Escritores ¡®influencers¡¯: los veteranos conquistan las redes sociales
Mary Beard, Margo Glantz, H¨¦ctor Abad Faciolince o Chimamanda Ngozi Adichie usan las redes para promocionar su trabajo, pero tambi¨¦n cuentan su vida como cualquier usuario
Margo Glantz es una gran bailarina de rock. La prueba est¨¢ en su cuenta de Twitter, en concreto en un v¨ªdeo con casi 100.000 reproducciones en el que la escritora mexicana celebra hace pocos d¨ªas su 90 cumplea?os con un grupo de amigos. ¡°A veces Twitter puede ser excesivamente visible y sorprendente, el impudor para exhibir la intimidad me sorprende. Impudor en el que quiz¨¢ caigo¡±, reconoce la autora que suma m¨¢s de 47.000 seguidores y 54.000 tuits desde que en marzo de 2011 inaugur¨® esta cuenta. ¡°Lo entend¨ª como un medio creativo y como la posibilidad de expresar en breve frases, ideas que se me ocurren y no tienen cabida en otro sitio¡±.
Pues s¨ª, qu¨¦ envidia, pasar un rato con la maestraza @Margo_Glantz que acaba de cumplir noventa. https://t.co/pGVX6Y4b7v
— Carmen Rodr¨ªguez (@Rodcarmen6471) February 2, 2020
Como ella, cada vez m¨¢s escritores se aventuran a usar las redes y sacudirse de los polvos de la intelectualidad que, en ocasiones, rodean a su profesi¨®n. No importa la edad, autores de todas las generaciones, no solo los m¨¢s j¨®venes, usan estas plataformas con fines que van m¨¢s all¨¢ de la mera promoci¨®n de sus obras.
En el caso de Glantz, adem¨¢s de mostrar sus pasos de rock, recurre tambi¨¦n a las redes sociales para ejercitar la iron¨ªa y el humor. Para comentar, dice, ¡°lo que le parece fundamental del acontecer diario¡±. De esta manera, su cuenta de Twitter no es solo una herramienta de trabajo, es tambi¨¦n una ventana por la que asomarse al mundo y, al rev¨¦s, un escaparate por el que el mundo (sus lectores y potenciales lectores) puede verla.
Glantz identifica ¡°un narcisismo rampante¡± en las redes, sobre todo en Facebook -especifica-, pero al mismo tiempo reconoce que le ponen delante un desaf¨ªo al que no quiere renunciar: ¡°Me provoca como un ejercicio literario, por eso de la constricci¨®n, a la manera en que Georges Perec practic¨® todo tipo de experimentos con formas literarias y ret¨®ricas inusitadas¡±. De esta pr¨¢ctica sali¨® el libro Y por mirarlo todo, nada ve¨ªa (Sexto Piso). ¡°Coleccion¨¦ cientos de tuits que, combinados con textos breves m¨ªos, me permitieron ofrecer una lectura cr¨ªtica de la influencia que las redes sociales ejercen sobre nuestro concepto de realidad¡±, cuenta la autora.
La misma atracci¨®n por experimentar con lo breve sinti¨® H¨¦ctor Abad Faciolince (62 a?os, Colombia). ¡°Fue por amor al aforismo¡±, confiesa el autor de Lo que fue presente (Alfaguara), ¡°despu¨¦s me di cuenta de que, como periodista en Twitter pod¨ªa (si escog¨ªa las p¨¢ginas adecuadas) tener acceso r¨¢pido a las noticias¡±. En sus primeros a?os de tuitero, a mediados de la primera d¨¦cada de 2000, lleg¨® a tener dos cuentas, una m¨¢s personal, otra donde empez¨® a escribir una novela que nunca concluy¨®. En ese camino descubri¨®, en sus propias palabras, ¡°la faceta m¨¢s sucia y pol¨ªtica de Twitter: vinieron los trolls, los insultos, las amenazas, los ataques en gavilla... Es lo que m¨¢s caracteriza hoy a esta red, y por eso me impuse largas cuarentenas, ayunos higi¨¦nicos¡±, explica. Ya no tiene la aplicaci¨®n en su tel¨¦fono: ¡°Es una red social que puede ser luciferina, mal¨¦vola y adictiva. Hay que tratarla como una droga dura¡±.
Interesante: c¨®mo organizar una manada tuitera para linchar opositores, o al menos callarlos, amedrentarlos, e imponer tendencias. https://t.co/uKOMXTEMJj
— H¨¦ctor Abad F. (@hectorabadf) February 6, 2020
M¨¢s optimista -por el momento- es Mary Beard (65 a?os, Gran Breta?a). La catedr¨¢tica especializada en estudios cl¨¢sicos mantiene un ritmo acelerado de tuits a trav¨¦s de los que comparte su trabajo e informaci¨®n sobre descubrimientos que hasta hace pocos a?os solo hallaba en conferencias. ¡°Es una gran v¨ªa de conectar con los lectores, de saber qu¨¦ les interesa¡±, argumenta la autora de Mujeres y poder (Cr¨ªtica) con casi medio mill¨®n de seguidores, ¡°incluso de compartir con ellos el proceso de creaci¨®n y sentir una gran cercan¨ªa¡±.
