La pel¨ªcula maldita que Fellini nunca quiso rodar
En el centenario del nacimiento del genio italiano persiste la duda de c¨®mo hubiera sido ¡®El Viaje de G. Mastorna¡¯. Un guion y un c¨®mic vislumbran el potencial de la obra
El mi¨¦rcoles 12 de abril de 1967, Italia amanece con la noticia de la hospitalizaci¨®n de urgencia de Federico Fellini. ¡°En los ambientes art¨ªsticos romanos se habla con insistencia de un problema pulmonar; o de una grave forma de pleures¨ªa o de un neumot¨®rax traum¨¢tico¡±, informa el peri¨®dico Il Messaggero. Se ha corrido la voz de que Fellini podr¨ªa tener c¨¢ncer. La prensa transalpina ya tiene lista, por si acaso, la necrol¨®gica del director de 47 a?os. En la habitaci¨®n 105 de la cl¨ªnica Salvator Mundi, en la colina del Gianicolo en Roma, donde llegan los telegramas por centenares, se suceden las visitas a un ritmo fren¨¦tico. Los amigos y colaboradores m¨¢s fieles est¨¢n all¨ª. Tambi¨¦n presente, el productor Dino De Laurentiis intenta retener las l¨¢grimas. Incluso el Papa Pablo VI que, a?os antes, hab¨ªa calificado de pecadores al p¨²blico de La dolce vita, env¨ªa un telegrama al director para desearle una pronta recuperaci¨®n.
Sin embargo, en medio a la angustia desatada por ese mal misterioso que amenaza con poner fin a la vida de uno de los cineastas m¨¢s talentosos de su tiempo, algunos periodistas dejan escapar una duda: ?No ser¨¢ otra estratagema del que se defin¨ªa a s¨ª mismo como un gran mentiroso para librarse del rodaje, eternamente pospuesto, de El viaje de G. Mastorna? En la obra del genio italiano, del que se celebra este lunes el centenario del nacimiento, persiste la duda de c¨®mo habr¨ªa sido la ¨²nica pel¨ªcula que estas semanas no podr¨¢n reponer las filmotecas y los cines. La cinta, inspirada en Lo strano viaggio di Domenico Molo, de Dino Buzzati, que marc¨® profundamente a Fellini con 18 a?os, se presentaba como una monumental odisea sobre el m¨¢s all¨¢. El pr¨®ximo gran triunfo del director. Pero una serie de infortunios se fue cruzando en el camino del maestro, desde la dificultad de dar con el actor principal hasta los innumerables desencuentros con el productor napolitano, hasta que en 1971, el supersticioso cineasta decidi¨® abandonar definitivamente el rodaje.
¡°El viaje de G. Mastorna trata de la muerte. Pens¨¦ que mi curiosidad estaba siendo castigada. Que hab¨ªa tocado una puerta que se estaba cerrando sobre m¨ª¡±, confesaba a la revista francesa L?Express en 1969. En la obra, Fellini narra el vagabundeo de Giuseppe Mastorna, un violoncelista entorno a la cuarentena, en un especie de ciudad limbo, despu¨¦s de que su avi¨®n, envuelto en una violenta tormenta, haya ¡°milagrosamente¡± aterrizado en medio a una plaza que domina una inmensa catedral g¨®tica. A medida que Mastorna se adentra en ese mundo poblado de seres grotescos e inquietantes, en el que reina el caos m¨¢s absoluto, entiende que no sobrevivi¨® al accidente de avi¨®n.
Aunque el cineasta intent¨® a lo largo de su vida retomar el proyecto ¡°maldito¡±, hubo que esperar hasta 1992, un a?o antes de su muerte, para que la historia vea luz....en c¨®mic. Como ¡°queriendo liberarse definitivamente¡± de Mastorna, seg¨²n cuenta el periodista Aldo Tassone, el director propuso a Milo Manara, el dibujante m¨¢s felliniano que existe y con el que ya hab¨ªa colaborado en el tebeo Viaje a Tulum, plasmar el relato en vi?etas. Como relata Manara, autor de la obra er¨®tica Clic en una entrevista para la televisi¨®n francesa en 2009, Fellini era para ¨¦l ¡°una divinidad¡±. ¡°Mi angustia constante mientras trabajaba sobre Mastorna era la siguiente: ?c¨®mo iba a reaccionar ese amigo tan querido, al ver la representaci¨®n de sus sue?os, claros y n¨ªtidos en su esp¨ªritu cambiada, transformada, empobrecida?¡±, confes¨® el dibujante a prop¨®sito de la obra. Para la realizaci¨®n del c¨®mic, Fellini adapt¨® el guion y dibuj¨® un story board de la primera parte del relato extremadamente detallado que sirvi¨® de base al trabajo de ilustraci¨®n de Manara. La historia, renombrada El viaje de G. Mastorna, llamado Fernet, sin embargo qued¨® inconclusa. Iron¨ªa del destino, la aparici¨®n de la palabra fin en la ¨²ltima vi?eta del primer cap¨ªtulo despert¨® la paranoia del director y precipit¨® su decisi¨®n de abortar, una vez m¨¢s, el proyecto. La obra, publicada en Espa?a en 1996 bajo el t¨ªtulo El viaje de G. Mastorna. La pel¨ªcula so?ada de Fellini (Ediciones B), fue completada por los dibujos preparatorios, los comentarios de los dos artistas y un texto del periodista Vincenzo Mollica.
