De la Tomasa: Torres con Pies de Plomo
La familia Torre present¨®, dentro de la Suma Flamenca de Madrid, su espect¨¢culo ¡®Genes¡¯, en el que se muestra el cante de las ¨²ltimas tres generaciones de profesionales de esta estirpe cantora
El flamenco es un lugar privilegiado desde el que pensar ciertas cuestiones espinosas. Las estirpes son una de ellas. Imaginemos una lista en la que se incluyan los siguientes nombres: Ros¨®n, Queipo de Llano, Maura, March y Torre. Todas son estirpes, pero la ¨²ltima es cantora mientras que las primeras provienen del entorno econ¨®mico-pol¨ªtico. Por supuesto que, el flamenco, por importante que sea, no juega ni en las mismas lides ni con tanto de por medio; adem¨¢s, en las estirpes flamencas se prima la pureza de sangre mientras que en las otras, como bien analiz¨® Benedict Anderson, la mezcla de linajes es m¨¢s deseable para alcanzar los mismos fines de reproducci¨®n del poder. Sin embargo, el funcionamiento m¨¢s modesto de las estirpes cantoras dentro del campo del flamenco nos permite componer esquemas ¨²tiles afuera.
Los Torre son una de las familias m¨¢s se?aladas de la historia del flamenco; nada menos que los descendientes de Manuel Torre (1880-1933), cantaor cuya voz fue la excusa para que Lorca pudiera acu?ar el concepto de sonidos negros (esto es: las articulaciones sonoras no filtradas por el sentido racional ni la disciplina consciente sino por el dictado primitivo de la raza). Anoche se present¨® en el Centro Cultural Paco Rabal de Vallecas (Madrid), dentro de Suma Flamenca, un espect¨¢culo llamado Genes, en el que las ¨²ltimas tres generaciones de profesionales de esta estirpe mostraban el estado de forma de sus cantes. Se hicieron acompa?ar por las guitarras del veterano maestro Manolo Franco y de Joni Jim¨¦nez, tocaor de la escuela de Aquilino Jim¨¦nez El Entri. Abrieron los tres juntos con una sole¨¢ por buler¨ªas y cantando por orden de edad (Manuel de la Tomasa, 21 a?os; Gabriel de la Tomasa, 40 a?os; y Jos¨¦ de la Tomasa, 79 a?os) para despu¨¦s pasar a peque?as actuaciones en solitario, que comenz¨® Gabriel, acompa?ado de Jim¨¦nez, cantando el Romance de la monja ¡ªad libitum, como es costumbre¡ª seguido de lo que Antonio Mairena populariz¨® como romances (con melod¨ªas similares a los romances portuenses pero aire de buler¨ªas por sole¨¢), acabando su parte con una malague?a rematada con varios cantes abandolados. Posteriormente, el peque?o, Manuel, hizo sole¨¢, fandangos y buler¨ªas, tambi¨¦n con la guitarra de Jim¨¦nez. Finaliz¨® esta parte intermedia el, respectivamente, padre y abuelo de los anteriores, Jos¨¦, acompa?ado por la guitarra de Franco, con tarantos, unas excepcionales alegr¨ªas, un breve fandango dedicado a Morente y unas seguiriyas. El recital acab¨® con una ronda de ton¨¢s de los tres, sin acompa?amiento ni microfon¨ªa, en la que, de nuevo, Jos¨¦ de la Tomasa demostr¨® estar, seguramente, en el mejor momento de toda su carrera, as¨ª como ser uno de los cantaores con m¨¢s conocimiento de la estructura interna de los palos, a los que, por tanto, sabe pellizcar a placer ¡°sin necesidad de gritar¡±, como el mismo puntualiz¨® anoche.
Por lo general, las estirpes flamencas funcionan como lugar de poder y plataforma de promoci¨®n de la familia, ampar¨¢ndose en la transmisi¨®n de la legitimidad por v¨ªa gen¨¦tica (en esto no se diferencian de las estirpes de los poderosos). Los cantes, en el caso flamenco, funcionan como se?a de identidad de cada clan (¡°el himno nacional de la familia¡±, llam¨® anoche Jos¨¦ de la Tomasa a la seguiriya). De esa manera, por ejemplo, en el cante del ¨²ltimo de los Torre en llegar al profesionalismo, Manuel, se encuentra el eco de los cantes de su quasi m¨ªtico ancestro; pero, ciertamente, en ninguno de los tres aparece ese eco, al menos no prima. ?Por?
La madre de Jos¨¦, conocida como la Tomasa (Tomasa Soto D¨ªaz, 1926-2013) y cantaora tan portentosa que era capaz de cerrar una ronda de ton¨¢s precedida por Antonio N¨²?ez Chocolate y Manuel de los Santos Agujetas arrancando los v¨ªtores de sus compa?eros, cas¨® con un tal Manuel Giorgio Guti¨¦rrez (1924-2013), barquero del Guadalquivir. Ese casamiento con un payo (as¨ª se les llama todav¨ªa) dentro de esa estirpe reconocida por la pureza gitana fue un verdadero hito de refundaci¨®n. Guti¨¦rrez, apodado Pies de plomo por el padre de la Tomasa, result¨® ser un cantaor tan dotado que pod¨ªa hacer llorar a la mism¨ªsima Bernarda de Utrera haciendo los cantes por seguiriyas de Manuel Torre. Impresionante por soleares, largu¨ªsimo por fandangos y buler¨ªas y con un conocimiento tal que la propia Tomasa le delegaba las cuestiones de nomenclatura flamenca. Pies de plomo fue el agujero que hizo que tanto su hijo Jos¨¦ como, a trav¨¦s de este, el resto de los profesionales de la familia, incorporaran, por ejemplo, el cante de Manuel Vallejo por buler¨ªas o tarantos o los fandangos personales de muchos operistas; cosas estas, muy mal vistas por los seguidores de la ortodoxia gitanista. La impronta de Pies de plomo oblig¨® a una estirpe que bien podr¨ªa haber vivido de las se?as de identidad a estudiar sesudamente, abri¨¦ndose al trabajo con todo el abanico de cantes y cantaores existentes, no solo los gitanos.
Si la transmisi¨®n gen¨¦tica consiste en esperar en el coche a tu nieto tras un recital con el motor en marcha y Juanito Mojama sonando a todo volumen, sea; si es cualquier otra cosa, se parece m¨¢s a esa funesta costumbre de que el poder social sea un hecho hereditario. Los De la Tomasa son del primer tipo. Manuel Giorgio Guti¨¦rrez y Tomasa Soto fueron los que lo posibilitaron.
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