I shouldn¡¯t have, but I did. That¡¯s Alex @FaneProductions killing himself laughing. I didn¡¯t run over anyone (this time). #wellington N Z: filled with temptations! pic.twitter.com/WJynbkG28X
— Margaret E Atwood (@MargaretAtwood) February 9, 2020
La comodidad de Instagram
Para encontrar esa sensaci¨®n de tranquilidad y cercan¨ªa que describe Beard, Abad Faciolince se fue a Instagram, ¡°una red mucho m¨¢s tranquila, amigable, familiar¡±. Es decir, el lugar en el que comparte im¨¢genes m¨¢s ¨ªntimas y personales. Algo similar sucede con la cuenta de Chimamanda Ngozi Adichie (Nigeria, 42 a?os). Sus seguidores (casi medio mill¨®n) identifican las preferencias de la escritora de Americanah (Random House) por la ropa de colores llamativos, reconocen a sus padres y est¨¢n al d¨ªa de la ¨²ltima conferencia que ha dado en alguna esquina del planeta.
Luna Miguel lleg¨® a Instagram en 2012, cuando ten¨ªa 21 a?os. Ahora suma casi 28.000 seguidores. Entonces ya hab¨ªa publicado cuatro libros y usaba la red social para compartir fotos de sus gatas, de fiestas con amigos y los libros que le gustaban. Con el tiempo ¨C¡°Cuando me di cuenta de que la gente se fiaba de mi criterio lector¡±, dice- el perfil fue evolucionando para convertirse tambi¨¦n en ¡°un diario de lecturas¡±. Pero no solo de sus libros. ¡°A la gente le pone nerviosa el autobombo¡±, opina la autora de El coloquio de las perras (Capit¨¢n Swing), ¡°las redes sociales deber¨ªan servir para generar m¨¢s contenido, ya sea alrededor de ese mismo texto, aunque con c¨®digos diferentes¡±.
Conseguir crear material in¨¦dito en una red social con m¨¢s de mil millones de usuarios activos, seg¨²n datos de Instagram (pertenece a Facebook), en la que las estrellas del pop (no solo musical) compiten -con todas las armas posibles- por sumar seguidores, se antoja complicado para un colectivo, los escritores, que parecen m¨¢s acostumbrados a los c¨ªrculos literarios que al mainstream digital.
Por eso Ngozi dej¨® en manos de sus sobrinas su cuenta. Su objetivo desde 2017 es promocionar la moda de Nigeria. Pero, seg¨²n explic¨® en una tribuna en el Financial Times, sus fotos no pasaban el filtro que exig¨ªan sus sobrinas as¨ª que confi¨® en su criterio milenial y ella se limita a ejercer de modelo en un ejercicio casi de egoblogger (cuentas cuyos protagonistas posan para promocionar ropa y complementos). ¡°Los ojos de mis sobrinas est¨¢n condicionados por el estilo de las redes sociales¡±, narr¨® en la publicaci¨®n econ¨®mica.
?douard Louis (Francia, 27 a?os) no oculta a sus m¨¢s de 27.000 seguidores con qui¨¦n cen¨® la otra noche, muestra en redes su oposici¨®n al presidente Emmanuel Macron y la portada de su pr¨®ximo libro (Qui¨¦n mat¨® a mi padre, Salamandra). Conoce el lenguaje de la red, algunos de sus selfies son con el m¨®vil cubriendo parte de su cara delante de un espejo y cuando comparte una imagen de su infancia la acompa?a con el hashtag #tbt (throw back Thursday, una etiqueta para agrupar im¨¢genes del pasado).
Paulo Coelho, de otra generaci¨®n m¨¢s mayor que su colega franc¨¦s, ha interiorizado los c¨®digos de Instagram de otra manera. Su cuenta (m¨¢s de dos millones de seguidores) es una sucesi¨®n de fotos de familia y frases inspiracionales -en la l¨ªnea de su literatura- bien producidas. Es decir, acompa?adas de dise?os que hagan imposible no darle a compartir porque apelan directamente a las emociones -las buenas-.
Al otro lado de la pantalla del tel¨¦fono, Jia Tolentino (Temas de hoy publica el 25 de febrero Falso espejo en Espa?a) trata de escapar a la dependencia de las redes sociales desde 2014. Con 30 a?os, la escritora y periodista de The New Yorker reivindica tener la capacidad de decidir hacia d¨®nde se dirige su atenci¨®n, aunque la mayor parte de su trabajo se inspire, precisamente, en un an¨¢lisis de la dependencia social -casi como si de una bombona de ox¨ªgeno se tratara- de las redes.
¡°Empec¨¦ a tuitear hace unos siete a?os¡±, relat¨® en marzo de 2019 en un texto en la revista estadounidense. ¡°Primero publicaba mis ensayos y entrevistas, despu¨¦s, para que mi cuenta pareciera menos aburrida, empec¨¦ a compartir mis pensamientos m¨¢s flipantes¡±. Ya no era solo una plataforma para la proyecci¨®n de su trabajo. Al poco tiempo consigui¨® su actual trabajo y, entonces, recicl¨® lo que llama ¡°su capacidad de ponerse a disposici¨®n de internet, para dejar de hacerlo. ¡°Al brindarle a la econom¨ªa de la atenci¨®n acceso a mi yo, acumul¨¦ el capital profesional que me permiti¨® cortarlo, si lo deseo¡±, resume en su columna de The New Yorker.
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