Los confinados de la Tierra
Tras 40 jornadas en casa, experimento el inm¨®vil v¨¦rtigo de la dislocaci¨®n temporal: son much¨ªsimos d¨ªas id¨¦nticos, pero a la vez se pasan, uno a uno, volando
1. Az¨²car
Para delimitar las distintas formas de entender el tiempo y la duraci¨®n, Henri Bergson (1859-1941) recurri¨® en La evoluci¨®n creadora (1907), un ensayo filos¨®fico capital que influy¨® directa o indirectamente en la novela del modernismo (de Proust a Faulkner), al s¨ªmil del terr¨®n de az¨²car. Si quiero prepararme un vaso de agua azucarada, debo esperar a que se disuelva el terr¨®n; el tiempo que tengo que esperar no es el tiempo ¡°matem¨¢tico¡±, sino que coincide con mi impaciencia, es decir ¡ªexplica¡ª ¡°con una determinada porci¨®n de mi duraci¨®n en m¨ª, que no es extensible ni reducible a voluntad¡±. He pensado en ello a prop¨®sito del encierro: hemos superado ya la cuarentena (40 d¨ªas largos, otra Cuaresma) y, como casi todos ustedes, experimento el inm¨®vil v¨¦rtigo de la dislocaci¨®n temporal: son much¨ªsimos d¨ªas id¨¦nticos, pero a la vez se pasan, uno a uno, volando.
Estamos hoy aqu¨ª ¡ª sumergidos en el ¡°ignorante presente¡±, como dec¨ªa lady Macbeth (acto I, V)¡ª y, a la vez, inmersos en un pasado que no acaba de pasar del todo y se proyecta ciego hacia el poco halag¨¹e?o futuro, como les ocurr¨ªa a Lemmy Caution (Eddie Constantine) y a Natascha von Braun (Anna Karina) en la Alphaville (1965), de Godard, que he revisado estos d¨ªas. Mientras, en mezcolanza abominable, se acumulan cifras de muertos e infectados (siempre lejanos, aunque nos caigan cerca: el Gobierno no desea que nos desanimemos), con previsiones apocal¨ªpticas de quienes desean que regrese a toda costa Mercurio, el dios del comercio, blandiendo su caduceo. Me dicen quienes me contactan que, tras las primeras semanas, les es m¨¢s dif¨ªcil concentrarse para leer, y no necesariamente tratados como los de Bergson. Es normal, aunque haya tan pocas cosas que lo sean.
2. Librer¨ªas
Leo que la mitad de los terr¨ªcolas podr¨ªamos estar confinados. Pocos viajan, y los editores han tachado de su programaci¨®n las gu¨ªas de viaje que, a partir de estas fechas, sol¨ªan llegar a las librer¨ªas. M¨¢s vale explorar geograf¨ªas fant¨¢sticas, mapas de lugares imaginarios, libros sin peligro ni tentaci¨®n que hablan de otros mundos (im)posibles.
Por otra parte, la pandemia parece estar creando una nueva ¡ªy m¨¢s extensa¡ª clase obrera: los trabajadores ¡°esenciales¡± ¡ªlos considerados ¡°h¨¦roes¡±¡ª como capa diferente de los privilegiados teletrabajadores. Al mismo tiempo se reclasifican las actividades. Las librer¨ªas, por ejemplo, ?son ¡°esenciales¡±?: los mismos libreros est¨¢n divididos, no en cuanto al significado, sino en lo que se refiere a las implicaciones administrativas de dicha calificaci¨®n. Si son esenciales deber¨ªan abrirse (como en Italia), lo que, para algunos, representa peligro (y no solo al contagio, sino, y sobre todo, a perder probables compensaciones y tener que rehacer sus ERTE).
Y no es que los libreros sean miedosos: lo que sucede es que se sienten solos, a pesar de las campa?as bienintencionadas. Ya han cerrado algunas librer¨ªas y, me dicen, que una encuesta interna refleja que, si esto se prolonga (y tiene toda la pinta), podr¨ªan cerrar m¨¢s de un 15%: sin santjordis, ni ferias, ni lanzamientos, ni best sellers (que esperan tiempos mejores), y con el rampante comercio electr¨®nico, no hay mucha bola que rascar. Tenemos un ministerio (realmente, ?lo tenemos?) que no sabe, no contesta: se puso de manifiesto el pasado viernes, cuando el ministro Rodr¨ªguez Uribes, que siempre brilla un poco por su ausencia, se present¨® a una reuni¨®n con el sector de la cultura, acompa?ado de su prima de Zumosol, la ministra de Hacienda, y ambos demostraron no tener mucha idea de los problemas que lo afligen. Prometieron comisiones, eso s¨ª.
Pero, mientras me contaban el encuentro, record¨¦ a un amigo lejano que lleg¨® a alto cargo y sol¨ªa decir, medio en broma medio en serio, que, dentro de los Presupuestos del Estado, la cultura era un asunto ¡°de nenazas¡± (sic), algo insignificante. Ya s¨¦ que lo importante es curarse, comer y trabajar, quiz¨¢s por ese orden, pero la cultura es tambi¨¦n un pilar econ¨®mico de la sociedad del siglo XXI: no entenderlo as¨ª es suficiente para descalificar a los encargados de gestionarla (y, cuidado, estoy criticando al Gobierno, no estoy siendo positivo, le hago el juego a la extrema derecha, soy un equidistante, culpable de no estar ni con, ni contra ellos, como usted y como yo, hip¨®crita lector/a, mi c¨®mplice de confinamiento).
3. Lecturas
Nunca dejo de recurrir a Maigret, algunas de cuyas historias releo cada lustro. El comisario ha tenido muy poca suerte con sus editores espa?oles. Recuerdo, por ejemplo, que en 1993, cuando Tusquets era a¨²n solo Tusquets, sus propietarios se propusieron ¡°publicar por primera vez en espa?ol la obra completa de Simenon en 214 vol¨²menes¡±. Al final se public¨® una cuarentena (otra vez la palabra) de maigrets y otra de lo que el autor llamaba sus ¡°novelas duras¡±. Las de Maigret se reeditaron m¨¢s tarde en Booket (Planeta) y a¨²n pueden encontrarse. Luego, en 2012, el malogrado Vallcorba se comprometi¨® tambi¨¦n a hacerse cargo de la ¡°publicaci¨®n de toda la obra de Simenon¡±, pero sus sucesores en Acantilado no demuestran tener prisa.
Me entretengo, en todo caso, con viejas novelas de Maigret, a menudo a raz¨®n de una diaria, un poco menos de lo que ¨¦l tardaba en escribirlas. Tambi¨¦n lo he pasado muy bien con un regalo que, lo confieso, empec¨¦ sin demasiado entusiasmo: Noche y oc¨¦ano (Seix Barral, Premio Biblioteca Breve), una inteligente y provocadora novela de Raquel Taranilla. Y, de vez en cuando, releo fragmentos (especialmente, el estremecedor de los fusilamientos de los rojos) de esa estupenda novela (perdonen que me repita) que es peque?as mujeres rojas (Anagrama), de Marta Sanz. Las dos ¨²ltimas se han publicado en el aciago marzo, por lo que su promoci¨®n se ha visto abortada. Por favor, no las olviden: son mi mejor recomendaci¨®n de narrativa. De nada, el placer es m¨ªo.
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