Retrato de la misoginia en el Prado
El museo explora en ¡®Invitadas¡¯ la construcci¨®n del ideal femenino en el arte oficial a trav¨¦s de 130 obras. El af¨¢n moralizante conden¨® al ostracismo a artistas cr¨ªticos como Antonio Fillol o Aurelia Navarro
La contraposici¨®n resulta chocante. En el mismo recorrido se suceden lo que para una mirada actual supone la violenta representaci¨®n de una ni?a desnuda, sexualizada, y la imagen de una dama adulta que, en el momento de su muerte, es visitada por un ¨¢ngel en recompensa por su castidad guardada. La alegor¨ªa del vicio de la soberbia encarnada en una se?ora vestida de ricas telas y llamativos colores convive con visiones de la reina intrusa, incapaz de gobernar por su g¨¦nero; de la muchacha ca¨ªda en desgracia; la madre puesta en tela de juicio; la mujer sumisa; la indecorosa. F¨¢cilmente reconocibles como estereotipos del machismo, todas esas nociones definieron en la Espa?a de entre mediados de los siglos XIX y XX la conceptualizaci¨®n oficial de una femineidad encorsetada, constre?ida a un canon de virtud tanto en su interpretaci¨®n idealizada como en la aberrante.
Podr¨ªa parecer un montaje controvertido, pero abrir el debate es precisamente a lo que aspira el Museo del Prado con la muestra Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideolog¨ªa y artes pl¨¢sticas en Espa?a (1833-1931), un an¨¢lisis cr¨ªtico de los t¨®picos que marcaron en aquella ¨¦poca la vida de la mitad de la poblaci¨®n y, con ella, la idiosincrasia y valores nacionales. De la amplitud de esa idea, se abarca una perspectiva concreta: la del arte promocionado por el Estado, que premiaba unas im¨¢genes y reprobaba otras en funci¨®n de su car¨¢cter moralizante.
De esas proyecciones emanadas de las instancias del poder, eminentemente masculinas, la muestra mueve el foco hacia el arte creado por mujeres, obligadas a realizar su trabajo bien sorteando, bien imbuy¨¦ndose de esas etiquetas. ¡°Se trata de un viaje cr¨ªtico al epicentro de la misoginia del siglo XIX¡±, explica el comisario, Carlos G. Navarro, conservador de pintura del siglo XIX del Prado, que pone en cuesti¨®n a trav¨¦s del planteamiento de esta muestra su propia andadura. ¡°El museo es heredero de esa pol¨ªtica de adquisiciones¡±, reconoce Navarro, ¡°y ahora da un salto hacia un futuro en el que la imagen de la mujer artista pueda ser revisada con mayor precisi¨®n¡±.
Con un despliegue de m¨¢s de 130 obras, la propuesta, que deb¨ªa haberse inaugurado a finales de marzo, supone para el director del museo, Miguel Falomir, ¡°un ambicioso paso adelante tanto desde el punto de vista num¨¦rico como desde el conceptual¡±. El proyecto busca adem¨¢s comprender en mayor profundidad el sentido de la propia colecci¨®n que atesora el Prado en sus almacenes, y poner en valor piezas que hasta ahora apenas, o nunca, hab¨ªan tenido la oportunidad de emerger a la superficie. ¡°Sin entender la idea que se ten¨ªa de la mujer, es muy dif¨ªcil pensar c¨®mo ellas pod¨ªan practicar la pintura. Se trata de ver cu¨¢les era los modelos de femineidad que las autoridades proyectaban: cu¨¢l era el tipo de mujer que se privilegiaba y alababa, y cu¨¢l era el que se denigraba y censuraba¡±, abunda.
Superar el canon
Cuatro a?os despu¨¦s de la primera exposici¨®n de su historia consagrada a una artista, la flamenca Clara Peeters, el Prado quiere superar las aspiraciones de ¡°una primera generaci¨®n heroica de histori¨®grafas del arte feministas¡± para desentra?ar ¨®pticas divergentes sobre el canon art¨ªstico establecido, donde tambi¨¦n tengan cabida otros creadores desde?ados ¡ªdesde los autores LGTBI a los originarios de otras procedencias, como las antiguas colonias espa?olas¡ª y formas alternativas de investigar el papel de la mujer en la historia del arte. ¡°Queremos hacer exposiciones sobre una patrona de las artes y sobre la historiadora Mar¨ªa Luisa Caturla, una de las m¨¢s destacadas de Espa?a¡±, adelanta Falomir, que presume: ¡°Este es un tipo de exposici¨®n muy novedosa que nos hace sentir orgullosos: no creo que se haya hecho algo parecido en ning¨²n otro pa¨ªs de Europa".
Desde el planteamiento desdoblado de la mujer como sujeto pasivo y activo de la creaci¨®n art¨ªstica, Invitadas se divide en dos ¨¢mbitos generales que se diferencian, adem¨¢s de por su autor¨ªa, por la procedencia de las obras. Se trata de un detalle que trasluce cu¨¢les han sido, hist¨®ricamente, las inclinaciones del Prado, como parte integrante de la oficialidad de su tiempo, en lo que se refiere a sus propias adquisiciones. Analizar y mostrar al p¨²blico esas carencias heredadas sirve para hacer examen de conciencia y adaptarse a la mentalidad y demandas de la sociedad de esta ¨¦poca. ¡°Es un proyecto valiente que no ha sido f¨¢cil sacar adelante¡±, ratifica Navarro.
