El ¡®Mediohombre¡¯ que derrot¨® a 30.000
Blas de Lezo defendi¨® Cartagena de Indias en 1741 y venci¨® a una fuerza militar muy superior de 186 barcos y 2.000 ca?ones que capitaneaba el almirante ingl¨¦s Edward Vernon
Felipe II ten¨ªa un superagente para casos desesperados. Se llamaba Pedro Men¨¦ndez de Avil¨¦s. Era asturiano y proteg¨ªa infantas, saboteaba puertos enemigos, pero sobre todo se dedicaba a hundir los barcos de todos aquellos que osaban acechar -no ya atacar- las naves de Su Majestad que cruzaban el Atl¨¢ntico. El rey le concedi¨® lo que se denominaba patente de corso; es decir, cumple la misi¨®n, que miro para otro lado y, si te cogen, yo no s¨¦ nada. Men¨¦ndez de Avil¨¦s lo hizo a la perfecci¨®n, tan bien que termin¨® siendo nombrado almirante. Pues Felipe V, Fernando VI y Carlos III ten¨ªan igualmente su particular superagente. En este caso, como era militar, una especie de supersoldado. Naci¨® en Pasaia (Gipuzkoa) el 3 de febrero de 1689, y como ese d¨ªa era san Blas, pues le pusieron Blas, Blas de Lezo y Olavarrieta, posiblemente el mejor estratega militar de la historia de Espa?a, si Hern¨¢n Cort¨¦s no protesta.
En 1704 particip¨® en la batalla naval de V¨¦lez-Malaga, donde espa?oles y franceses se enfrentaron a ingleses y holandeses. De un ca?onazo, le arrancaron una pierna, pero un a?o despu¨¦s ya estaba dando otra vez guerra y luchando contra los brit¨¢nicos por todo el Mediterr¨¢neo, atrapando o hundiendo buques de Su Graciosa Majestad. A Felipe V aquello de que Lezo no fallase una, le debi¨® parecer muy bien: as¨ª que le mand¨® a luchar a Barcelona, Palermo (Italia) Tol¨®n (Francia), Mallorca, La Habana, Per¨²¡ aunque por el camino el vasco se tuviese que dejar el ojo izquierdo y el antebrazo derecho. Eso s¨ª, mientras ¨¦l perd¨ªa parte de su cuerpo (le llamaban Mediohombre, se supone que no a la cara), el rey ganaba para sus siempre necesitadas arcas el cargamento de los barcos y barcos enemigos que Blas iba atrapando en su camino marino.
Felipe V estaba muy contento, la verdad, tanto que lo nombr¨® en 1723 general de la Armada de Su Cat¨®lica Majestad y jefe de la Escuadra del Mar del Sur. Pero como en todas las historias de buenos, hay un aguafiestas, Este se llamaba Jos¨¦ de Armend¨¢riz y Perurena, un navarro virrey del Per¨² que quer¨ªa reducir costes navales y aumentar ingresos. A Lezo eso no le agradaba, por lo que pidi¨® volver a la Pen¨ªnsula y retirarse, que lo arreglaran los pol¨ªticos. Se cas¨® con una mujer 20 a?os m¨¢s joven que ¨¦l y tuvo un mont¨®n de hijos. ¡°Ah¨ª os qued¨¢is¡±, vino a decir a los defensores de reducir el gasto p¨²blico.
Pero tipos como este hab¨ªa pocos. Con lo que un a?o despu¨¦s de su retiro, recibi¨® un mensaje: ¡°?A qu¨¦ no sabes d¨®nde estoy pensando mandarte ahora? Hay unos morosos que me deben dos millones de pesos y no me quieren pagar? (Firmado, el Rey)¡±. Y all¨ª que se fue Lezo, a la Republica de G¨¦nova a reclamar el dinero de su jefe. Les puso los barcos en fila frente del palacio ducal y los italianos, que ya hab¨ªan o¨ªdo hablar de ¨¦l, pagaron hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo. ¡°Ya he acabado, Majestad, que me vuelvo con mi mujer¡±. ¡°Pues va a ser que no. Ahora te vas a Or¨¢n [Argelia], que acaban de cargarse al gobernador¡±. Y all¨ª que fue otra vez. Por supuesto, no dej¨® t¨ªtere con cabeza.
Pero si Blas de Lezo es recordado por la historia es por su genial, magistral, excepcional, sublime, sobresaliente y extraordinaria, entre otros calificativos posibles, actuaci¨®n en el asedio de Cartagena de Indias (Colombia). Lezo, a pesar de haber perdido parte de su cuerpo luchando en nombre del rey, nunca se quej¨®. Sin embargo, un comerciante ingl¨¦s, un tal Robert Jenckins, al que los espa?oles le cortaron una oreja por hacer contrabando, se molest¨®, protest¨® y mucho. "Ve y di a tu rey que lo mismo le har¨¦ si a lo mismo se atreve¡±, le dijo al ingl¨¦s el militar cortaorejas espa?ol Juan Le¨®n Fandi?o, seg¨²n refleja el libro Un viaje a los mares del Sur 1740-41, de John Bulkeley y John Cummins. Y vaya que se atrevi¨®. Jenckins se fue (con una sola oreja) directo al Parlamento a acordarse de la madre de Fandi?o, y se declar¨® la guerra. Se la conoce como Guerra de la Oreja de Jenckins.
