La mujer de fuego
Almod¨®var vuelve a jugar con el artificio de su propio cine en ¡®La voz humana¡¯
Con una perturbada interpretaci¨®n de Anna Magnani, desaforada, desali?ada y temblorosa, Roberto Rossellini cre¨® en El amor (1948) el retrato de una mujer humillada y sumisa. Ingrid Bergman, en un telefilme de 1966 dirigido por Ted Kotcheff, otorg¨® a la misma mujer un poso de dignidad, elegancia y nobleza aun dentro de su tragedia: hundida, pero nunca de rodillas. Pedro Almod¨®var, de la mano de Tilda Swinton, incide en esa l¨ªnea y da un paso m¨¢s: la protagonista de su libre versi¨®n del mon¨®logo de Jean Cocteau La voz humana, s¨ªmbolo de la desesperaci¨®n, de la ¨²ltima conversaci¨®n telef¨®nica con su amante, es la mujer vengadora.
Lo bueno de los grandes textos abiertos es que aceptan inflexiones, tonalidades, actualizaciones, sin dejar de ser lo que son. La obsesi¨®n art¨ªstica de Almod¨®var por la situaci¨®n, las palabras y los subtextos de la obra de Cocteau viene de lejos. Estaba en la base de La ley del deseo (1987), la exasperaci¨®n del rechazado, aquella vez amor homosexual, y hasta utilizaba un montaje teatral de la pieza como elemento formal. Y tambi¨¦n en el origen de Mujeres al borde un ataque de nervios, el abandono, la espera, el tel¨¦fono como arma arrojadiza, fuego f¨ªsico en la cama donde durante un tiempo hubo fuego sexual, las maletas que esperan a su due?o, y claro, la maravillosa comedia: ¡°Yo soy testiga de Jehov¨¢ y mi religi¨®n me proh¨ªbe mentir¡±. Carmen Maura, como Bergman, como Swinton, era un torrente de dolor, pero igualmente de orgullo y personalidad.
En el corto La voz humana, su primera producci¨®n en ingl¨¦s, Almod¨®var vuelve a jugar con el artificio de su propio cine, mostrando la tramoya, rompiendo la continuidad, la unidad del escenario, en un hermoso apartamento falso (ese fant¨¢stico plano casi cenital) y en la horrenda belleza de un plat¨® vac¨ªo: qu¨¦ distinci¨®n en el dise?o de producci¨®n de Antxon G¨®mez, en la luz de Jos¨¦ Luis Alcaine, en la extraordinaria partitura de Alberto Iglesias. Sin embargo, la certeza de las emociones est¨¢ ah¨ª: la p¨¦rdida en el querer, la tensi¨®n por la falta de respuesta, la impostura de las reacciones rotas, el gozo y la tortura de haber sido ¡°la otra¡±. La ley del amor, la ley del deseo. Y los matices en la respiraci¨®n de la portentosa Swinton como gu¨ªa.
La magn¨ªfica pieza del director de Dolor y gloria, menos texto, m¨¢s imagen, melodrama arrebatado con presencia de Escrito sobre el viento y Que el cielo la juzgue, solo resbala un par de minutos en la secuencia de la ferreter¨ªa: demasiado tiempo, demasiados planos de Agust¨ªn Almod¨®var, demasiadas presencias superfluas. Una nimiedad. El hacha, como s¨ªmbolo de los nuevos tiempos, el inconformismo y la autoestima son ahora los dominantes. De la mujer sumisa, a la mujer de fuego.
LA VOZ HUMANA
Direcci¨®n: Pedro Almod¨®var.
Int¨¦rpretes: Tilda Swinton.
G¨¦nero: melodrama. Espa?a, 2020.
Duraci¨®n: 30 minutos.
Babelia
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