El canon personal de Caballero Bonald

Dice Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald al principio de Oficio de lector (Seix Barral, 2013) que, a lo largo del tiempo, el gusto sucesivo arrincona lecturas que fueron preferidas, mientras que ¡°libros que no merecieron ning¨²n aprecio¡± terminan ¡°redescubri¨¦ndose con alguna delectaci¨®n. Tampoco es improbable¡±, contin¨²a el maestro de Jerez, ¡°que la natural movilidad de los h¨¢bitos selectivos de lectura motive que el canon personal de escritores verdaderamente duraderos acabe reducido a media docena de cl¨¢sicos¡±.

Despu¨¦s de ese libro Caballero Bonald public¨® Examen de ingenios (2017) en la misma editorial. Este constitu¨ªa una exhaustiva revisita suya a literatos o personajes de la vida cultural de las diversas generaciones del siglo XX, a los que frecuent¨® personalmente y ley¨® o trat¨® de manera minuciosa. La combinaci¨®n de ambos libros, uno de cr¨ªtica (o como se le quiera llamar, pues ¨¦l no se arroga ¡°la ardua incumbencia del cr¨ªtico¡±) y otro de retratos, conforma el perfil de una manera de ser, que es tambi¨¦n una manera de leer, propia del autor de ?gata ojo de gato.

Lo que en estos libros sobresale de Caballero Bonald, uno de los m¨¢s generosos literatos de la historia espa?ola del siglo XX, capaz de ayudar a todos los que han venido a su puerta, es la independencia radical de criterio, una forma insobornable de poner toda lectura al servicio soberano de su gusto y de no pedir jam¨¢s perd¨®n por ello.

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Uno y otro libro son un abundante, y movible, canon personal, que ¨¦l desmenuza en Examen de ingenios para poner las cosas, y la historia, en su justo punto. Ya no son libros individuales, obras que son circunstancia en la trayectoria de los escritores, azar, por otra parte, del gusto del lector. Son ex¨¢menes de ingenios, de los que unos salen con heridas leves, otros quedan heridos gravemente y, finalmente, unos pocos salen confortados por la mirada del exigente maestro.

La exigencia del maestro jerezano est¨¢ descrita en su consideraci¨®n del m¨¢s grande de cualquier canon. Miguel de Cervantes y sus atributos literarios le sirven para deslizar su modo de leer, su paradigma del gusto. La poes¨ªa, lo que de poes¨ªa hay en la escritura, le parece a Caballero Bonald la m¨²sica insustituible de la literatura. Y Cervantes la tiene, en el Quijote y donde quiera que se le busque. Dice Caballero que ¡°Cervantes es un gran poeta en prosa¡±, y que en funci¨®n de ello su obra mayor merece ser considerada tambi¨¦n, en partes significativas, el trabajo de un poeta.

Examen de ingenios y Oficio de lector son vasos comunicantes, personajes y libros circulan juntos de la mano de un retratista (y autorretratista) formidable, que en los casos de sus contempor¨¢neos (Aldecoa, Blas de Otero, Jos¨¦ Hierro, Carlos Barral¡­, casi toda la n¨®mina del siglo pasado) no son s¨®lo tratados por sus virtudes literarias sino por sus prendas humanas, algunas de las cuales parecen verdaderamente andrajos. Como ya est¨¢ felizmente casado (con Pepa Ramis, y desde varios siglos, como dir¨ªa ¨¦l), ni en aquel ni este libro se casa con nadie. Por eso, cuando sali¨® Examen de ingenio, sobre todo, la cueva de egos en que se refugia la literatura espa?ola, o de cualquier sitio, se regocij¨®, se asombr¨® o se sinti¨® herida porque algunos de los popes saltaron del pedestal donde hab¨ªan sido ensalzados (o arrinconados) por la pereza.

Volver a esos libros, un canon tan especial, tan exigente, tan divertido, adem¨¢s, garantiza el final de una ¨¦poca de lega?as que de manera tan adusta y convencional ha convertido la literatura espa?ola en un mundo de buenos y malos que no eran tan buenos ni tan malos. Estaban, acaso, mal le¨ªdos o mal retratados, y Caballero Bonald vino a decir de cada uno de ellos, desde Azor¨ªn y Baroja a Juan Gelman y a Francisco Umbral, entre casi cuatrocientos, lo que hab¨ªa de grandioso, arenoso o deleznable en sus respectivas catedrales.