que jug¨® en los solares arenosos que ve¨ªan crecer las viviendas de protecci¨®n oficial en el sur de Madrid, considera que se tiende a "vestir los or¨ªgenes con los ropajes que nos proporcionan la experiencia y la historia com¨²n". "Crecemos y engordamos al punto de olvidar d¨®nde est¨¢n las ra¨ªces. Todo queda tan abajo o tan atr¨¢s que se nos nubla la vista y olvidamos", se?ala. "Los espa?oles que hemos dado o estamos dando el testigo a hijos y nietos les debemos sus informes de trazabilidad", defiende. Desde su punto de vista, las sociedades merecen conocerse lo mejor posible y ese es un trabajo que concierne a todos: "La utilidad del legado es que quede permanentemente inconcluso, en continuo progreso". "Por otra parte", a?ade, "pensemos que los discursos de la memoria, humildes, acompa?an ayudando a desacralizar a los de la historia, concernidos por los intereses espurios de cada presente".
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