La novela perdida
A Grossman solo le quedaban tres a?os de vida cuando le arrebataron ¡®Vida y destino¡¯. Muri¨® creyendo que nadie la leer¨ªa
Un hombre dedica los mejores a?os de su vida a escribir una novela inmensa en la que sabe que ha abarcado el mundo; y cuando por fin la termina y la revisa agotadoramente y perfila m¨¢s a¨²n a cada uno de sus innumerables personajes, cuando ya la ve existir en una monta?a de p¨¢ginas mecanografiadas, ordenada en varias carpetas, dispuesta para ir a la imprenta y cobrar as¨ª un grado todav¨ªa mayor de realidad, una presencia irreversible, ?en este momento, como en una pesadilla, la novela le es arrebatada, y desaparece sin rastro, sin que ¨¦l sepa si est¨¢ sepultada en el caj¨®n f¨²nebre de un archivo o si la han quemado, o la han hecho pulpa en una de esas m¨¢quinas que sirven para picar los documentos peligrosos.
Un d¨ªa de febrero de 1961, cuatro hombres de paisano, bien vestidos, inquietantes, corteses, llamaron a la puerta del apartamento de Mosc¨² donde viv¨ªa Vasili Grossman, y le exigieron que les entregara cualquier copia que tuviera del manuscrito de su novela Vida y destino. Registraron la casa y se llevaron tambi¨¦n todos los borradores que pudieron encontrar, y le pidieron que se fuera con ellos. Ten¨ªan mucha informaci¨®n sobre la novela. En el apartamento hab¨ªa micr¨®fonos que registraban todas las conversaciones y el tel¨¦fono estaba intervenido. Cuando vio que se lo llevaban, su mujer temi¨® que fueran a encarcelarlo. No era la primera vez que asist¨ªa a una situaci¨®n as¨ª. En 1937, esa mujer, Olga Guber, hab¨ªa visto c¨®mo otros hombres de uniforme deten¨ªan a su primer marido, que ya no volvi¨® nunca. Los polic¨ªas de paisano no se llevaron a Grossman para interrogarlo, sino para que los ayudara a encontrar otras copias de la novela, alguna de ellas en la oficina de la mecan¨®grafa que la hab¨ªa pasado a limpio. Confiscaron las hojas de papel de calco que hab¨ªan usado, y hasta la cinta empapada en tinta de la m¨¢quina.
Dos horas despu¨¦s de ver c¨®mo se lo llevaban, Olga Guber oy¨® abrirse la puerta y vio entrar a Grossman, muy p¨¢lido, como envejecido de golpe en ese tiempo tan breve, como un fantasma que volv¨ªa. A los polic¨ªas del KGB y a los dirigente m¨¢ximos del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica que les dictaron las ¨®rdenes no les bastaba con prohibir la publicaci¨®n de una novela. Quer¨ªan borrarla del mundo, que no quedara ni un indicio de ella, ni un borrador, ni una frase aislada sobre una hoja de papel de calco. Hasta no hace tantos a?os, antes de que se generalizaran las fotocopiadoras, un documento manuscrito o mecanografiado era algo muy fr¨¢gil, porque copiarlo resultaba una tarea larga y laboriosa. En la Uni¨®n Sovi¨¦tica un texto escrito a mano o a m¨¢quina pod¨ªa traer consigo la prisi¨®n o la muerte de alguien y tambi¨¦n pod¨ªa ser destruido por los censores con la seguridad de que no dejar¨ªa rastro. Nadiezhda Mandelstam conservaba en la memoria los poemas de su marido para asegurarles la ¨²nica forma de supervivencia posible. Hasta decirlos en voz alta ante alguien pod¨ªa ser un peligro mortal.
