Escalofr¨ªo en la noche
La sala Beckett parece un cruce de laberinto en ruinas y casa del terror, con cuatro espacios, cada uno para una pieza del Santo Patr¨®n, escritas en su ¨²ltima ¨¦poca
La sala Beckett parece esta noche un cruce de laberinto en ruinas y casa del terror, o la sucursal irlandesa del Club Silencio de David Lynch. Cuatro espacios, cada uno para una pieza breve del santo patr¨®n, escritas en su ¨²ltima ¨¦poca, ahora traducidas y dirigidas por Sergi Belbel: Passos (Footfalls), Bressol (Rockaby), No jo (Not I), Anar i tornar (Come and Go). Tres grandes actrices: Rosa Renom, S¨ªlvia Bel y M¨ªriam Iscla (por eso han titulado la funci¨®n Beckett¡¯s Ladies). Como el miedo en teatro es inusual, aviso de que esta lo produce: sus ra¨ªces est¨¢n en la oscuridad, la p¨¦rdida, la locura, el contagio. Belbel hab¨ªa cultivado el escalofr¨ªo esc¨¦nico en La dona incompleta, de David Plana, en la primera sala Beckett, har¨¢ sus buenos veinte a?os. Para lijar el miedo, a la entrada se entregan unas hojas en las que asoma la mirada de lechuza ir¨®nica del se?or Samuel: se ruega ¡°desplazarse en silencio¡±, ¡°no aplaudir hasta el final¡± (porque el p¨²blico sigue la funci¨®n en tres grupos alternantes) y ¡°disculpar si estas instrucciones son casi m¨¢s largas que las obras¡±.
Casas desoladas, campanadas lejanas. En Passos, Rosa Renom (May) podr¨ªa ser una hu¨¦rfana dickensiana que sigue el ritual nocturno de caminar, pasillo arriba y abajo, como si ese fuera su ¨²nico recorrido posible, mientras dialoga con la voz de una madre invisible (S¨ªlvia Bel, con inusitados ecos de Baby Jane). En Bressol, otra variante del mismo tema: S¨ªlvia Bel es ahora otra hija obsesiva, con el vestido de duelo de su madre, evocando el pasado o lo que cree recordar de ¨¦l, sentada en un balanc¨ªn que no deja de moverse sin ir a ninguna parte, al ritmo de su propia voz, grabada o en directo, pero en ambas enloquecida. Bel, que es pura luz, aqu¨ª parece el fantasma viv¨ªsimo de una decapitada. Qu¨¦ miedo dan sus ojos desorbitados, su voz feroz, su grito de supervivencia: ¡°?M¨¢s! ?M¨¢s!¡±.
En No jo escuchamos a una tercera mujer que lo ha perdido todo salvo la capacidad de seguir hablando. Oscuridad densa. Flota, en lo alto, la boca (dientes, labios, voz) de M¨ªriam Iscla, vagamente iluminada. Cuesta seguir ese mon¨®logo enfebrecido con, quiz¨¢s, ecos de una pasi¨®n antigua. Hay otra boca flotante en los soliloquios ¨²ltimos de Beckett (That time), pero hoy no toca, porque la protagonista era, en mi memoria, una cabeza en lo alto de la negrura. Lo que toca es cerrar con las tres damas de Anar i tornar, Vi (Iscla), Ru (Bel) y Flo (Renom), que tienen las maneras de quienes han vuelto a la infancia. Jugando a mam¨¢s cu¨¢druples, dici¨¦ndose secretos a la oreja, con sombreritos de colores que les tapan la cara. Sentadas en un banco, se levantan, dos pasos, vuelta. Para salir, tal vez, del laberinto con una sonrisa. O para quedarse sonriendo como Winnie. A Winnie le sentar¨ªa bien llevar uno de esos sombreros. Cada vez que vuelvo a uno de esos textos solitarios pienso que a Beckett ya le hab¨ªan dado el Nobel. Y segu¨ªa escribiendo.
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