Unos a?os despu¨¦s, en 1741, el almirante Edward Vernon se present¨® en Cartagena de Indias a recuperar lo que quedase del ap¨¦ndice auditivo de su compatriota, pero lo hizo acompa?ado ¨Chay que ser precavido- de 186 barcos de guerra (unos 2.000 ca?ones) y 30.000 soldados que se met¨ªan entre pecho y espalda una bebida llamada grog, una mezcla de agua azucarada con ron o co?ac. O las dos a la vez. De hecho, Vernon deb¨ªa de ser un ferviente partidario de esa combinaci¨®n, porque le apodaban Old Grog. En el lado de las tropas de Lezo, 3.600 hombres (600 de ellos indios con flechas) y seis naves. ¡°Qu¨¦ te rindas que os voy a tratar bien¡±, le envi¨® una carta Old Grog a Mediohombre. ¡°Pues como no vengas t¨²¡±, le respondi¨® m¨¢s o menos el militar guipuzcoano. Vernon, ante la desproporci¨®n militar a su favor, mand¨® un correo a su rey, Jorge II, anunci¨¢ndole la victoria. Este, claro, comenz¨® a acu?ar moneda para que los siglos fuesen testigos de la humillaci¨®n a la Corona espa?ola. Los ingleses, desde luego, cobardes no son (valientes y arriesgados como nadie), pero esta vez se pasaron de listos antes de comenzar el asedio.
As¨ª, lo que iba a ser un f¨¢cil asedio termin¨® en una carnicer¨ªa. Para los ingleses. Lezo abri¨® un foso entorno al castillo para que las escalas de los asaltantes no llegasen. Solt¨® a un par de supuestos desertores que le indicaron a Vernon el mejor lugar para atacar la ciudad. Hundi¨® barcos en la entrada del puerto con el fin de que los buques del rey Jorge no pudieran acceder. Oblig¨® a los enemigos a atravesar zonas plagadas de mosquitos para que contrajeran enfermedades. Y luego sali¨® a bayoneta a rematar a los desconcertados bebedores de grog.
Los ingleses perdieron casi un centenar de barcos y algo m¨¢s de 9.000 hombres. ¡°Volver¨¦", clam¨® Vernon, a lo que el de Pasaia le respondi¨®: ¡°Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta solo ha quedado para conducir carb¨®n de Irlanda a Londres¡±, recoge Francisco Garc¨ªa del Junco en su obra Esto no estaba en mi libro de Historia de Espa?a.
Durante el asedio, Lezo result¨® herido por la astilla de una mesa que le gangren¨® la carne. Muri¨® el 7 de septiembre de 1741. Nunca fue recompensando, sino incluso reprendido por el virrey de Cartagena al que las t¨¢cticas castrenses de Lezo no le parec¨ªan las m¨¢s adecuadas. Jam¨¢s se le concedi¨® un t¨ªtulo nobiliario. Su cuerpo fue enterrado en la ciudad que ¨¦l defendi¨®, pero nadie sabe d¨®nde reposa con exactitud, aunque en el libro La ¨²ltima batalla de Blas de Lezo, de Beltr¨¢n y Aguado, se sostiene que est¨¢ en un convento la ciudad. Vernon, en cambio, descansa como se merece un h¨¦roe y un valiente patriota en la abad¨ªa de Westminster, y en su bell¨ªsima sepultura se puede leer:¡± And at Carthagena conquered as far as naval forces could carry victory" (¡°Y en Cartagena conquist¨® hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria¡±). Sin comentarios...
Mejor sin comentarios. Insisto.
A finales de 2014, por suscripci¨®n popular, se levant¨® una estatua en Madrid al bravo marino vasco. Sin embargo, el Ayuntamiento de Barcelona hab¨ªa pedido que no se erigiese porque hab¨ªa participado en el bombardeo de la capital catalana en 1713 y 1714, durante la Guerra de Sucesi¨®n din¨¢stica entre Borbones y Austrias. Votaron a favor los 14 ediles de CiU y los cinco de ICV; se abstuvieron los 11 del PSC; y en contra los nueve del PP. La mayor¨ªa municipal barcelonesa debe de ser partidaria de los Austrias.
El entonces concejal socialista madrile?o Antonio Miguel Carmona fue uno de los pol¨ªticos que sali¨® en defensa de la memoria del militar guipuzcoano. Achac¨® la petici¨®n del Consistorio barcelon¨¦s a ¡°la incultura, el provincianismo y un deseo de reescribir la historia para que los hechos cuadren con sus delirios¡±. Un coro defensivo al que se sum¨® Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel, catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y miembro de la Real Academia de la Historia: "Aqu¨ª no cabe ni indiferencia profesional ni desidia c¨ªvica porque el nacionalismo nunca construye sus espejismos sin arrebatarnos nuestras realidades¡±. A Lezo -sin pierna, brazo y ojo-, poco m¨¢s podr¨¢n arrebatarle.
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