Muere Sleepy LaBeef, propagandista del rock and roll en Espa?a
El cantante de Arkansas se benefici¨® del redescubrimiento del 'rockabilly' en los a?os sesenta
Hoy sabemos que, por cada Elvis, Carl Perkins o Jerry Lee Lewis, hubo miles de cantantes sure?os que, a mediados de los a?os cincuenta, se lanzaron a tumba abierta por la reci¨¦n abierta senda del rock and roll. Grabaron sencillos para compa?¨ªas peque?as, discos que generalmente pasaron desapercibidos; en su mayor¨ªa, se retiraron o se arrepintieron y pasaron al country. El caso del cantante y guitarrista Sleepy LaBeef fue especial.
LaBeef, que muri¨® el jueves 26 de diciembre con 84 a?os, nunca dej¨® la m¨²sica y se mantuvo activo hasta el final, pese a sus dolencias cardiacas. Muy popular en Europa, visit¨® Espa?a con frecuencia, dejando incluso testimonios discogr¨¢ficos. De verdadero nombre Thomas Labeff, hab¨ªa nacido en 1935 en una familia de agricultores de Smackover, en Arkansas; sus antecesores eran acadianos (cajuns) de Luisiana. Trabajaba en Houston en 1955, cuando vio en concierto a Elvis Presley; como ¨¦l, LaBeef hab¨ªa acudido a una iglesia pentecostal y pudo reconocer sus inflexiones de g¨®spel aplicadas a un material profano. Decidi¨® seguir su pista profesional.
LaBeef llamaba la atenci¨®n: casi dos metros de altura, m¨¢s de cien kilos de peso, una profunda voz de bar¨ªtono; su apodo profesional era El Toro y su f¨ªsico le permiti¨® aparecer en alguna pel¨ªcula de serie B. Art¨ªsticamente, su f¨®rmula era simple pero irresistible: pisaba el acelerador y manten¨ªa un ritmo vivo mientras atend¨ªa todas las peticiones. Ten¨ªa un conocimiento inmenso de los repertorios de Nueva Orleans, boogie, western swing, blues, honky tonk y dem¨¢s variedades vaqueras. Su objetivo era que ninguno de sus espectadores se aburriera y desde luego que lo consegu¨ªa.
Grab¨® para sellos como Starday, Dixie, Wayside, la sucursal de Columbia en Nashville, Plantation y los resucitados Sun Records, propiedad del empresario Shelby Singleton. Fue all¨ª cuando llam¨® la atenci¨®n de Peter Guralnick, el futuro bi¨®grafo de Elvis, que destac¨® que Sleepy representaba una conexi¨®n con el esp¨ªritu festivo de los a?os cincuenta; era un optimista libre de sentimentalismo o nostalgia. Un milagro de las noches sure?as que, avis¨®, se pod¨ªa reproducir en otras latitudes.
A Europa lleg¨® a finales de la d¨¦cada de los setenta, gan¨¢ndose al personal con su cordialidad, su entrega y el calado de su cancionero. En Espa?a, que hab¨ªa permanecido fuera del circuito que presentaba a veteranos del rock and roll, caus¨® hasta alborotos: el madrile?o Teatro Mart¨ªn fue clausurado en 1980 tras un concierto de LaBeef donde se super¨® el aforo permitido. La naciente comunidad de rockers espa?oles le adoraba: en la red se puede encontrar una aparici¨®n suya en Aplauso, el programa de TVE, donde entre los figurantes es posible ver a Carlos Segarra o Loquillo.
LaBeef ten¨ªa todos los n¨²meros para convertirse en un peripat¨¦tico artista de directo, obligado a tocar con bandas improvisadas (lo que no implica que no sufriera con algunos de los m¨²sicos europeos que le tocaron en suerte). Felizmente, compens¨® esos bolos con su carrera discogr¨¢fica: fich¨® con Rounder Records, compa?¨ªa de Massachusetts de aliento purista, que se esforz¨® en que sus ¨¢lbumes tuvieran sentido. Esos lanzamientos contaron con instrumentistas j¨®venes m¨¢s el acordeonista Jo-El Sonnier e incluso hist¨®ricos como el bater¨ªa D. J. Fontana.
Convertido en una enciclopedia viviente de las m¨²sicas del Sur de los Estados Unidos, Sleepy LaBeef lleg¨® a ser conocido como El Jukebox Humano. Nunca tuvo lo que llamar¨ªamos un ¨¦xito, pero vio la reedici¨®n de todo lo que hab¨ªa grabado durante medio siglo de grabaciones. Su despedida oficiosa fue un documental de 2013, Sleepy LaBeef rides again, registrado parcialmente en el Estudio B de RCA, el antiguo lugar al que Elvis iba por las noches a grabar.
Babelia
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