La cultura Maradona
EL PA?S da un recorrido por la iconograf¨ªa cultural que cre¨® el mito del astro argentino
Diego Armando Maradona era m¨¢s que un jugador de f¨²tbol: era una estrella pop. En vida, le pusieron su nombre a calles, iglesias, estadios, r¨ªos; ha inspirado decenas de canciones, libros y pel¨ªculas; Dolce & Gabbana hizo desfilar su camiseta por las pasarelas de la alta costura; su busto ha sido reproducido en estatuas, murales, camisetas, chapas, banderas, y en casi cualquier otro objeto imaginable.
¡°Si he logrado ser mito viviente, yo no me lo propuse¡±, le dijo en 1999 a la revista Rolling Stone, aunque hablara de s¨ª mismo en tercera persona. ¡°Por defender a la gente como quiero defenderla, no me creo un mito. Pero los argentinos saben que El Diego no les meti¨® la mano en el plato de comida¡±. La fama mundial de Maradona lleg¨® a ser tan grande desde finales de los ochenta que poco a poco, mientras engordaba la leyenda, fue perdiendo el control de su propia vida. Eduardo Galeano escribi¨® que Maradona era ¡°una especie de Dios sucio, pecador. Cualquiera puede reconocer en ¨¦l una s¨ªntesis de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, trag¨®n, borrach¨ªn, tramposo, mentiroso, fanfarr¨®n, irresponsable¡±.
Tal vez por eso se convirti¨® en un ¨ªcono cultural tan poderoso y universal: porque todos pod¨ªan ver los rasgos humanos en un personaje que era divino en la cancha, que llevaba su origen plebeyo como bandera. Los muros y las canciones lo glorificaron como el mejor jugador del mundo, los libros y los documentales lo mostraron como uno de los m¨¢s crueles y contradictorios. ¡°Si Pel¨¦ es Beethoven, yo soy Ron Wood, Keith Richards y Bono, todos juntos¡±, dijo en 2005. El legado cultural que deja muestra todas sus caras: de talentoso y violento, de valiente y cobarde, de grandilocuente y vulnerable.
La banda sonora de Maradona
La leyenda de Maradona cre¨® su propio concierto: canciones de todos los g¨¦neros que juntas parecen un gospel para despedir hoy a La mano de dios. Desde su patria, Andr¨¦s Calamaro cant¨® que el rey del f¨²tbol no era ¡°una persona cualquiera¡± sino alguien con ¡°el don celestial de tratar muy bien al bal¨®n¡±; el grupo de reggae Los Cafres lo alab¨® como un artista con una ¡°magia que vuela en el pasto¡±; ¡°Es verdad que el Diego es lo m¨¢s grande que hay, es nuestra religi¨®n, nuestra identidad¡±, le cant¨® la banda de rock argentina Ratones Paranoicos. En el tango, su nombre se convirti¨® en verbo en las canciones de Quinteto Negro La Boca (¡°Maradoneando esquiva el dolor de un pa¨ªs en penumbra con el sue?o de salir campe¨®n ilumina el estadio que lo nombra¡±) y Terminal Tango le pidi¨® que fuera eterno (¡°No te mueras nunca, Diego Armando, si est¨¢s clavado en mi pecho¡±).
El cuarteto interpretado por el Potro Rodrigo es tal vez el himno m¨¢s conocido entre sus fans, que va desde su infancia humilde (¡°En una villa naci¨®, fue deseo de Dios¡±) a su gloria divina (¡±Y todo el pueblo cant¨® ¡°Marad¨®, Marad¨®¡±, naci¨® la mano de Dios¡±). ¡°Te quiero Diego,¡± le grita Rodrigo al final de la canci¨®n, celebrando el gol de Maradona en el mundial del 86. ¡°Es la mejor canci¨®n que me han dicho en mi vida¡±, le dijo el jugador unos a?os despu¨¦s.
