El chachach¨¢ de la independencia
Con el reciente fallecimiento de Manu Dibango y de Tony Allen, desaparece la generaci¨®n de m¨²sicos que dio forma y visibilidad a la m¨²sica africana moderna
¡°La m¨²sica africana moderna naci¨® en Congo y Manu Dibango estaba all¨ª¡±, dice la saxofonista Binetu Sylla, hija de Ibrahima Sylla (1956-2013), reputado productor y creador del sello discogr¨¢fico Sylart Records. S¨ª, ah¨ª estaba Dibango, defensor del panafricanismo, que pase¨® su m¨²sica por el continente negro y la colore¨® con influencias de medio mundo. La primera banda el¨¦ctrica surgi¨® en el pa¨ªs en los a?os cincuenta; se llam¨® Kalle¡¯s African Jazz, fue creada por Joseph Le Grand Kalle Kabas¨¦l¨¦ (1930-1983), y ofrec¨ªa un batido de cha-cha-ch¨¢, pachanga, merengue, tango y rumba cubana. Luego, cuando el soukous o rumba congo-zaire?a empieza a tomar cuerpo, las orquestas de Tabu Ley Rochereau (1940-2013), el Elvis africano, como le llam¨® Los Angeles Times, y OK Jazz, de Franco Luambo (1938-1989) marcar¨¢n el ritmo.
Ambos m¨²sicos introdujeron cambios significativos en la estructura de las canciones, alterando los patrones e introduciendo improvisaciones y largos desarrollos instrumentales (puentes, entre las intervenciones del cantante), llamados sebene. Ah¨ª parece estar la clave de los diferentes estilos de soukous (el escritor Gary Stevens, en Rumba On The River, sostiene que el invento naci¨® en Brazzaville y no en Kinshasa), meneo que tiene en la rumba binaria su pulsaci¨®n madre: rumba-odemba, para OK Jazz, y linda cubana, para African Jazz. As¨ª las cosas, el soukous, que ha influido poderosamente en otras m¨²sicas urbanas africanas, tiene adjetivos distintos seg¨²n de qu¨¦ artista hablemos: cavacha y wondostock, yucca, makassy calcul¨¦, kwassa-kwassa¡
Dibango, fallecido en marzo pasado a causa del coronavirus, form¨® parte de la orquesta African Jazz, de Kabas¨¦l¨¦ (jazz vino a significar, m¨¢s que un estilo definido, un s¨ªmbolo de modernidad), autor de la muy celebrada pieza ¡®Ind¨¦pendance cha?cha¡¯, que grab¨® en 1960 en un estudio de Bruselas para acompa?ar y entretener a quienes negociaban en B¨¦lgica la independencia de Congo. De alguna manera, el gran despertar de la m¨²sica moderna de ?frica est¨¢ ligado a la independencia de sus pa¨ªses, lograda en gran parte de ellos entre 1950 y 1960.
Fue la explosi¨®n de un caldo de cultivo elaborado en los ¨²ltimos a?os de la colonizaci¨®n con la aparici¨®n del fon¨®grafo y las emisoras de radio, las migraciones y las influencias de las fanfarrias coloniales, entre otros factores. As¨ª, ?frica occidental se convierte en la gran marmita en la que confluyen las culturas del Atl¨¢ntico negro: el Caribe, la m¨²sica latina y los ritmos afroamericanos. La agitaci¨®n, adem¨¢s de instalarse en las ciudades de Congo, pas¨® por Saint-Luis, Dakar, Conakry, Abidjan, Acra, Cotonou, Lagos, Duala, Luanda¡
Mas las primeras muestras de lo que el m¨²sico y escritor Francis Bebey llam¨® la mutaci¨®n que dio aliento y nueva vida al arte africano se produjo mucho antes de que los colonizadores tuviesen v¨ªa libre, a partir de la Conferencia de Berl¨ªn, en 1885, para esquilmar los recursos del extenso territorio que Manu Dibango dibujo con su cuerpo en la portada del disco Wakafrika. Seg¨²n el music¨®logo David Coplan, en Ciudad del Cabo los m¨²sicos ya tocaban melod¨ªas europeas con el la¨²d a comienzos de 1650. M¨¢s tarde, en 1750, surgen la costa oeste africana bandas de metales y, en 1841, una formaci¨®n de Ghana tocaba mazurcas, polkas y marchas.
S¨²mese a eso la r¨¢pida aceptaci¨®n que tuvo, en pa¨ªses como Liberia, Sierra Leona y Ghana la entrada de la guitarra ac¨²stica. La introdujeron los marineros, y cuentan que un m¨²sico de Sud¨¢frica ya ten¨ªa una en 1894. Otro instrumentista y marinero congole?o, Dondo Daniel, llev¨® la guitarra a su pa¨ªs en 1914. Por cierto: parece que fue a finales de los a?os cuarenta del siglo XX cuando la guitarra el¨¦ctrica lleg¨® a ?frica. Puede que esa fecha haya que tomarla con reservas, pero s¨ª est¨¢ documentado que Bill Alexandre, guitarrista belga de jazz, llev¨® en los primeros a?os cincuenta a Leopoldville la primera guitarra el¨¦ctrica; de hecho apareci¨® con dos Gibson Les Paul, dos amplificadores, un bajo, una grabadora Ampeg y un micr¨®fono Electro-Voice. Por esa ¨¦poca la vida nocturna de Kinshasa era un hervidero de clubes animado por m¨¢s de 500 orquestas rumberas.
En Ghana emerge el high-life, m¨²sica que el presidente del pa¨ªs declar¨® ¡°banda sonora de la independencia¡±. Y Nigeria asisti¨® al parto del afrobeat, de la mano del revoltoso, agitador y comprometido Fela Kuti (1938-1997), ritmo vibrante y canalla, hijo del cruce entre el juju nigeriano, el highlife de Ghana, el jazz, el funk y el soul. Fela tuvo a su lado al singular Tony Allen (nacido en 1940 y fallecido el pasado 30 de abril), responsable, sin duda, del beat en el conglomerado afrobeat.
Y si de influencias atl¨¢nticas habl¨¢bamos, conviene anotar la enorme influencia de la m¨²sica cubana en la modernidad sonora africana, especialmente en pa¨ªses como Congo, Senegal, Guinea y Mal¨ª. Tuvo embajadores como Don Azpiazu, Tr¨ªo Matamoros y Sexteto habanero. Antes, a comienzos del siglo XX, Sierra Leona asumi¨® los primeros impactos caribe?os con la llegada de los primeros esclavos libres. En Senegal la cuban¨ªa fue extremadamente popular antes de la Segunda Guerra Mundial. Y la presencia de artistas como Johnny Pacheco y La Orquesta Arag¨®n fue notable. Congo recibi¨® oleadas de emigrantes de las indias occidentales. En Senegal uno de los pioneros del estilo afrocubano fue Laba Sosseh.
A lo largo de los a?os sesenta y setenta la m¨²sica moderna africana creci¨® y se expandi¨® fuera de sus fronteras, pero se fue disipando la euforia provocada por las independencias. Surgieron nuevas estrellas, hubo exilios a Europa y a comienzos de los a?os ochenta Par¨ªs era una fiesta¡ africana. Ah¨ª tambi¨¦n estaba Manu Dibango, quien en su biograf¨ªa Trois kilos de caf¨¦ nos recuerda que ya en los noventa ¡°la escena mundial se abre ampliamente a los heraldos de la m¨²sica negra de Par¨ªs¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.