La Espa?a vac¨ªa... y opresiva
El libro de Sara Mesa, ¡®Un amor¡¯, nos recuerda por qu¨¦ hemos venido a vivir a la ciudad
Hay libros, f¨¢bulas y un discurso hoy dominante que intenta hacernos creer que el campo, el pueblo, es una c¨¢psula de bienestar y valores que se han perdido en el ajetreo de la ciudad. Y es cierto que en esa Espa?a vac¨ªa no hay prisa, ni estr¨¦s, ni contaminaci¨®n y que por justicia merecen los servicios adecuados, bla bla, bla. Pero quien esto escribe no compra la idealizaci¨®n. Libros mediante.
El tema lleva siglos impreso, pero este a?o se han sumado dos joyas en la librer¨ªa. Abri¨® boca Olga Merino con La forastera (Alfaguara), el retrato de una mujer que regresa a su pueblo tras frustraciones que no vienen al caso. All¨ª no solo la esperan el sol y la naturaleza sino la miseria humana, los fantasmas del pasado, las sagas de oprobios que se heredan m¨¢s s¨®lidamente a¨²n que las lindes y deslindes. Y ahora ha llegado Un amor, de Sara Mesa (Anagrama), bell¨ªsimo relato sobre una mujer que empieza nueva vida en un pueblo donde no solo se le encender¨¢ el deseo, el sentimiento, hacia uno de los vecinos, sino que se topar¨¢ con un ecosistema opresivo de seres quedos, algunos miserables, que triangular¨¢n una estancia asfixiante que se agiganta ante el espejo de su propia inseguridad.
Los libros de Sara Mesa y Olga Merino nos recuerdan por qu¨¦ vivimos en la ciudad
La protagonista de Un amor cae pronto en el desnivel entre lo que quisiera y lo que hay, entre lo que percibe y lo que es, entre lo que agrede y la incapacidad de enfrentarse a ello. Escruta todo acto como algo sospechoso y, lo que al principio es sospecha adquiere categor¨ªa de realidad agresiva desde la superioridad que se arrogan los dem¨¢s sobre ella. Todos saben lo que deber¨ªa hacer. Porque son hombres, porque son mayores, porque conocen las normas del lugar y porque le quieren se?alar que no encaja.
La relaci¨®n con el casero, que se atribuye la potestad de irrumpir en la casa con taras que le ha alquilado y otras potestades m¨¢s, es brillante y forma parte de esa cadena de tensiones entre personajes que Sara Mesa siempre es capaz de crear. Magn¨¦tico y sencillo, el libro se arquea como el lomo de un gato que no sabes si va a atacar o a huir. Los poderes invisibles que se establecen en una peque?a comunidad, sobre todo cuando has cometido un error, se crecen. El recuerdo de incestos castigados est¨¢ marcado. El maltrato a los animales es habitual. Y las goteras de un tejado en mal estado emergen como s¨ªntoma de un doble poder: el del casero que se niega a arreglarlo y el de quien sabe arreglarlo, pero le pone un alto precio. El sexo se abre paso en una doble ecuaci¨®n abominable: como abuso o como pago. A partir de ah¨ª no pareces ser tu due?a, no pareces ser capaz de recuperar un lugar y necesitar¨¢s la nueva huida.
Pueblo chico, infierno grande, como sabemos. Los libros de Mesa y Merino nos recuerdan por qu¨¦ vivimos en la ciudad.
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