Los goles de Maradona tambi¨¦n inspiraron canciones en el resto del mundo. Desde Europa, el grupo Mano Negra le dedic¨® un rezo (¡°Santa Maradona, priez pour moi¡±) y luego La vida es una T¨®mbola de Manu Chao glorific¨® su rebeld¨ªa contra la FIFA (¡°Si yo fuera Maradona, saldr¨ªa en mondovision, para gritarle a la FIFA, que ellos son el gran ladr¨®n¡±); el espa?ol Joaqu¨ªn Sabina le dedic¨® unos versos sobre su paso por el Boca Juniors en Dieguitos y Mafaldas (¡°Aquel a?o Boca sali¨® campe¨®n/ en la Bombonera/ ninguna bostera se puede quejar¡±); el italiano Pino Daniel lo llam¨® tambi¨¦n el ¡°mago con il pallone¡± que hab¨ªa llegado a su pa¨ªs para vencer a cualquiera; M¨¢s recientemente, hace solo tres a?os, la cantante nigeriana Niniola dedic¨® uno de sus sencillos a un hombre como ¨¦l, un mujeriego: ¡°Ooo ni ki n doju mi o lo maa kan pa, Oh Maradona¡±.
El Maradona de Kusturica y Kapadia
Si la m¨²sica hizo de Maradona una figura divina, los documentales hicieron del jugador un ser humano de nuevo, con convicciones pol¨ªticas explosivas y dramas personales profundos.
¡°Si no hubiera sido un jugador de f¨²tbol, [Maradona] se hubiera convertido en un famoso revolucionario¡¯', dice el cineasta serbio Emir Kusturica al principio de su documental del 2008 sobre el 10, en el que el jugador le habla desde sus opiniones sobre el imperialismo gringo hasta su admiraci¨®n por los ¨ªconos de revoluci¨®n cubana (Maradona le muestra sus tatuajes de Fidel en la pierna izquierda y del Che en el brazo derecho). El documental arranca desde la pobreza en la que creci¨® Maradona en Villa Fiorito de Buenos Aires (¡±Mi vieja cuando ve¨ªa que no hab¨ªa comida, le daba dolor de est¨®mago: pero no era dolor de est¨®mago, era que quer¨ªa que comi¨¦ramos m¨¢s nosotros¡±), pasa por la discriminaci¨®n que descubri¨® contra el sur napolitano en Italia, y termina con la confesi¨®n de sus culpas por perderse buena parte del crecimiento de sus dos hijas por su adicci¨®n a la coca¨ªna. ¡°Me queda el mal sabor en la boca de que hubiese sido mucho m¨¢s de lo que soy¡¯', dice.
La vida de Diego Armando tuvo tantos cap¨ªtulos tumultuosos que Kusturica peca por no detenerse en uno solo y querer abarcar toda la complejidad de Diego. Mejor lo hace el documental del a?o pasado de Asif Kapadia, Maradona, que se enfoca en un solo momento: la llegada del jugador argentino a levantar la im¨¢gen del f¨²tbol en el sur de Italia, despu¨¦s de un r¨¢pido paso por el Boca Juniors y el Barcelona. ¡°Me interesa m¨¢s la gloria que la plata¡±, dice el Maradona que llega a N¨¢poles, un lugar en el que el f¨²tbol y la sociedad est¨¢n dominados por la mafia de la Camorra. All¨ª le va cada vez mejor al jugador, pero al ciudadano cada vez peor: su dealer es el mafioso Carmine Giuliano y su adicci¨®n compite cada d¨ªa m¨¢s con su talento. ¡°El domingo por la noche, tras el partido, nos ¨ªbamos de cena y de juerga, y eso duraba hasta el mi¨¦rcoles, en que empezaba a limpiarme para jugar el siguiente domingo¡±, dice. El documental de Kapadia es sobre ese momento a finales de los ochenta en que Maradona pas¨® a ser invencible y vulnerable, las dos caras m¨¢s crueles de la fama que alcanz¨®
La mano de dios en la ficci¨®n
Maradona se convirti¨® adem¨¢s en una figura de ficci¨®n, un personaje siempre con contornos m¨ªticos. Eduardo Galeano le describi¨® como ¡°m¨¢s humano que los dioses¡±. Para Mario Benedetti, que le dedic¨® el poema Hoy tu tiempo es real, su f¨²tbol fue ¡°la ¨²nica prueba fiable de la existencia de Dios¡±. Un mito es una narraci¨®n situada fuera del tiempo, la par¨¢bola que explica el orden universal de las cosas. As¨ª como Zeus enga?¨® a Cronos con un veneno para que repartiera el poder ol¨ªmpico entres su hermanos, Maradona marc¨® ante Inglaterra aquel gol de zorro con la mano para vengar la derrota argentina en la Guerra de las Malvinas.
