El mayor estratega de la arquitectura
Una nueva biograf¨ªa analiza al camale¨®nico Philip Johnson, creador de modas que pas¨® de defender el nazismo a construir para Trump
Un klee por menos de 100 d¨®lares. Ese fue el primer lienzo que el estadounidense Philip Johnson (1906-2005) compr¨® en Berl¨ªn. Ten¨ªa 23 a?os. Su padre hab¨ªa invertido en aluminio y ¨¦l nunca tuvo que trabajar para vivir. Esa circunstancia decidi¨® el tipo de arquitectura ¡ªsiempre nueva, siempre arriesgada¡ª que apoy¨® durante toda su vida. Otra cosa fue la que el autor del edificio ATT en Nueva York o de las Torres Kio en Madrid logr¨® construir. Pero juzgar por sus edificios a quien llev¨® la arquitectura y el dise?o a los museos, a quien don¨® al MoMA m¨¢s de 2.000 obras, a quien consigui¨® para Mies van der Rohe uno de sus encargos m¨¢s aplaudidos (la Torre Seagram de Park Avenue) o a quien, en ese rascacielos, dise?¨® el restaurante m¨¢s famoso de Manhattan (el Four Seasons donde sedujo a Andy Warhol o Jackie Kennedy) ser¨ªa minimizar lo mejor y lo peor de su legado.
Aunque ¨¦l propio Johnson autoriz¨® su primera biograf¨ªa, y varios le dedicaron pol¨¦micos libros, un nuevo volumen, Philip Johnson, a Visual Biography (ya disponible en la web de Phaidon), somete su historia a escrutinio al tiempo que indaga en el archivo personal del arquitecto. Con nuevas revelaciones de cartas, notas y cientos de fotograf¨ªas de uno de los pocos arquitectos declaradamente homosexuales de la historia, el periodista Ian Volner logra esclarecer los vaivenes de un personaje camale¨®nico. Culto y cotilla, oscuro y festivo, fue secundario como arquitecto aunque decisivo como comisario arquitect¨®nico. Johnson queda retratado como un hombre superficial capaz de provocar profundos cambios: un creador de tendencias con un ojo infalible que vivi¨® en renovaci¨®n continua hasta que muri¨® con 99 a?os.
Culto y cotilla, oscuro y festivo, fue secundario como arquitecto aunque decisivo como comisario arquitect¨®nico
¡°Era defensor de lo contempor¨¢neo antes de que lo contempor¨¢neo fuera respetable¡±, dijo de ¨¦l Alfred H. Barr Jr., el primer director del MoMA, que lo llev¨® a dirigir su departamento de arquitectura. Barr convertir¨ªa a Johnson en su comprador de mayor confianza. Lo pondr¨ªa en contacto con clientes como los Rockefeller, le encargar¨ªa el primer jard¨ªn de esculturas del MoMA, recibir¨ªa de ¨¦l generosas donaciones y asistir¨ªa con estupor a la conversi¨®n de su arquitecto de cabecera en un enfervorecido filonazi.
Corr¨ªa 1931 cuando Johnson declar¨® sin reparo que quer¨ªa ser influyente. Poco despu¨¦s abandon¨® el MoMA obsesionado con acercarse al c¨ªrculo de Hitler. Aunque el primer M¨ªster Johnson fue Jimmie Daniels, un cantante afroamericano al que conoci¨® en un bar de Harlem, la pompa de los desfiles alemanes y la belleza aria de los fascistas lo ten¨ªan todo para gustarle: novedad, grandilocuencia y poder. Tras unos a?os tratando de fundar el Partido Nacional en EE UU, en 1940 intent¨® pasar p¨¢gina convirti¨¦ndose, de nuevo, en estudiante de Harvard. Fue Barr quien le pidi¨® que desapareciera. Y en Cambridge construy¨® su primera casa. Regres¨® a Nueva York dispuesto a abrir despacho. ¡°Soy una puta. Me pagan muy bien¡±, contestar¨ªa a?os despu¨¦s al ser preguntado por el hotel que dise?¨® para Trump en Columbus Circle.
¡°Fue un creativo de segunda con un cerebro de primera. Mitad monstruo, mitad modelo de urbanidad¡±, sentenci¨® el peri¨®dico The Guardian cuando Johnson muri¨® en su famosa Casa de Cristal, una de las m¨¢s c¨¦lebres de la historia de la arquitectura. Fue su obra m¨¢s aplaudida. Cada movimiento que defendi¨® desde el MoMA tuvo junto en esa vivienda su pabell¨®n representativo. No constru¨ªa el futuro, lo ve¨ªa en los dem¨¢s. Siempre defendi¨® la arquitectura como un arte visual. Y su papel como generador de tendencias lo llev¨® hasta el pop de la mano de su pareja m¨¢s longeva: David Whitney. Si en los a?os treinta Johnson fue importante en la carrera del exquisito Paul Klee, en los ochenta volvi¨® a serlo en la del grafitero Keith Haring.
Demostr¨® tanto ojo para comprar obras de arte como para acu?ar -ismos arquitect¨®nicos. En el MoMA organiz¨® las exposiciones que formatearon cualquier manual de arquitectura. Y decidi¨® qui¨¦n entraba en el canon y qui¨¦n no. Fue el caso de Louis Kahn, al que ningune¨®, o de Frank Lloyd Wright, al que despach¨® como ¡°el mejor arquitecto del siglo XIX¡±. Una fotograf¨ªa recoge la fiesta de su 90? aniversario. Estaban todos: Gehry, Hadid, Koolhaas, Isozaki.
¡°Fue un creativo de segunda con un cerebro de primera. Mitad monstruo, mitad modelo de urbanidad¡±, sentenci¨® el peri¨®dico ¡®The Guardian¡¯
A pesar de que trat¨® de encubrir su pasado fascista, o precisamente por eso, dise?¨® gratis para Israel una sinagoga y una central nuclear. Quiso ¡°encontrar a los Medici de su tiempo¡±, escribe Volner. As¨ª, fue moderno trabajando para los Rockefeller y posmoderno para Trump. R¨¢pido al anticipar transformaciones, efectista en su vida social, despectivo con los problemas sociales, camale¨®nico en su moralidad y astuto en todas sus versiones, logr¨® ser el arquitecto m¨¢s famoso de Am¨¦rica estando muy lejos de ser el mejor. Fue tambi¨¦n el primer galardonado con el Pritzker, que recibi¨® en 1979. Todo un signo para un premio que, como el propio Johnson, conseguir¨ªa ser el m¨¢s c¨¦lebre del mundo.
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