La primera secci¨®n, la dedicada al arte estatal, en muchos casos recompensado con medallas nacionales, y con obras de Pradilla, Inurria o los Madrazo, emerge en buena medida de los fondos de los almacenes del museo. La segunda parte, con pinturas y alguna escultura, fotograf¨ªas, pel¨ªculas y miniaturas realizadas por artistas desde la reina Isabel II a la fot¨®grafa Jane Clifford y pintoras como Mar¨ªa Luisa de la Riva, ha recibido numerosos pr¨¦stamos de diversas instituciones.
Del centenar de piezas que pertenecen al museo se han restaurado unas 40, un trabajo ¡°descomunal¡± que, dice Falomir, ¡°no se hab¨ªa visto en los ¨²ltimos 10 o 12 a?os¡±. Solo dos de esos cuadros, El Cid, de Rosa Bonheur, y Carolina Coronado, de Jos¨¦ de Madrazo, se encuentran permanentemente en sala. ¡°Esta es una exposici¨®n de investigaci¨®n¡±, apunta el director. ¡°Solo un museo p¨²blico podr¨ªa dedicarle tanto tiempo: se ha hecho un esfuerzo enorme para estudiar y presentar estas obras¡±.
Cada una de las 17 subsecciones que marcan el itinerario se ha consagrado a una tem¨¢tica concreta: la educaci¨®n de las ni?as, el papel femenino en la familia, la representaci¨®n de la mujer castiza... ¡°La Ilustraci¨®n favorece una eclosi¨®n de pintoras, literatas y mujeres sabias. Pero eso, con la llegada a la mentalidad burguesa, se interrumpe y se revierte¡±, explica el comisario sobre el contexto hist¨®rico que envuelve la muestra. ¡°De repente el Estado tiene la funci¨®n de ofrecerle a la mujer el lugar que la mentalidad burguesa considera que es el apropiado, que es ser el de ¨¢ngel del hogar. Los espacios dom¨¦sticos se convierten as¨ª en prisiones doradas y eso hay que recubrirlo de caramelo para que la sociedad lo acepte y lo normalice. En ese sentido, las obras de arte cumplen una funci¨®n doctrinaria muy importante¡±.
Uno de los pocos pintores que no acat¨® el patriarcal relato impuesto por el Estado fue el valenciano Antonio Fillol, de quien se muestran tres pinturas sobrecogedoras, de gran tama?o, que denuncian de una manera audaz, con los temas que representan pero tambi¨¦n con un uso elocuente, arriesgado, de las perspectivas y los colores, los abusos a las ni?as, la obligaci¨®n a someterse a la prostituci¨®n y el ostracismo al que se condenaba a las mujeres que no acataban la norma. ¡°?l tuvo que asumir las consecuencias de ese rechazo al Estado", cuenta Navarro, "que no le pag¨® nada, o casi, por la mayor¨ªa de las obras que se conservan en el Prado¡±.
El t¨ªtulo de Invitadas, como subraya el comisario, no se corresponde con la opini¨®n del museo sino que busca revelar el asfixiante rol al que se relegaba a las mujeres en el sistema del arte espa?ol del siglo XIX y principios del XX. Muchas de las que quisieron dedicarse a la pintura, a la escultura o la fotograf¨ªa debieron conformarse con el papel de ayudantas o, en casos mejores, el de copistas. Hasta la reina Isabel II se dedic¨® sobre todo a reproducir a pintores como Murillo. A esos conceptos va transportando el flujo de la exposici¨®n, donde destacan tambi¨¦n grandes bodegones y pinturas de flores firmados por mujeres, de las que s¨ª se toleraba este tipo de tem¨¢tica m¨¢s amable. Solo al desembocar el trayecto aparecen casos de una mayor liberaci¨®n estil¨ªstica, algunos de los cuales llegaron a pagarse caros. Le ocurri¨® a la pintora Aurelia Navarro, que tras el revuelo causado por presentar un desnudo femenino en la Exposici¨®n Nacional de 1908, sucumbi¨® a la estruendosa presi¨®n social y acab¨® el resto de su vida recluida en un convento.
La obra que cierra la muestra, el Autorretrato de cuerpo entero de Mar¨ªa Ro?sset, de 1912, deja un resquicio para que la puerta de la evoluci¨®n de los tiempos, como dice Navarro, aunque no se llegara a abrir, al menos s¨ª se pudiera ¡°empujar¡± hacia un futuro m¨¢s halag¨¹e?o. Viuda a los 27 a?os, Ro?sset enseguida pas¨® a formarse como pintora. Aunque muri¨® pronto, su vocaci¨®n y fecundidad propiciaron un semillero de artistas mujeres. ¡°Todas sus sobrinas-nietas se convierten en una saga de pintoras, escultoras, grabadoras, m¨²sicas, poetas...¡±, relata Navarro. "Inspiradas por ella, todas fueron mujeres de una intensidad vital y una independencia que rasg¨® por completo los moldes¡±.
Dos muestras y una reapertura parcial
En estas fechas deber¨ªa inaugurarse en el Prado una exposici¨®n dedicada al arte creado en las antiguas colonias espa?olas, otro de los retos, junto a la creaci¨®n femenina, que el museo se marc¨® para su programaci¨®n de este a?o, elocumentemente titulada 'Nuevos p¨²blicos, nuevas narrativas'. La realidad imprevisible de este 2020 ha hecho que en su lugar se presente, con medio a?o de retraso, 'Invitadas'. La muestra ser¨¢ accesible con la misma entrada que Reencuentro, la selecci¨®n de obras maestras dise?ada para el regreso parcial del museo, que ha sido prorrogada sin fecha definida de clausura. En las pr¨®ximas semanas, el resto de espacios ir¨¢n reabriendo por m¨®dulos, que podr¨ªan volver a cerrar en el caso de que empeore la situaci¨®n sanitaria.
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