El arte sin requisitos de F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres
La feria, que arranca el pr¨®ximo mi¨¦rcoles, sustituye el tradicional pa¨ªs invitado por una reivindicaci¨®n del creador cubano, que transform¨® la concepci¨®n y la difusi¨®n de las obras de arte y se anticip¨® al siglo XXI
Por lo que ambos representan, la combinaci¨®n entre una feria de arte y F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres puede generar un c¨®ctel intragable. Ignorando esta paradoja, Arco 2020 ha decidido poner en marcha la licuadora y, rebajando la dosis de lim¨®n, sustituir el ¡°pa¨ªs invitado¡± por la obra y la impronta de este artista nacido en Cuba y muerto de sida en Estados Unidos a los 39 a?os. A favor de tal decisi¨®n debe haber pesado el consenso sobre un artista que barri¨® estereotipos y al que pocos discuten su anticipaci¨®n a este siglo XXI. M¨¢s complicado resulta mesurar sus pertenencias nacionales, atravesadas por tres herencias directas que, como las penas del bolero, se agolpan unas a otras en una tensi¨®n inc¨®moda.
Valga un dato: de los tres pa¨ªses que cruzan directamente la biograf¨ªa de Gonz¨¢lez-Torres, s¨®lo Estados Unidos ha acudido a Arco como ¡°invitado¡±. Cuba, donde naci¨®, y pese a salir una y otra vez en las quinielas, nunca lo fue. Una evidencia de que los organizadores, m¨¢s all¨¢ de sus intenciones, no fueron capaces de encontrar la f¨®rmula para mitigar el diferendo entre ese pa¨ªs y su di¨¢spora, algo en lo que s¨ª han tenido ¨¦xito otras instituciones espa?olas en los ¨²ltimos 25 a?os. Tampoco ha sido invitado Puerto Rico, donde se fragu¨® la obra que terminar¨ªa encumbr¨¢ndolo m¨¢s tarde como miembro del Group Material o en solitario. La otra isla que acogi¨® esas ¡°impresiones tempranas¡± rescatadas recientemente por Elvis Fuentes en colaboraci¨®n con el Museo del Barrio de Nueva York y el Instituto de Cultura Puertorrique?a.
Este revival ofrecido por Arco quedar¨¢ englobado en el programa Es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo (It¡¯s Just a Matter of Time), comisariado al alim¨®n por Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap, con Manuel Segade, director del CA2M de M¨®stoles, a cargo del programa p¨²blico. Se espera, asimismo, una inundaci¨®n de sus obras en el espacio p¨²blico, as¨ª como actividades o debates desde los cuales viejos y reci¨¦n estrenados especialistas pondr¨¢n en circulaci¨®n la avalancha ef¨ªmera del artista en Espa?a. Una iniciativa mucho m¨¢s modesta, aunque no exenta de simbolismo, tendr¨¢ lugar en el estudio de Dagoberto Rodr¨ªguez ¡ªexintegrante de Los Carpinteros¡ª, bajo el t¨ªtulo Cada forma en el espacio es una forma de tiempo que se escapa. Ideada por Solveig Font, esta muestra reunir¨¢ a 15 integrantes de la generaci¨®n m¨¢s reciente de artistas cubanos en un homenaje de transici¨®n; acaso a la espera de que un museo cubano, en alguna d¨¦cada de este siglo, se digne a honrar por fin a un artista particularmente tozudo a la hora de reafirmar su pertenencia a esa cultura.
