Joselito el Gallo, el rey de los toreros, muri¨® dos veces en Talavera
El periodista Paco Aguado reedita la biograf¨ªa del gran genio en el centenario de su muerte
¡°Un hombre muy serio, responsable y profesional en el gran y mejor sentido del t¨¦rmino; una persona religiosa y de salud quebradiza. Y como torero, un adelantado a su tiempo, un revolucionario, que ten¨ªa todo el toreo en la cabeza y marc¨® la estructura de la fiesta actual¡±.
Este podr¨ªa ser el retrato urgente de Jos¨¦ G¨®mez Ortega, Joselito el Gallo, (Gelves, Sevilla, 1895), sobre el que el periodista madrile?o Paco Aguado ciment¨® el espectacular trabajo de una magna biograf¨ªa que ahora se reedita tras su publicaci¨®n en 1999.
Veinte a?os despu¨¦s, con motivo del centenario de la muerte del genio el 16 de mayo de 1920 en la plaza de Talavera de la Reina, la editorial sevillana El Paseo y Aguado han revisado la edici¨®n anterior, le han a?adido cien nuevas p¨¢ginas y acaban de presentar Joselito el Gallo, rey de los toreros, el libro de referencia sobre la figura del diestro sevillano, que redescubre al personaje, al hombre y al torero, que muri¨® dos veces aquella tarde de hace cien a?os.
¡°La tragedia de Talavera ha distorsionado mucho la figura de Joselito¡±, comenta Paco Aguado. ¡°Lo par¨® en seco, y se ha hablado mucho m¨¢s de las circunstancias de la muerte y el morbo que esta produjo que de su vida profesional¡±.
Esa es la raz¨®n por la que el autor no habla de la cogida mortal. ¡°Me interesa Joselito vivo, no muerto; lo que me importa es su legado¡±.
¡°Sin Joselito y Belmonte, el toreo quiz¨¢ hubiera desaparecido¡±
Joselito muri¨® dos veces; murieron el torero y su ense?anza, y Aguado, belmontista como toda su generaci¨®n por obra y gracia de otro periodista, Manuel Chaves Nogales, autor de la biograf¨ªa de Juan Belmonte, se ha zambullido en la historia, se ha empapado de la opini¨®n de viejos aficionados y ha presentado a un resucitado Joselito como lo que siempre fue: un visionario.
¡°He encontrado el material suficiente para sostener una tesis muy clara¡±, comenta Aguado. ¡°Belmonte fue un revolucionario de la est¨¦tica y el temple, y Joselito en la t¨¦cnica del toreo ligado en redondo, esencia de la faena moderna, y en el cambio de las estructuras del toreo para llegar a la modernidad. Y a?ado: sin Joselito y Belmonte, todo hubiera sido muy distinto; quiz¨¢, el toreo se hubiera estancado, y qui¨¦n sabe si desaparecido¡±.
Rey de los toreros lo llama el autor, e insiste: "M¨¢s que un rey fue un emperador; Joselito fue el Napole¨®n del toreo¡±.
Y se extiende Aguado cuando se le pregunta por la aportaci¨®n del torero de Gelves a la fiesta de los toros.
¡°En primer lugar, es el creador de la lidia moderna, como he explicado antes. Fuera de los ruedos, fue el promotor de las plazas monumentales al objeto de convertir los toros en un espect¨¢culo de masas, en inmuebles con m¨¢s aforo y con las entradas m¨¢s baratas. Modific¨® sustancialmente la administraci¨®n de una figura del toreo. En su ¨¦poca, los apoderados eran meros contables, y los toreros decid¨ªan por s¨ª solos su carrera. De sus ense?anzas beben dos referentes del apoderamiento, como son Domingo Domingu¨ªn y Camar¨¢. Y otro factor decisivo es su aliento a los ganaderos para que cr¨ªen un toro m¨¢s bravo, m¨¢s completo. El toro del siglo XIX era perfecto para el primer tercio, que ofrec¨ªa espect¨¢culo en varas en aquellos duros tendidos, pero en cuanto llegaba el ¨²ltimo tercio era un toro acobardado y parado, fiero, pero manso¡±.
¡°Los nuevos caminos de la t¨¦cnica y la est¨¦tica que marcan Joselito y Belmonte¡±, contin¨²a Aguado, ¡°necesitan un animal con m¨¢s entrega, recorrido y duraci¨®n; y es el primero, que tiene en sus manos el poder del toreo, quien convence a los ganaderos para el cambio de rumbo¡±.