Pero las novelas no se pueden aprender de memoria. Vasili Grossman hab¨ªa empezado a escribir la suya a finales de los a?os cuarenta, seg¨²n se asentaban en el recuerdo las experiencias del asedio y la batalla de Stalingrado, y de la guerra entera, a la que hab¨ªa asistido en primera l¨ªnea en su condici¨®n de corresponsal. En la novela contaba todo lo que hab¨ªa visto, y tambi¨¦n mucho m¨¢s, porque los materiales que le hab¨ªan servido para sus cr¨®nicas ahora los transformaba la imaginaci¨®n, y a su condici¨®n de testigo del horror se superpon¨ªa la hondura del sufrimiento personal. El testigo hab¨ªa visto con sus propios ojos, en todo el frente del Este, en las ruinas del gueto de Varsovia, las pruebas de la bestialidad exterminadora de los nazis. Pero entre los millones de v¨ªctimas sin nombre hab¨ªa estado la propia madre de Grossman, asesinada junto a la mayor parte de los jud¨ªos de su ciudad natal, Berdichev, en Ucrania. Revivir en la imaginaci¨®n lo que ¨¦l no hab¨ªa podido ver, lo que nadie hab¨ªa vuelto para contar, los ¨²ltimos minutos de su madre en una c¨¢mara de gas, era una potestad que solo la novela le conced¨ªa a Vasili Grossman: la posibilidad de contar lo que no se ha vivido y seguir diciendo la verdad.
Era la convicci¨®n de estar diciendo la verdad lo que sosten¨ªa a Grossman durante la escritura de la novela, y lo que le permiti¨® mantenerse digno y obstinado cuando los bur¨®cratas y los rufianes ideol¨®gicos del Partido Comunista se conjuraron contra ¨¦l para impedirle que la publicara y al mismo tiempo exigirle que diera muestras de arrepentimiento, que se rebajara a pedir perd¨®n. Lo acusaban de difamar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Dec¨ªan que si la novela se publicaba ser¨ªa m¨¢s da?ina todav¨ªa que Doctor Zhivago. Un custodio de la ortodoxia del partido, Suslov, le augur¨® que esa novela solo pod¨ªa ser le¨ªda cuando pasaran 250 a?os. Las vidas humanas son muy cortas. A la de Grossman solo le quedaban tres a?os cuando Vida y destino le fue arrebatada. ?l muri¨® creyendo que hab¨ªa desaparecido. Esa tristeza lo convert¨ªa a ¨¦l mismo casi en un muerto en vida. Tanto trabajo para nada.
Ahora sabemos mejor c¨®mo fue aquel tiempo porque lo ha contado Fedor Guber, hijo de Olga y del primer marido ejecutado en 1937, hijo adoptivo de Vasili Grossman, que al adoptarlo de ni?o lo hab¨ªa salvado de un porvenir de desamparo en orfanatos inhumanos. A partir de cartas, de recuerdos personales, de documentos diversos, incluidos informes de la polic¨ªa secreta, Fedor Guber ha elaborado una biograf¨ªa de Vasili Grossman, m¨¢s valiosa todav¨ªa porque viene prologada por el inolvidable Tzvetan Todorov. Sobrecoge asistir, tan de lejos, a tanto sufrimiento, a una pasi¨®n tan generosa por disfrutar a pesar de todo de la vida y de la literatura, a esa fragilidad de los seres humanos arrastrados por todas las desgracias de la guerra y de la tiran¨ªa. Toda la m¨¢quina ingente del poder sovi¨¦tico no bast¨® para destruir las dos ¨²nicas copias que quedaron de esa novela mecanografiada y guardada en unas carpetas. Pero la justicia po¨¦tica no es justicia. Vasili Grossman muri¨® temiendo que su novela no llegar¨ªa nunca a ser le¨ªda por nadie. Miro su cara grande y sus ojos tristes detr¨¢s de las gafas redondas, en las fotos del libro de Guber, y me gustar¨ªa hacerle saber que no escribi¨® en vano.
Cartas y recuerdos de Vasili Grossman. Fedor Guber. Traducci¨®n de Jorge Ferrer. Edici¨®n de Tzvetan Todorov. Galaxia Gutenberg, 2019. 400 p¨¢ginas. 24 euros.
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