Homosexual y adalid de la diferencia, se erigi¨® en un abanderado contra cualquier discriminaci¨®n
Ojal¨¢, en medio de esta euforia espa?ola, quede tiempo para recordar la exposici¨®n pionera que le dedic¨® en 1995 el Centro Galego de Arte Contempor¨¢nea, bajo la direcci¨®n de Gloria Moure y comisariada por Nancy Spector. O el hecho de que sus primeros v¨ªdeos estuvieran marcados por el interregno espa?ol de su corta vida, como reflejos de la mala educaci¨®n clerical que ¨¦l y su hermana recibieron en la Pen¨ªnsula. O el parang¨®n que se le supuso con Pepe Espali¨² y sus performances sobre el sida. O el correlato innegable con Javier Codesal, tanto como la huella en Nuria Canal, Mar¨ªa Ruido, Dora Garc¨ªa y Mart¨ª Manen. O su aparici¨®n en la narrativa de Juli¨¢n Rodr¨ªguez, convertido en el gu¨ªa que llev¨® al escritor, editor y galerista extreme?o hasta el c¨ªrculo en el que se disolv¨ªan las fronteras entre arte y escritura (me cuesta no recordar las divagaciones nocturnas con Juli¨¢n, dejando volar la idea de un encuentro improbable entre F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres y Martin Kippenberger).
Ese legado de Gonz¨¢lez-Torres, con el que tambi¨¦n se identifican Teresita Fern¨¢ndez, Ernesto Pujol, Allora y Calzadilla o Sarah Lucas, nos remite m¨¢s a un m¨¦todo que a una forma espec¨ªfica. Pocas veces un artista tan austero consigui¨® marcar a gente tan distinta, sobre todo en un mundo que, tras su muerte, qued¨® dominado por una tecnolog¨ªa que ¨¦l no lleg¨® a conocer. Cabe detenerse, asimismo, en su precisi¨®n milim¨¦trica a la hora de seleccionar, cocinar y digerir sus propias herencias, con ese portazo a los excesos pirot¨¦cnicos del multiculturalismo de su tiempo. Ah¨ª queda su sofisticada conversi¨®n del espacio expositivo en una p¨¢gina en blanco, dispuesta unas veces para poblar y otras para evocar. Ah¨ª esa gestualidad tan pr¨®xima a los ademanes de Severo Sarduy: tambi¨¦n camag¨¹eyano, tambi¨¦n exiliado, tambi¨¦n mezcla de escritor y artista visual, tambi¨¦n fallecido de sida tres a?os antes que ¨¦l. Ah¨ª su idea de la vida como un tiempo que acaba cuando se interrumpe su sincronizaci¨®n con la persona que amas. Y ah¨ª su condici¨®n pionera a la hora de concebir lo cultural, lo sexual y lo nacional como ¨¢reas en conflicto dentro de un mismo emplazamiento cr¨ªtico.
La incursi¨®n de Gonz¨¢lez-Torres en el arte postal nos traslada hasta Eugenio Dittborn. Sus diatribas ideol¨®gicas y personales nos conducen hasta Pedro Lemebel. Su luminosidad, a Dan Flavin. Su teatralidad, al primer Jeff Koons. No debe olvidarse la fascinaci¨®n por el dise?o, la publicidad y el periodismo en alguien que lleg¨® a admitir que The New York Times era su modelo y realiz¨® intervenciones directas en medios de prensa (esto queda detallado en el cat¨¢logo de la exposici¨®n citada sobre su trabajo inicial en Puerto Rico, una joya de apenas 32 p¨¢ginas).
Fue un pionero a la hora de concebir lo cultural, lo sexual y lo nacional como ¨¢reas en conflicto
En todos los casos, sus soportes no eran otra cosa que herramientas; sus formatos, habitaciones; sus experiencias, cap¨ªtulos de esa autobiograf¨ªa visual que fue escribiendo a la vista de todos, pero cuid¨¢ndose al mismo tiempo de no descubrir todas sus claves.
Es dif¨ªcil resistirse a la inteligencia visceral de esta obra elegante; mantenerse a salvo del contacto con las s¨¢banas marcadas por unos cuerpos ya ausentes; ser inc¨®lumes a los caramelos proustianos y las bombillas que ofrecen esperanzas, a pasaportes y olas dispuestas para llevarnos a otra parte.?No ha sido tan viable, en cambio, asumir que su apertura hacia la poes¨ªa deber¨ªa venir acompa?ada con una contracci¨®n de la ret¨®rica. Si esto no siempre ha sido as¨ª, se debe en parte a que el propio Gonz¨¢lez-Torres reneg¨® tanto del copyright, y de la burbuja de la vieja obra con aura, que puso bastante f¨¢cil el aplauso perezoso donde cab¨ªa la cautela cr¨ªtica.
