El general Custer no estudi¨® a Hern¨¢n Cort¨¦s
El conquistador pacense super¨® el asedio de una fuerza muy superior num¨¦ricamente gracias a una genialidad militar
El teniente coronel George Armstrong Custer (1839-1876) era un tipo seguro de s¨ª mismo, pero no se parec¨ªa en nada al moreno Errol Flynn con bigotito de Murieron con las botas puestas. Las fotos de la ¨¦poca lo muestran con una mirada azul, cabellera rubia, poblado mostacho y porte petulante, quiz¨¢s porque a la postre no era mal militar y el uniforme le sentaba bastante bien. Custer hab¨ª...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El teniente coronel George Armstrong Custer (1839-1876) era un tipo seguro de s¨ª mismo, pero no se parec¨ªa en nada al moreno Errol Flynn con bigotito de Murieron con las botas puestas. Las fotos de la ¨¦poca lo muestran con una mirada azul, cabellera rubia, poblado mostacho y porte petulante, quiz¨¢s porque a la postre no era mal militar y el uniforme le sentaba bastante bien. Custer hab¨ªa estudiado en la afamada academia militar de EE UU de West Point, pero no debi¨® de asistir a muchas clases, lo que le llev¨® a terminar el ¨²ltimo de su promoci¨®n de 1861 y, lo que es peor, a acabar sus d¨ªas rodeado de los guerreros de Caballo Loco y Toro Sentado en la llamada batalla de Little Big Horn. Su S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, para repeler a los indios, form¨® un c¨ªrculo pensando que as¨ª se defender¨ªan mejor. Sin embargo, lo ¨²nico que lograron los chaquetas azules fue convertirse en una diana circular. Acabaron todos muertos.
?Pudo evitar Custer ese desastre? La respuesta es clara: s¨ª, si hubiese asistido a clase y atendido a las explicaciones del profesor que le ense?aba que otro militar, uno de los m¨¢s grandes estrategas de la historia, hab¨ªa pasado por la misma situaci¨®n unos cuatro siglos antes. Hern¨¢n Cort¨¦s no se limit¨® a esperar a que le mataran hasta quedarse sin munici¨®n como hizo Custer, sino que pens¨® y pens¨® para encontrar una soluci¨®n a su angustioso y mortal problema. Y eso que Cort¨¦s, como la mayor¨ªa de los 600 espa?oles que lo acompa?aron en su incre¨ªble aventura de conquista del imperio azteca, apenas ten¨ªa nociones castrenses. Simplemente, era un genio militar sin parang¨®n.
El coronel de Infanter¨ªa Miguel de Rojas, que adem¨¢s de historiador ha sido mando de la OTAN, lo ha llegado a comparar con Alejandro Magno, Napole¨®n y Carlomagno. De las muchas batallas que Cort¨¦s libr¨® en M¨¦xico, la de Otumba (7 de julio de 1520) merece menci¨®n aparte. Se la conoce como batalla, aunque en realidad se parece m¨¢s a un asedio: decenas de miles de hombres rodeando a medio millar.
Para entender c¨®mo Cort¨¦s y sus compa?eros acabaron en tan extrema situaci¨®n hay que recordar que los espa?oles hab¨ªan huido siete d¨ªas antes de Tenochtitlan (actual capital de M¨¦xico), despu¨¦s de que un lugarteniente de Cort¨¦s, Pedro de Alvarado, asesinase a la clase dirigente azteca cuando el de Medell¨ªn (Badajoz) no estaba en la ciudad: se hab¨ªa ido a luchar contra el tambi¨¦n espa?ol P¨¢nfilo de Narv¨¢ez, que le estaba buscando por las selvas de aquellos lares para llev¨¢rselo a Cuba prisionero.
Alvarado se asust¨® cuando oy¨® los tambores de los aztecas en el Templo Mayor. Pens¨® que iba a ser atacado, por lo que decidi¨® tomar la delantera. Esta torpeza fue aprovechada por los aliados de los espa?oles (tlaxcaltecas y totonacas) para vengarse tambi¨¦n de los mexicas y provocar una indescriptible matanza de hombres, mujeres, ancianos y ni?os. Fue tal la furia de los mexicas tras la masacre, que los espa?oles tuvieron que salir, literalmente, corriendo de la ciudad, lo que se conoce como Noche Triste. Pero los aztecas los persiguieron hasta darlos caza en el poblado de Otumba.
