La barrera l¨ªquida que propici¨® la ca¨ªda de Tenochtitlan
Cort¨¦s libr¨® una batalla naval en la antigua ciudad mexica, asentada en un islote del gran lago que se desec¨® hace siglos
El agua fue el mejor soldado de Hern¨¢n Cort¨¦s en su conquista de Tenochtitlan, la actual Ciudad de M¨¦xico, en el coraz¨®n interior del pa¨ªs. S¨ª, el agua. Cuando Cuauht¨¦moc es apresado, el 13 de agosto de 1520, tras m¨¢s de dos meses de asedio, en la Venecia de los mexicas se hab¨ªan librado terribles batallas navales con fuerzas muy desiguales. Cort¨¦s atac¨® con 13 bergantines enca?onados a miles de canoas ind¨ªgenas blindadas con escudos para repeler flechas. El imperio de Moctezuma (anterior a Cuauht¨¦moc) se asentaba sobre un islote del archipi¨¦lago que se extend¨ªa sobre cinco enormes lagos. Los mexicas controlaban a la perfecci¨®n el sofisticado sistema de canales que permit¨ªa aprovechar la gran riqueza del agua, pero las t¨¢cticas y la ingenier¨ªa de guerra navales de los espa?oles les resultaban desconocidas. El soldado l¨ªquido result¨® mortal.
Quien hoy llega a Ciudad de M¨¦xico y pasea por el Templo Mayor de los mexicas, junto a la catedral cristiana y el gran Z¨®calo donde se miran el Palacio Nacional y el Ayuntamiento, no podr¨¢ igualar su impresi¨®n con la de Hern¨¢n Cort¨¦s cuando arrib¨® un noviembre hace 500 a?os, una fecha que hoy se recuerda con el estreno de alguna esperada serie y la publicaci¨®n de varios libros sobre la conquista. Lo que ahora llaman valle siempre fue una olla geol¨®gica de origen volc¨¢nico con cinco lagos y unos 2.000 r¨ªos estacionales, ¡°una zona poblada desde el siglo X hasta la que bajaron los mexicas, alrededor de 1325¡±, explica Miguel Pastrana, que cuenta la vida cotidiana y las batallas de la ¨¦poca con fluidez admirable en su cub¨ªculo del Instituto de Investigaciones Hist¨®ricas de M¨¦xico. ¡°Los mexicas, que llegaron desde territorio azteca a lo que hoy es el centro hist¨®rico de la capital, nunca se dedicaron a la agricultura. Su cosecha era el agua: de ella obten¨ªan la caza, la pesca, toda clase de vegetaci¨®n y cientos de insectos, muy ricos en prote¨ªnas¡±, una costumbre alimentaria que perdura. Los lagos albergaban tal inmensidad de aves que el conquistador extreme?o no encontraba palabras para describir aquella vistosa fauna en sus cartas al rey. De las aves, las plumas, los huevos, la carne, el guano y los ritos religiosos. ¡°En temporada eran tantas las que recalaban en aquellos lagos, que los ind¨ªgenas no ve¨ªan el agua¡±, dice el doctor en Historia.
Agua y guerra eran las ocupaciones de aquella poblaci¨®n. El trazado de la ciudad intercalaba calzadas firmes entre canales por donde se abr¨ªan paso las estrechas canoas transportando abastos. Dos grandes acueductos abastec¨ªan principalmente la urbe, el de Chapultepec y el de Guadalupe (despu¨¦s denominado as¨ª). Aquella civilizaci¨®n ¡°no conoc¨ªa el sistema de t¨²neles, pero manejaba con destreza los diques¡±, explica Manuel Perl¨® Cohen en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM). Con los albarradones controlaban las crecidas del agua y tambi¨¦n la separaci¨®n entre la dulce y la salada. ¡°No hay un solo gobernante que haya pasado por esta ciudad que no haya tenido que luchar contra el agua¡±, apunta el economista experto en planificaci¨®n urbana. Inundaciones o sequ¨ªas, cada quien ha tratado de llevarla a su molino con mejor o peor fortuna. Los mexicas no lo hac¨ªan mal. ¡°Carlos I mand¨® un experto de los Pa¨ªses Bajos para poner orden en aquellas riadas y su recomendaci¨®n fue que volvieran a los modos de los ind¨ªgenas¡±, r¨ªe Perl¨®.
Pero a?os antes de aquello, Cort¨¦s est¨¢ saludando a Moctezuma haciendo honor a su apellido. Ha conocido el lago, que nutre su h¨¢bitat con los rayos del sol, porque su fondo apenas alcanza 3,5 metros de profundidad. El militar sabe a lo que va y pronto manda construir los tres primeros bergantines de esta historia, que a la postre acabar¨¢n ardiendo en fuego enemigo. Documentos de la ¨¦poca de uno y otro bando relatan lo que ocurri¨® despu¨¦s: la vuelta a Veracruz del conquistador para enfrentar al gobernador de Cuba, que orden¨® apresarle; la masacre que, en su ausencia, perpetra ¡°el loco¡± Pedro de Alvarado en el Templo Mayor ind¨ªgena. Cuando regresa el capit¨¢n, los puentes le franquean la entrada junto con alg¨²n ej¨¦rcito que ha ido reclutando, pero la ciudad se convierte en una trampa para todos ellos de la que raudo emprenden la huida. En la que los castellanos bautizaron como la Noche Triste, sigue Pastrana, ¡°perdieron a la mitad de los soldados y all¨ª quedaron ardiendo los tres bergantines. Los tlaxcaltecas recibieron a las tropas en su huida. De haberlos hecho frente, los d¨ªas de Cort¨¦s y su aventura habr¨ªan acabado all¨ª, pero este pueblo ser¨¢ aliado de los espa?oles hasta completar la conquista¡±, prosigue el historiador.
