Fellini sue?a en c¨®mic
El dibujante Tyto Alba firma una novela gr¨¢fica en la que los recuerdos del director de cine se mezclan con sus sue?os y fantas¨ªas
¡°No me siento preparado para eso que llaman la existencia normal¡±, confesaba el director italiano Federico Fellini en el documental Fellini, soy un gran mentiroso (2003). El genio jam¨¢s vivi¨® en el mismo mundo que sus cong¨¦neres. Su ¡°natural inclinaci¨®n¡± hacia la invenci¨®n, como sol¨ªa repetir entrevista tras entrevista, no se lo permit¨ªa. La necesidad de proyectar sus fantas¨ªas era tal que los acontecimientos nacidos en su imaginaci¨®n ten¨ªan para ¨¦l m¨¢s veracidad que los que ocurr¨ªan. Esa realidad tan peculiar y personal, en la que se mezclaban tanto sus recuerdos c¨®mo sus deseos y sue?os, es la que el dibujante Tyto Alba (Badalona, 1975) ha conseguido plasmar fielmente en su ¨²ltima novela gr¨¢fica, Fellini en Roma (Astiberri).
Alba ha decidido adentrarse en el universo del monstruo del cine atra¨ªdo por ese mundo tan suyo, hecho de personajes a la vez sutiles y caricaturescos, "que se mueven dentro de los sue?os con un toque profundo, l¨ªrico, po¨¦tico y a veces melanc¨®lico¡±. Y as¨ª aparece Fellini en la obra del dibujante. Un director ya muy mayor, aquejado de insomnio, que deambula cada noche por las calles de Roma. ¡°Me gustaba la imagen de ese personaje que tenemos asociado a las multitudes, al ruido, al circo, de repente caminando solo en silencio con sus pensamientos¡±, explica Alba.
Mientras recorre las calles de la Ciudad Eterna, Fellini recuerda los grandes momentos de su vida: la primera vez que vio un circo cuando a¨²n era un ni?o y viv¨ªa en R¨ªmini; su llegada a Roma y sus primeros pasos como caricaturista en la revista sat¨ªrica Marc?Aurelio; su encuentro con el actor y director Aldo Fabrizi, y luego con el amor de su vida, su Gelsomina de La Strada, la actriz Giulietta Masina; sus primeros rodajes en Cinecitt¨¤; su amistad con Roberto Rossellini y Marcello Mastroianni, el asesinato de Pier Paolo Pasolini; e incluso, al final del relato, su propio encuentro con la muerte.
En esos paseos nocturnos, se imbrican sus sue?os y en particular los que tuvo y dibuj¨® diariamente entre 1960 y 1982, aconsejado por su psicoanalista junghiano Ernst Bernhard. Recopilados en El libro de mis sue?os, esas visiones nocturnas han sido claves en el proceso creativo feliniano. Sus fantas¨ªas, a menudo er¨®ticas, tambi¨¦n protagonizan la novela gr¨¢fica de Alba, como la aparici¨®n de una Anita Ekberg, arquetipo de la mujer deseada en La Dolce Vita, monumental y voluptuosa. Pero tambi¨¦n sus angustias m¨¢s profundas, su miedo a la muerte, encarnado por un amenazante le¨®n que inspir¨® uno de los tres anuncios que Fellini realiz¨®, poco antes de fallecer, para el Banco de Italia. Se pueden ver hasta el 21 de enero en la exposici¨®n Fellini, sue?os y dibujos, en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid.
El dibujante ¡ªque demostr¨® en sus obras precedentes una predilecci¨®n por el g¨¦nero biogr¨¢fico con La casa azul, dedicado a las artistas mexicanas Frida Khalo y Chavela Vargas, o La vida, sobre la relaci¨®n entre Pablo Picasso y el amigo del pintor, Carles Casagemas¡ª ha sabido restituir con una gran precisi¨®n incluso los detalles m¨¢s desconocidos de la vida de Fellini. Cualquier amante del director conoce su fascinaci¨®n por el circo, pero pocos saben que oblig¨® al equipo de rodaje de La Strada a repintar la carpa de gris para que apareciera retratada exactamente como en el recuerdo de su infancia. Esa an¨¦cdota, contada por su antiguo asistente director, Gerald Morin, en el documental Sur les traces de Fellini, por lo visto tampoco escap¨® al impresionante trabajo de documentaci¨®n que sustenta la obra de Alba.
Roma, el escenario de los paseos nocturnos de Fellini, es quiz¨¢ el segundo personaje m¨¢s importante de esta novela gr¨¢fica, cuyo ambiente y colores est¨¢n reproducidos con realismo por las delicadas acuarelas en tonos pastel de Alba. M¨¢s all¨¢ de la est¨¦tica, quiz¨¢ el mayor logro del dibujante ha sido conseguir plasmar la fascinaci¨®n que sent¨ªa el director de cine por la capital italiana, omnipresente en sus pel¨ªculas. El cineasta aseguraba que odiaba viajar y se confesaba perdido fuera de su ciudad. Alba elige una an¨¦cdota en particular para restituir este v¨ªnculo. Fellini, invitado a cenar en la casa de una familia de la alta burgues¨ªa romana, cuenta c¨®mo al terminar, el patriarca, con una total naturalidad, invita a los presentes a ¡°salir a la calle para ver Roma¡±. Simplemente salir y contemplar la belleza de Roma. ¡°?En qu¨¦ otra ciudad podr¨ªa suceder una cosa similar?¡±, se pregunta, envuelto en su m¨ªtica bufanda roja, el Fellini de Alba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.