Adem¨¢s del c¨®mic, quiz¨¢s la mejor manera de apreciar el inmenso potencial de la obra de Fellini sea la lectura del guion, cuya primera publicaci¨®n por la editorial Bompiani en 1995 pas¨® relativamente desapercibida. El texto, pulido por el escritor Ermanno Cavazzoni, editado por Quodlibet en Italia en 2008 y en 2011 por la espa?ola Blacklist (Planeta), es una maravilla. Fellini quer¨ªa que la cinta tuviera un ritmo endiablado, sin un solo instante de descanso y as¨ª lo siente el lector. El lenguaje visual al que recurre es tan preciso y evocador que cualquier amante del director puede llegar a tener la sensaci¨®n de estar literalmente viendo la pel¨ªcula, de adentrarse en ese m¨¢s all¨¢ felliniano, pensado como una r¨¦plica del caos que reina en la Tierra, a la que el director a?ade una evidente carga on¨ªrica. All¨ª, todo es familiar y, sin embargo, nada tiene sentido: calles y estaciones de trenes abarrotadas donde se api?an multitudes vociferantes, carteles publicitarios indescifrables, templos llenos de fan¨¢ticos de todas las religiones, night clubs, prost¨ªbulos y teatros decadentes donde transcurren eventos absurdos e inquietantes. ¡°?Qu¨¦ miseria, qu¨¦ fantas¨ªa desoladora! ?As¨ª que esto es la muerte?¡±, se pregunta desesperado Mastorna. ¡°El protagonista muere porque teme la muerte y ha perdido el sentido m¨¢s aut¨¦ntico de la vida¡±, dijo Fellini a prop¨®sito de su personaje, al que somete a un viaje metaf¨ªsico hacia la aceptaci¨®n de la muerte. Algo que solo puede conseguir despoj¨¢ndose de sus prejuicios, miedos, y condicionamientos, nos dice en esencia Fellini en una obra que se podr¨ªa calificar de testamentaria.
Aunque el cineasta no la llev¨® a la gran pantalla, El viaje de G. Mastorna, impregn¨® todas sus obras posteriores de ¡°una presencia estimulante, cautivadora¡± de la que ¡°no era capaz de prescindir¡±, confesaba el director, desde Satyricon (1969), pasando por Roma (1972), Pruebas de orquesta (1978), Ginger y Fred (1986), hasta La voz de la luna (1990). Y para los m¨¢s fieles del genio italiano, quedan por suerte algunos fotogramas de los ensayos que hizo Fellini de Mastorna en un cortometraje rodado por el director para la cadena estadounidense NBC en 1966, Apuntes de un director (emitido en 1969). ¡°Este es Mastorna, el h¨¦roe de mi pel¨ªcula....ten¨ªa todo preparado para que el personaje se materialice...pero no consegu¨ªa manifestarse... segu¨ªa escondi¨¦ndose, escap¨¢ndome, escurridizo¡±, comenta la voz en off de Fellini mientras filma a Marcello Mastroianni en el papel del violoncelista, en los estudios de De Laurentiis. La c¨¢mara se detiene tambi¨¦n en los monumentales decorados: la reconstrucci¨®n de la plaza de Colonia y su imponente catedral, los restos de un avi¨®n de l¨ªnea, un vag¨®n de tren de varios pisos salido directamente de la imaginaci¨®n de Buzzati, que particip¨® a la escritura del guion. Una serie de elementos que permite, aunque solo sea un poco, acercarse de la que habr¨ªa probablemente sido la obra m¨¢s felliniana e ¨ªntima del maestro.
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