El que no sucumbe, aprende. Cort¨¦s no hundi¨® sus naves en Veracruz, como dicen las canciones y se aprend¨ªa en la escuela. ¡°Solo las encall¨®¡±. Ah¨ª comienza su relato Eduardo Matos Moctezuma, el gran arque¨®logo de la zona cero mexica, en el coraz¨®n de la capital, el hombre que inici¨® las excavaciones que han dado m¨¢s luz y tesoros del pasado ind¨ªgena. Aquellos aparejos aprovechables de las naos abandonadas en el golfo de M¨¦xico sirven al conquistador para construir otros 13 bergantines con sus peque?os ca?ones, pero artiller¨ªa, al cabo. En su vuelta a la ciudad los guerreros se han multiplicado. ¡°Caminaban m¨¢s de 10.000 tlaxcaltecas por cada calzada firme, as¨ª que avanzaban entre 30.000 y 40.000 combatientes junto a las tropas espa?olas¡±, describe Matos Moctezuma. El asedio dura semanas.
¡°Los mexicas fijaban pilares bajo el agua para que las naves enemigas quedaran atrapadas entre ellos. Les persegu¨ªan para conducirles hasta aquellas trampas acu¨¢ticas¡±, dice Miguel Pastrana, pero no hab¨ªa manera. ¡°Cort¨¦s no quer¨ªa destruir la ciudad, pero la resistencia no le dej¨® otra salida¡±. Ca?onazos, ballesteros, incendios y desabastecimiento acallaron los embates ind¨ªgenas. Cuauht¨¦moc, el ¨²ltimo tlatoani (emperador) mexica muri¨® en 1525. Fue torturado y ahorcado pero se desconocen los detalles exactos y los arque¨®logos sue?an a¨²n con encontrar sus restos.
El agua no ha dejado de ser protagonista de la Ciudad de M¨¦xico desde su fundaci¨®n como Tenochtitlan. Los espa?oles no se interesaron por el laberinto de canales con el que gobernaban el rico h¨¢bitat l¨ªquido los ind¨ªgenas. ¡°Desde el siglo XVI todo se va desecando. Aquellas arcillas gelatinosas del subsuelo que amplificaban las ondas de choque en los terremotos van perdiendo su humedad¡±. Los cimientos secos son a¨²n peor para los sismos. ¡°La naturaleza solo perdon¨® a los espa?oles 25 a?os. En 1555 sufrieron una gran inundaci¨®n. A Cort¨¦s le recomendaron que no se asentara en una ciudad donde no podr¨ªa gobernar las aguas, pero rehus¨®. All¨ª estaba la grandeza¡±, asegura el doctor Perl¨® Cohen.
La leyenda dice que los mexicas buscaron en aquel lago un destino m¨ªstico para su pueblo, otros lo ven como una simple migraci¨®n en busca de mejor vida. ?A qui¨¦n se le ocurre asentarse en un lago? ¡°No fueron los primeros, era una zona muy rica¡±, se?ala Pastrana. ¡°Hab¨ªa inundaciones, claro que s¨ª, pero ellos evolucionaron tecnol¨®gicamente, en lo econ¨®mico y en lo militar en torno al agua¡±. El agua que finalmente acab¨® con su imperio.
Una fortaleza inexpugnable
No se conocen adversarios que trataran de entrar en el islote de los mexicas en el lago. ¡°Aquello era una fortaleza inexpugnable, todo rodeado de agua y con visibilidad absoluta por todos lados¡±, dice Mar¨ªa Casta?eda de la Paz, doctora en Historia de la UNAM. ¡°M¨¢s bien al contrario, eran ellos los que establec¨ªan alianzas con pueblos cercanos para emprender las conquistas. Hay que tener en cuenta que no ten¨ªan tierras para cultivar, por eso iban en busca de otros territorios para hacerlos tributarios. Aquellos les pagaban en especias¡±, a?ade. Eso ocurr¨ªa en el sur de lo que hoy es la Ciudad de M¨¦xico, a¨²n con fincas de cultivo o mucho m¨¢s lejos en el resto del pa¨ªs. ¡°Tambi¨¦n usaban los matrimonios para establecer esas alianzas. Eran unos grandes guerreros, aunque es verdad que el agua que proteg¨ªa su islote no fue un aliado contra Hern¨¢n Cort¨¦s¡±, prosigue la etnohistoriadora.
La relaci¨®n que los mexicas establecieron con el agua no ten¨ªa igual en todo el continente. ¡°El lago de M¨¦xico era m¨¢s bajo y en la ¨¦poca de lluvias era m¨¢s vulnerable a las inundaciones que los dem¨¢s, por eso constru¨ªa los albarradones, que tambi¨¦n evitaban que el agua salada se mezclara con la dulce¡±, prosigue Casta?eda. ¡°Una de las cosas que m¨¢s impresion¨® a Cort¨¦s fue el doble conducto de agua que circulaba a un lado y otro de una de las calzadas firmes de Tenochtitlan. Cuando el uno estaba en uso aprovechaban para limpiar el otro¡±. Era apenas un canal de agua porque los acueductos con arcos llegaron despu¨¦s, con los espa?oles.
Babelia
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