¡ª?Mand¨® tanto como se ha dicho?
¡ª¡°Tanto y m¨¢s¡ Decimos la edad de oro del toreo, pero fue la ¨¦poca en que menos corridas se celebraron porque a los p¨²blicos solo interesaban Joselito y Belmonte; y este ¨²ltimo siempre se quedaba a un lado porque no le interesaba la pol¨ªtica taurina. De ah¨ª, el conocido dicho de ¡®lo que diga Jos¨¦¡±.
¡ªEl hombre¡ ?C¨®mo era Jos¨¦ G¨®mez Ortega?
¡°Joselito fue m¨¢s que un rey; fue el Napol¨¦on del toreo¡±
¡ª¡°Muy serio, muy responsable, muy profesional y muy entregado a su oficio, dentro y fuera de la plaza. Religioso, tambi¨¦n, devoto de La Macarena y otras v¨ªrgenes sevillanas, y de salud quebradiza, con problemas intestinales y per¨ªodos febriles que le obligaron a guardar cama¡±.
¡ªUn hombre, tambi¨¦n, de arrolladora personalidad¡
¡ª¡°Se enfrent¨® a la oligarqu¨ªa de su tiempo, una monta?a de intereses creados que, de alg¨²n modo, acab¨® derribando; pero eso le cost¨® muchos disgustos personales, y no s¨¦ si tambi¨¦n la vida¡±.
Cuenta Aguado que el hecho de ser torero, ¡°una profesi¨®n todav¨ªa mal vista por las clases altas¡±, y de raza gitana por su madre, le impidi¨® casarse con su novia, Guadalupe Pablo-Romero.
Al mismo tiempo, la oligarqu¨ªa sevillana, representada por la Real Maestranza, se sinti¨® molesta con el proyecto de construcci¨®n de la plaza Monumental, ¡°financiada por Jos¨¦ Julio Liss¨¦n, un nuevo rico al que no soportaban las clases altas¡±.
Paco Aguado ahonda en este episodio fundamental de la historia taurina de Sevilla del siglo XX.
¡°La Real Maestranza ten¨ªa la exclusiva de los festejos taurinos, que les proporcionaba mucho dinero, y una nueva plaza pon¨ªa en serio peligro su hegemon¨ªa. Fue un duelo largo y duro, del que no ha trascendido mucho. El ide¨®logo fue Joselito, pero el proyecto no se hubiera llevado a cabo sin Liss¨¦n. La plaza se cierra al a?o siguiente de la muerte de Joselito, pero no se derriba hasta diez a?os despu¨¦s. Es cierto que ya no estaba Joselito para defenderla, pero su due?o, Liss¨¦n, se arruin¨® tras la I Guerra Mundial ¡ªten¨ªa invertida gran parte de su fortuna en bonos alemanes¡ª, y no pudo defender su plaza¡±.
¡ª?Y cu¨¢l fue la actitud de Belmonte?
¡ª¡°Era un t¨ªo muy zorro. No quiso entrar en esa pelea y se apoy¨® en la Maestranza. Se convirti¨® por ello en un personaje respetad¨ªsimo y querid¨ªsimo hasta el punto de que es ¨¦l quien consigue el contrato de arrendamiento de la plaza a Eduardo Pag¨¦s por el plazo de tres generaciones y que a¨²n est¨¢ vigente¡±.
¡ªSea como fuere, lo cierto es que el toreo de hoy existe gracias a esta pareja de la edad de oro.
¡ª¡°Sin duda. Hay una fusi¨®n evidente, una mezcla de ambos, no se puede entender uno sin el otro. M¨¢s que rivales fueron complementarios.
¡ª?Qu¨¦ pena, Paco Aguado, que no exista un Ministerio del Tiempo para que hubiera podido viajar a la Espa?a de 1915¡!
¡ª¡°Eso hubiera sido un bonito sue?o¡ Hace tiempo, tuve la oportunidad de tener entre mis manos la montera de Joselito y me temblaban las piernas. ?Viajar a 1915? Creo que no ser¨ªa capaz ni de hablarle¡¡±.
¡ªAl menos, ha tenido usted la oportunidad de convertirse en el Chaves Nogales de Joselito¡
¡ª¡°Yo no dir¨ªa tanto; no voy a compararme con un genio del periodismo, pero s¨ª he colaborado a que el concepto que hoy se tenga sobre este grand¨ªsimo torero sea bastante m¨¢s aproximado a la realidad¡±.
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