Me van a tener que disculpar es el t¨ªtulo de un cuento de Eduardo Sacheri donde explica ese no-tiempo donde sucedi¨® el gol m¨ªtico de Maradona: ¡°Porque ya que el tiempo cometi¨® la estupidez de seguir transcurriendo, ya que opt¨® por acumular un mont¨®n de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria¡±. El f¨²tbol del Pelusa, como b¨¢lsamo y dep¨®sito de esperanza para la Argentina maltrecha de los ochenta, tambi¨¦n aparece en otro cuento, esta vez de Osvaldo Soriano. Viendo un partido con unos vecinos, don Salvatore se cae de la silla celebrando uno de sus goles. Poco despu¨¦s, ¡°Don Salvatore, que segu¨ªa delirando, pregunt¨® por qu¨¦, teniendo un jugador como Maradona, todav¨ªa no hab¨ªamos conseguido pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional¡±.
El Diego soy yo
Las biograf¨ªas y los libros hagiogr¨¢ficos sobre el astro argentino se cuentan por pu?ados. Incluso firmados por el propio Maradona, que nunca esquiv¨® la construcci¨®n de su halo heroico. En Yo soy Diego (2016) cuenta la an¨¦cdota que le dijo su entrenador antes de saltar al campo para debutar a los 16 a?os con Argentinos Junior: ¡°Vaya, Diego, juegue como usted sabe, y si puede tire un ca?o (t¨²nel)¡±. El ni?o maravilla salido de una villa miseria argentina tambi¨¦n ha sido inmortalizado en los considerados g¨¦neros menores del arte. C¨®mics como La mano de Dios: Diego Armando Maradona, del italiano Paolo Cataldi, repasa su ascenso mitol¨®gico en N¨¢poles, mientras que el argentino Pablo Martinena llev¨® a cabo una biograf¨ªa en vi?etas en La mano de Dios.
Maradona, el monumento y el santo
Las mand¨ªbulas apretadas por la tensi¨®n, los rizos oscuros de la melena cubriendo las orejas y la mirada clavada en el horizonte, como anticipando el destino de la batalla. A la foto de Diego Armando Maradona mientras escucha sobre el c¨¦sped el himno argentino durante el mundial del 86 en M¨¦xico solo le falta la boina verde militar para ser casi un calco del ic¨®nico recuerdo del Che Guevara. Aquella foto tomada por Alberto Korda en 1960 que se convertir¨ªa con el paso de las d¨¦cadas en el retrato m¨¢s reproducido de la historia de la fotograf¨ªa y que ahora, enterrada la carne y abiertas definitivamente las puertas de la leyenda, rivalizar¨¢ con Maradona como uno de los mitos latinoamericanos con mayor impacto en la cultura popular.
La calle, el ecosistema natural del ¨ªdolo, ha sido tambi¨¦n el escenario de sus homenajes. Una reproducci¨®n gigante de su cara, a cargo del artista holand¨¦s Jorit Agoch, manda en un edificio de un suburbio de N¨¢poles. El bar Nilo, tambi¨¦n en la ciudad italiana, tiene un altar a D10S. Los muros de su barrio, Villa Fiorito, son casi una exposici¨®n callejera en su honor. Y en el techo del campo de un humilde equipo regional argentino, el Sportivo Pereyra de Barracas, hay una versi¨®n de los frescos de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, pero con Maradona como Dios, y Messi como Ad¨¢n.
Si Maradona fue su propia religi¨®n, en estos d¨ªas de duelo ya cuenta incluso con un rezo para despedirlo: ¡°Diego nuestro que est¨¢s en las canchas, santificada sea tu zurda, venga a nuestros ojos tu magia, y h¨¢ganse tus goles recordar as¨ª en la tierra como en el cielo. Danos hoy una alegr¨ªa en este d¨ªa, y perdona a aquellos periodistas, as¨ª como nosotros perdonamos a la mafia napolitana¡±.
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