Por todo ello, tal vez lo m¨¢s subversivo que podemos hacer ante ese exceso de sobreentendidos que rondan su trabajo no consista en actualizarlo, sino en leerlo. En seguir al pie de la letra sus declaraciones y textos. En decidirnos a escoger entre las lealtades enfrentadas que propici¨®, y aplicar la relativa crueldad de ajustarnos m¨¢s a lo que dijo de s¨ª que a lo que dio de s¨ª.
Gonz¨¢lez-Torres fue orgullosamente gay y puertorrique?o, exiliado y nost¨¢lgico, activista y amante, cubano y neoyorquino, vanguardista y fr¨ªvolo, devorador de los frijoles negros y de Celia Cruz, abanderado contra cualquier tipo de discriminaci¨®n y adalid de la diferencia. El muchacho preocupado porque su pareja hubiera vivido antes con un modelo de Calvin Klein y el moribundo capaz de pedirte que no modificaras la bandera cubana en una exposici¨®n porque era m¨¢s perentorio ¡°redise?arle la guayabera a Mas Canosa o el uniforme a Fidel Castro¡±.
Todo ello era importante, sin duda. Pero nada de esto, por s¨ª mismo, funcionaba como la meta final de una obra atravesada por el enigma. ¡°?Requisitos?¡±, se preguntaba en 1991. ¡°Yo no necesito ni pido requisitos para hacer o ense?ar a hacer arte¡±. Sin requisitos, pero con atributos. Sublimar, en exclusiva, su parte est¨¦tica ¡ªesa catarata imitadora de l¨¢mparas, caramelos, camas y relojes ¡ª lo traiciona, porque s¨®lo puede dar lugar a un minimalismo sin alma. Esgrimir ¨²nicamente su activismo tambi¨¦n lo traiciona, porque s¨®lo puede llevarnos a una demagogia sin fineza.
Por eso, quiz¨¢, no sea tan importante lo que tengamos que decir sobre F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres, sino lo que ¨¦l, casi 25 a?os despu¨¦s de su muerte, tenga que decir sobre nosotros: los seres que habitamos en este siglo XXI que no alcanz¨® a vivir, pero cuya cultura s¨ª supo iluminar.
Notas biogr¨¢ficas
Por Bea Espejo
F¨¦lix Gonz¨¢lez-Torres nace en Gu¨¢imaro en 1957. A los 13 a?os viaja solo con su hermana de su Cuba natal a Espa?a. Luego se traslada a Puerto Rico, a mediados de los a?os setenta, donde se queda a vivir con sus t¨ªos y se adentra en los estudios de arte. En 1979 se instala en Nueva York con una beca de la Universidad de Puerto Rico para estudiar en el BFA Pratt Institute de Brooklyn (1983). En 1987 se incorpor¨® Group Material, un grupo de artistas que trabajaban de manera colectiva, adhiri¨¦ndose a los principios del activismo cultural y la educaci¨®n comunitaria. Son a?os en que habla en voz alta del sida, tema que recorre de manera transversal toda su obra. Tras varias becas, en 1990 realiza su primera exposici¨®n en la galer¨ªa neoyorquina Andrea Rosen, que contin¨²a exhibiendo su obra y represent¨¢ndolo hasta la fecha. Posteriormente, dicta clases en el California Institute of the Arts (CalArts). En 1991 interviene en la Bienal en el Museo Whitney de Nueva York como artista individual y como participante del Group Material. En 1995 el Centro Galego de Arte Contempor¨¢nea de Santiago de Compostela le dedic¨® una amplia exposici¨®n, la m¨¢s completa hasta la fecha en Espa?a. Gonz¨¢lez-Torres muere de sida en Miami el 9 de enero de 1996. En 2007 fue elegido de manera p¨®stuma para representar a Estados Unidos en la Bienal de Venecia. Su obra contin¨²a exponi¨¦ndose en las principales ciudades del mundo.
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