La situaci¨®n era completamente desesperada: entre 20.000 y 40.000 indios reclamando venganza contra escasos 500 soldados de Carlos V y unos centenares de ind¨ªgenas aliados. Para complicar un poco m¨¢s la situaci¨®n, los espa?oles hab¨ªan perdido sus ca?ones, por lo que el enfrentamiento lo protagonizar¨ªa el acero castellano contra la obsidiana mexica, que tambi¨¦n corta.
?C¨®mo se defienden poco menos de mil soldados de m¨¢s de 20.000? La ¨²nica soluci¨®n posible es formar un c¨ªrculo, hombro con hombro, y esperar que la muerte sea r¨¢pida, lo que mismo que hizo Custer en 1876. Iv¨¢n V¨¦lez, investigador y autor del libro El mito de Cort¨¦s, califica este hecho de armas como ¡°m¨ªtica batalla¡±, mientras que Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez de Toca Catal¨¢, general de brigada de Infanter¨ªa, en su reciente art¨ªculo Doctrina y armamento la batalla de Otumba, publicado en la revista Ej¨¦rcito, sostiene que ¡°Otumba cambi¨® la historia, pero es tambi¨¦n una batalla mal conocida, controvertida y que hace latir pasiones que enturbian la realidad hist¨®rica".
¡°En Otumba, los aztecas¡±, escribe el militar, "sufrieron un serio rev¨¦s, no una cat¨¢strofe. Si los aztecas hubieran derrotado y cautivado a aquel pu?ado de insurgentes, la resistencia antiazteca hubiera tenido los d¨ªas contados¡±. Solo hab¨ªan pasado siete d¨ªas de la retirada de Tenochtitlan y Cort¨¦s estaba ¡°moralmente destrozado por la infernal huida, donde muri¨® una tercera parte de sus compa?eros¡±. ¡°Sin embargo¡±, se?ala S¨¢nchez de Toca, ¡°fue capaz de recuperarse an¨ªmica, f¨ªsica y materialmente (hoy lo llamar¨ªamos resiliencia) ante un ej¨¦rcito que le superaba m¨¢s de 10 veces en n¨²mero y conseguir la victoria¡±.
?Pero c¨®mo pudo vencer en esta situaci¨®n? La soluci¨®n que encontr¨® fue sorprendente: agrup¨® a sus jinetes ¨Centre ellos Alvarado, s¨ª, el que orden¨® la degollina y por la que tuvieron que salir todos corriendo- y se lanz¨® con cinco de ellos directamente contra el jefe de las fuerzas aztecas, el llamado ciuacoatl, una especie de primer ministro del emperador, que dirig¨ªa la lucha desde un cerro pr¨®ximo. Lo distingui¨® porque estaba flanqueado por dos guerreros, cubierto por un yelmo emplumado y portaba el estandarte real.
Al grito de ¡°Santiago y cierra Espa?a¡±, rompi¨® el cerco ind¨ªgena, subi¨® el cerro, alcanz¨® al comandante mexica y lo tir¨® al suelo. El jinete Juan de Salamanca lo remat¨® y le quit¨® el estandarte. Los aztecas, al ver muerto al ciuacoatl, en vez de acabar con los escasos espa?oles que quedaban, huyeron despavoridos.
?Y c¨®mo acab¨® todo? V¨¦lez lo explic¨® en una entrevista: ¡°Cort¨¦s, una vez repuesto en la ciudad aliada de Tlaxcala, lanz¨® un contragolpe anfibio [este Cort¨¦s era la bomba] sobre Tenochtitlan, que combin¨® la acci¨®n de la infanter¨ªa, la caballer¨ªa y la de los bergantines sobre el lago Texcoco. Tras un crudo asedio, el 13 de agosto de 1521, la ciudad cay¨® en manos espa?olas¡±.
Es decir, Cort¨¦s pas¨® en poco m¨¢s de un a?o de ser asediado dos veces a asediador. Todo gracias a una genialidad que nunca conoci¨® Custer por saltarse las clases. El hecho de ser un gal¨¢n y de que te siente bien el uniforme provoca que no est¨¦s a lo que tienes que estar.